Me temo que la fantasía ha faltado en los últimos tiempos en mi vida. Más bien he transitado por el asolado valle del derrotismo. Pero mi parte mágica –que la tengo, yo siempre quise ser un hada– me ha empujado a correr a los bosques, a sentir el olor de la tierra mojada y a conectar con las antiguas hechiceras que allí vivían. Pero –la palabra asesina– no me queda ningún bosque cerca.
No crean que esta vez me he rendido, ¡no! Busqué en mi mente y me pregunté: ¿Dónde podría encontrar yo un bosque sin salir de mi casa, en el que la risa, la danza y el amor habitaran? Y la respuesta me vino dada: El sueño de una noche de verano del gran William Shakespeare.
He vuelto a releer esta comedia con final feliz. He tenido la suerte de poder ver varias representaciones en teatro de la misma. Las que más me han gustado son las clásicas en las que se escenifica el bosque y las hadas son presentadas como en los dibujos de Cicely Mary Barker.
Me encanta esta pequeña ilustradora a la que la enfermedad postró, pero no consiguió parar el vuelo de su alma y de su mente. Tengo varios libros de ella porque me parecen de una sensibilidad y una belleza inconmensurables.
Así que he pasado una tarde siendo Titania –ya que me pongo, elijo ser la reina– disfrutando con mis haditas, riéndome con las tropelías de mi marido Oberón y asistiendo al triunfo del amor.
¿Por qué no vivir soñando? ¿Por qué no volver de vez en cuando a ser una niña cuyos ojos se agranden ante cualquier pequeña sorpresa? ¿Por qué no ver el mundo a través de su mirada limpia?
Para nosotros, los adultos, este mundo se hace muchos días un lugar árido. Para los niños –salvo que estén malitos– el abrir los ojitos por la mañana es una nueva oportunidad para descubrir cosas. Así que os deseo que Sus Majestades de Oriente os traigan muchos regalos inmateriales y que os dejéis impregnar por esa alegría que ellos viven en estos días. Mi regalo: esta canción de Mariah Carey que me llena de alegría.
No crean que esta vez me he rendido, ¡no! Busqué en mi mente y me pregunté: ¿Dónde podría encontrar yo un bosque sin salir de mi casa, en el que la risa, la danza y el amor habitaran? Y la respuesta me vino dada: El sueño de una noche de verano del gran William Shakespeare.
He vuelto a releer esta comedia con final feliz. He tenido la suerte de poder ver varias representaciones en teatro de la misma. Las que más me han gustado son las clásicas en las que se escenifica el bosque y las hadas son presentadas como en los dibujos de Cicely Mary Barker.
Me encanta esta pequeña ilustradora a la que la enfermedad postró, pero no consiguió parar el vuelo de su alma y de su mente. Tengo varios libros de ella porque me parecen de una sensibilidad y una belleza inconmensurables.
Así que he pasado una tarde siendo Titania –ya que me pongo, elijo ser la reina– disfrutando con mis haditas, riéndome con las tropelías de mi marido Oberón y asistiendo al triunfo del amor.
¿Por qué no vivir soñando? ¿Por qué no volver de vez en cuando a ser una niña cuyos ojos se agranden ante cualquier pequeña sorpresa? ¿Por qué no ver el mundo a través de su mirada limpia?
Para nosotros, los adultos, este mundo se hace muchos días un lugar árido. Para los niños –salvo que estén malitos– el abrir los ojitos por la mañana es una nueva oportunidad para descubrir cosas. Así que os deseo que Sus Majestades de Oriente os traigan muchos regalos inmateriales y que os dejéis impregnar por esa alegría que ellos viven en estos días. Mi regalo: esta canción de Mariah Carey que me llena de alegría.
MARÍA JESÚS SÁNCHEZ / REDACCIÓN