Una expresión recurrente en el mundo político de la izquierda es “Asaltar los cielos”, expresión que recientemente fue empleada por Pablo Iglesias, líder de Podemos, y que los medios de comunicación la destacaron, intentando dar una explicación de la misma a partir de una carta que Karl Marx escribiera a su amigo el doctor Ludwig Kugelmann, en la que Marx hacía referencia a los acontecimientos de la Comuna de París, el movimiento insurreccional que gobernó la capital francesa del 18 de marzo al 28 de mayo de 1871.
Marx a su vez la tomó prestada del gran poeta lírico alemán Friedrich Hölderlin, que la empleó en ocasiones como metáfora y haciendo alusión a la mitología greco-romana cuando se produjo la lucha entre los Titanes y los dioses del Olimpo en la que acabaron derrotados los primeros.
Su origen es, pues, muy lejano, por lo que me ha parecido interesante que veamos que “Asaltar los cielos”, conociendo el significado de su origen mitológico, conlleva enormes riesgos, pues no solo fueron los osados Titanes los vencidos, sino que más tarde también las Furias, que se atrevieron a retar a los dioses, fueron castigados con terribles tormentos.
Brevemente, indicaré que, según la mitología griega, los Titanes configuraban una poderosa raza de doce dioses que gobernaron durante la legendaria edad de oro. Estos dioses primigenios estaban relacionados con elementos de la naturaleza: la Tierra, el Sol, la Luna, los océanos, etc.; no obstante, y pesar de su enorme fortaleza y poder, fueron derrotados en la lucha que mantuvieron con los dioses del Olimpo.
Estos últimos, liderados por Zeus (mitología de Grecia) o por Júpiter (mitología de Roma), los arrojaron y los condenaron a permanecer encarcelados en el Tártaro, la región del inframundo, territorio imaginario que más tarde sería retomado por el cristianismo como el Infierno.
La derrota de los Titanes fue plasmada en lienzos por distintos pintores del Renacimiento o del Barroco. Una de las versiones es la que realizó por el pintor belga Jacob Jordaens, que cuelga en el Museo del Prado, y en la que aparecen unos seres musculosos en el momento de ser aplastados por las grandes rocas desprendidas por los rayos del dios Zeus.
Sin embargo, me ha parecido más interesante presentar la de Cornelis van Haarlem (1562-1638) por su espectacular dramatismo, basado en una concepción estética denominada manierismo.
Este pintor holandés realiza su lienzo titulado “La caída de los titanes” en 1588, cuando solo contaba con 26 años. La obra, como puede comprobarse, es casi una exhibición del dominio que tenía el pintor del desnudo masculino, ya que nos presenta en diferentes posiciones, no a doce, sino a una multitud de titanes que son arrojados del Olimpo, lugar que aparece como foco luminoso en la parte superior de la escena.
El nombre más conocido de los Titanes es el de Prometeo, ya que se le ha presentado de manera habitual como benefactor de la humanidad, puesto que desafió a Zeus engañándole para arrebatarle el fuego y traérselo a los hombres.
Encolerizado por este hecho, Zeus lo castigó encadenándolo a una roca para que un águila, el animal sagrado del dios del Olimpo, le devorara el hígado de día, aunque por la noche le volvía a crecer, de modo que este castigo eterno carecía de fin.
Sin embargo, como reconocimiento y homenaje por su defensa de los hombres, en Atenas se le dedicó un altar en la Academia que había creado el gran filósofo Platón. Desde este lugar, anualmente, partía una carrera de atenienses que, desnudos y descalzos, con la antorcha encendida recorrían la ciudad, ganando la competición el primero que llegaba a la meta con la antorcha mostrando el fuego.
La tragedia del defensor de los humanos fue plasmada por Peter Paul Rubens (1577-1640) en su lienzo “Prometeo encadenado”, en el que se muestra a este Titán que fue castigado con el tormento descrito por “asaltar los cielos” al enfrentarse al todopoderoso, cruel y vengativo Zeus.
A pesar de que los Titanes, dioses engendrados por Gea (la Tierra) y Urano (el Cielo), fueron derrotados y castigados brutalmente, no se les podía dar muerte por su condición de dioses primigenios; sin embargo, las Furias que se atrevieron también a desafiar a los dioses del Olimpo tuvieron un castigo mucho más terrible.
En la mitología greco-romana, las Furias eran cuatro moradores del Hades o reino de los muertos: Sisifo, que fue condenado a portar una enorme piedra por haber delatado las infidelidades de Zeus; Ticio, castigado a ser devorado su hígado por un buitre por intentar seducir a una amante de Zeus; Tántalo, por revelar los secretos de los alimentos que había en la mesa a la que fue invitado por Zeus; e Ixión, castigado a dar vueltas sin fin en una rueda por querer seducir a Hera.
Veamos un par de obras pictóricas que nos muestran a dos de las Furias: Sísifo e Ixión.
Este cuadro Tiziano (1485-1576) sobre “Sísifo” fue encargado por María de Hungría, la hermana del emperador Carlos V, cuando era gobernadora de los Países Bajos. Inicialmente el cuadro colgaba en su residencia de verano de Binche, ciudad ubicada en Flandes. Allí estuvo, junto con los otros cuadros de las Furias, hasta que en 1566 viene a España.
Según nos se narra en la mitología, y que Pilar González recoge en su obra Mitología e iconografía en el Museo del Prado, “Zeus es protagonista de numerosas aventuras, siendo la más conocida es la que se refiere al rapto de Egina, la hija de Asopo. Al pasar Zeus por Corinto en compañía de la joven, fue visto por Sísifo que se lo comunicó a Asopo, dios del río”. Esto fue una auténtica osadía, pues delatar a los poderosos conlleva enormes riesgos.
De este modo, Zeus fulminó a Sísifo y lo arrojó al Tártaro, condenándole a que eternamente cargara con una roca hasta la cumbre de una montaña. Una vez arriba, la roca volvía a caer abajo de la montaña y de nuevo Sísifo tenía que llevarla en sus espaldas a la cumbre. Y esto por toda la eternidad.
En este cuadro del pintor genovés Giovanni Battista Languetti (1625-1626) se nos muestra a Ixión encadenado a unas rocas, al tiempo que varias serpientes rodean su cuerpo.
Según la mitología griega, el día de la boda de Ixión con la bella Día, no cumplió la promesa que le había hecho a su suegro que le reclamó lo prometido. Ixión encolerizado lo arrojó a un foso lleno de brasas, causando la muerte al padre de Día.
Ante el horror que esta Furia había provocado por este crimen, no encontró a nadie que quisiera purificarle. Sin embargo, Zeus se apiadó por la locura en la que había entrado, pero cambió cuando Ixión intentó seducir y violar nada menos que a Hera, la esposa de Zeus. Su condena, al igual que las sufridas por las otras Furias, fue un eterno castigo con atroces sufrimientos.
Posdata: Una vez que hemos conocido el origen de “Asaltar los cielos” por parte de los fuertes y generosos Titanes o de los oscuros y perversos personajes que configuraban las Furias, cabe preguntarse, ¿es posible un nuevo asalto a los cielos cuando estos se han despoblado de dioses y en su lugar están los millones y millones de estrellas y galaxias que nos miran con indiferencia?
Por otro lado, si actualmente significa asaltar a los cielos del dios Capital, hemos de tener en cuenta que sus condenas son despiadadas, tal como les ocurrió a los insurrectos parisinos cuando crearon la Comuna: se saldó con unos 30.000 muertos y con cinco años de ley marcial, para que nadie se le ocurriera volver a desafiar al poder que lo sustentaba. Y es que los dioses greco-romanos -o el actual dios Dinero que gobierna el mundo- eran terriblemente crueles y vengativos.
Marx a su vez la tomó prestada del gran poeta lírico alemán Friedrich Hölderlin, que la empleó en ocasiones como metáfora y haciendo alusión a la mitología greco-romana cuando se produjo la lucha entre los Titanes y los dioses del Olimpo en la que acabaron derrotados los primeros.
Su origen es, pues, muy lejano, por lo que me ha parecido interesante que veamos que “Asaltar los cielos”, conociendo el significado de su origen mitológico, conlleva enormes riesgos, pues no solo fueron los osados Titanes los vencidos, sino que más tarde también las Furias, que se atrevieron a retar a los dioses, fueron castigados con terribles tormentos.
Brevemente, indicaré que, según la mitología griega, los Titanes configuraban una poderosa raza de doce dioses que gobernaron durante la legendaria edad de oro. Estos dioses primigenios estaban relacionados con elementos de la naturaleza: la Tierra, el Sol, la Luna, los océanos, etc.; no obstante, y pesar de su enorme fortaleza y poder, fueron derrotados en la lucha que mantuvieron con los dioses del Olimpo.
Estos últimos, liderados por Zeus (mitología de Grecia) o por Júpiter (mitología de Roma), los arrojaron y los condenaron a permanecer encarcelados en el Tártaro, la región del inframundo, territorio imaginario que más tarde sería retomado por el cristianismo como el Infierno.
La derrota de los Titanes fue plasmada en lienzos por distintos pintores del Renacimiento o del Barroco. Una de las versiones es la que realizó por el pintor belga Jacob Jordaens, que cuelga en el Museo del Prado, y en la que aparecen unos seres musculosos en el momento de ser aplastados por las grandes rocas desprendidas por los rayos del dios Zeus.
Sin embargo, me ha parecido más interesante presentar la de Cornelis van Haarlem (1562-1638) por su espectacular dramatismo, basado en una concepción estética denominada manierismo.
Este pintor holandés realiza su lienzo titulado “La caída de los titanes” en 1588, cuando solo contaba con 26 años. La obra, como puede comprobarse, es casi una exhibición del dominio que tenía el pintor del desnudo masculino, ya que nos presenta en diferentes posiciones, no a doce, sino a una multitud de titanes que son arrojados del Olimpo, lugar que aparece como foco luminoso en la parte superior de la escena.
El nombre más conocido de los Titanes es el de Prometeo, ya que se le ha presentado de manera habitual como benefactor de la humanidad, puesto que desafió a Zeus engañándole para arrebatarle el fuego y traérselo a los hombres.
Encolerizado por este hecho, Zeus lo castigó encadenándolo a una roca para que un águila, el animal sagrado del dios del Olimpo, le devorara el hígado de día, aunque por la noche le volvía a crecer, de modo que este castigo eterno carecía de fin.
Sin embargo, como reconocimiento y homenaje por su defensa de los hombres, en Atenas se le dedicó un altar en la Academia que había creado el gran filósofo Platón. Desde este lugar, anualmente, partía una carrera de atenienses que, desnudos y descalzos, con la antorcha encendida recorrían la ciudad, ganando la competición el primero que llegaba a la meta con la antorcha mostrando el fuego.
La tragedia del defensor de los humanos fue plasmada por Peter Paul Rubens (1577-1640) en su lienzo “Prometeo encadenado”, en el que se muestra a este Titán que fue castigado con el tormento descrito por “asaltar los cielos” al enfrentarse al todopoderoso, cruel y vengativo Zeus.
A pesar de que los Titanes, dioses engendrados por Gea (la Tierra) y Urano (el Cielo), fueron derrotados y castigados brutalmente, no se les podía dar muerte por su condición de dioses primigenios; sin embargo, las Furias que se atrevieron también a desafiar a los dioses del Olimpo tuvieron un castigo mucho más terrible.
En la mitología greco-romana, las Furias eran cuatro moradores del Hades o reino de los muertos: Sisifo, que fue condenado a portar una enorme piedra por haber delatado las infidelidades de Zeus; Ticio, castigado a ser devorado su hígado por un buitre por intentar seducir a una amante de Zeus; Tántalo, por revelar los secretos de los alimentos que había en la mesa a la que fue invitado por Zeus; e Ixión, castigado a dar vueltas sin fin en una rueda por querer seducir a Hera.
Veamos un par de obras pictóricas que nos muestran a dos de las Furias: Sísifo e Ixión.
Este cuadro Tiziano (1485-1576) sobre “Sísifo” fue encargado por María de Hungría, la hermana del emperador Carlos V, cuando era gobernadora de los Países Bajos. Inicialmente el cuadro colgaba en su residencia de verano de Binche, ciudad ubicada en Flandes. Allí estuvo, junto con los otros cuadros de las Furias, hasta que en 1566 viene a España.
Según nos se narra en la mitología, y que Pilar González recoge en su obra Mitología e iconografía en el Museo del Prado, “Zeus es protagonista de numerosas aventuras, siendo la más conocida es la que se refiere al rapto de Egina, la hija de Asopo. Al pasar Zeus por Corinto en compañía de la joven, fue visto por Sísifo que se lo comunicó a Asopo, dios del río”. Esto fue una auténtica osadía, pues delatar a los poderosos conlleva enormes riesgos.
De este modo, Zeus fulminó a Sísifo y lo arrojó al Tártaro, condenándole a que eternamente cargara con una roca hasta la cumbre de una montaña. Una vez arriba, la roca volvía a caer abajo de la montaña y de nuevo Sísifo tenía que llevarla en sus espaldas a la cumbre. Y esto por toda la eternidad.
En este cuadro del pintor genovés Giovanni Battista Languetti (1625-1626) se nos muestra a Ixión encadenado a unas rocas, al tiempo que varias serpientes rodean su cuerpo.
Según la mitología griega, el día de la boda de Ixión con la bella Día, no cumplió la promesa que le había hecho a su suegro que le reclamó lo prometido. Ixión encolerizado lo arrojó a un foso lleno de brasas, causando la muerte al padre de Día.
Ante el horror que esta Furia había provocado por este crimen, no encontró a nadie que quisiera purificarle. Sin embargo, Zeus se apiadó por la locura en la que había entrado, pero cambió cuando Ixión intentó seducir y violar nada menos que a Hera, la esposa de Zeus. Su condena, al igual que las sufridas por las otras Furias, fue un eterno castigo con atroces sufrimientos.
Posdata: Una vez que hemos conocido el origen de “Asaltar los cielos” por parte de los fuertes y generosos Titanes o de los oscuros y perversos personajes que configuraban las Furias, cabe preguntarse, ¿es posible un nuevo asalto a los cielos cuando estos se han despoblado de dioses y en su lugar están los millones y millones de estrellas y galaxias que nos miran con indiferencia?
Por otro lado, si actualmente significa asaltar a los cielos del dios Capital, hemos de tener en cuenta que sus condenas son despiadadas, tal como les ocurrió a los insurrectos parisinos cuando crearon la Comuna: se saldó con unos 30.000 muertos y con cinco años de ley marcial, para que nadie se le ocurriera volver a desafiar al poder que lo sustentaba. Y es que los dioses greco-romanos -o el actual dios Dinero que gobierna el mundo- eran terriblemente crueles y vengativos.
AURELIANO SÁINZ