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La honra de la familia

Lo miraba y no podía evitar enfurecerse: desgreñado, con perilla y bigote. Ni siquiera era una perilla cuidada, perfilada, limpia. ¿Cómo es posible que le guste?... Pero si lleva un pendiente. Además, en su ceja derecha tiene una pequeña marca. Seguro que es de esos que se hacen piercings en el arco superciliar, o en algún arco peor. No puede ser, no puede ser…

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Su tono de enteradillo le sacaba de quicio. Seguro que los vecinos hablaban ya de ellos. No comprendía qué podría haber hecho mal para que su familia, católica, apostólica y romana, tuviera que padecer semejante castigo. Ni siquiera el primo díscolo le había hecho pasarlo tan mal. Al fin y al cabo él era sencillo, solo había que darle un buen dinero de vez en cuando.

De esa manera seguía vistiendo sus jerséis de cuello vuelto, hablando de Marx, juntándose de vez en cuando con sindicalistas, obreritos y gentuza de esa calaña. Pero nunca había traicionado a la familia, cuando había que ponerse de acuerdo en las cosas importantes lo hacía.

Las bravuconadas que de vez en cuando soltaba en reuniones no pasaban de ser eso. Al fin y al cabo es bueno tener alguien así en la familia: aunque sus formas sean horribles tiene claro que la familia es lo que importa, a pesar de que en público tengamos que desautorizarlo por lo que dice.

Aunque eso no fuese lo importante, dejaría de entrar dinero en casa. Habían hecho todo porque no malgastara su dinero con gente sin oficio ni beneficio, chusma, sin apellidos ni honra, muertos de hambre, sucios pobretones…

Toda la férrea educación que durante años pudieron darle entre todos, en especial el abuelo Francisco, se había empezado a disolver cuando ella pudo tener algo de libertad. Menos mal que aún continuaba bajo la enseñanza de los Hermanos de la Cruz Dorada. Gracias a ellos aún conservaba un mínimo de educación y decencia. Sin ellos, todo hubiese sido mucho peor.

Suprimirle la paga casi por completo fue una gran idea. Eso hizo que tuviera que preocuparse más en trabajar y no en darse caprichos, o peor aún, en darle dinero a los pobretones que frecuentaba. Si es que el dinero es un arma muy peligrosa y solo quien sabe, debe manejarlo.

Pero ahora ese deslenguado intentaba meterle en la cabeza que ese dinero era suyo, que la familia le había robado, que la estaban dilapidando, que estábamos directamente gastándonoslo en vicios. ¡Qué disgusto!

¿Desde cuándo un pobre diablo sin afeitar y pelo largo sabía qué había que hacer con el dinero? Seguro que quería separarla de la familia para quedarse con todo su dinero y, sobre todo, quitárnoslo a quienes hemos estado siempre con ella, la hemos educado, la hemos llevado a misa todas las semanas.

Nosotros, que siempre hemos velado por su honra y sus negocios, porque los dineros, aunque fueran suyos, solo puede manejarlos alguien formado, decente, religioso y que sabe distinguir por ella.

Está bien que alguno de nosotros ha podido tener algún desliz. Puede que en algún momento nos hayamos metido en asuntos no demasiado claros. Sí, alguno de los miembros más respetados de la familia, como Rodrigo, había tenido debilidades.

¿Quién no se ha gastado algunos cientos de euros en un club de alterne?... Bueno, sí, fueron bastantes días, y fueron más que cientos de euros, pero es que la carne es débil. Él ya está arrepentido, se confesó y redimió sus pecados. Siempre ha tenido un buen trabajo, es un empresario de éxito y siempre lo ha dado todo por la familia.

Siempre ha tenido amigos respetables. Algunos de ellos también han tenido debilidades, pero siempre han sido capaces de purgar sus pecados con sus confesores. Y aunque no tenga nada que ver, a la hora de los regalos en las ocasiones especiales son generosos con la familia. Son como chiquillos, pero anteponen la familia a todo lo demás.

Las malas juntas, solo es eso, las malas juntas. ¿Cuándo se dará cuenta de que ese zarrapastroso solo la llevará por el mal camino? Según dicen se junta con moros y sudamericanos. ¿A dónde vamos a llegar?

Nunca permitiría que se fuera con ese gualdrapa, calandrajo, trapacero. Cuando la consiga va a robarle todo el dinero y entregárselo a esa panda de vagos. Quiere robarle a la familia todo lo que le pertenece. ¡Qué vergüenza! ¡Ultraje!

En ese momento apareció en la pantalla el mensaje, el mensaje que todo lo cambiaría. Los hechos se precipitaron y ella había elegido a su nuevo novio, a Pablo. Fue el día más amargo para Mariano y toda la familia.

Quizás debería empezar a pensar en hacer las maletas. Menos mal que había guardado parte de la fortuna por si alguna vez esto pasaba. Al final, un rufián con perilla había puesto en su contra a su queridísima. ¡Qué pena negra le invadía! Y lo peor, qué dirían los primos extranjeros…. Ay, qué dolor.

ENRIQUE F. GRANADOS

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