Ayer tarde, en un momento de tranquilidad, estuve observando unas fotografías de cuando mi esposa y yo éramos jóvenes. Yo tendría unos diecisiete años y ella, quince. Y, la verdad, no pude evitar sentir una gran nostalgia, a pesar de que he sido y soy muy feliz al lado de mi esposa. No en vano, ya son 54 años a su lado y, sin duda, puedo decir que han sido los más bonitos y hermosos de mi vida.
Pese a mi edad, he de confesar que no me siento viejo: me siento mayor, eso sí, y muy feliz, pues con independencia de que las experiencias de la vida hayan sido buenas o malas, hemos estado siempre contra viento y marea, como casi toda la gente de nuestra edad.
Me entristece mucho comprobar que hay jóvenes a los que les ha tocado vivir una época muy distinta a la nuestra. Lo veo con mis propios hijos que, a las primeras de cambio, tiran la tolla y no buscan una salida buena ante las situaciones engorrosas. No admiten el diálogo, no saben escuchar y, la gran mayoría, tampoco sabe razonar. Da la sensación de que lo solucionan todo tirando cada uno por su lado.
No quiero decir que nosotros hiciéramos las cosas mejor ni peor que ellos, pero sí creo que siempre buscábamos la mejor solución cediendo cuando había que ceder y siendo compresivos recíprocamente. De este modo, hemos sabido tirar del carro con buen entendimiento, como la gran mayoría de las personas de nuestra edad
Distinto es que medien malos tratos o conductas que impliquen la humillación o el desprecio hacia la pareja. Esto sí que no se puede aguantar, ya que los que practican malos tratos, tanto físicos como psicológicos, tratan de hacer cuanto más daño, mejor.
En mi opinión, estas son las personas más ruines que pueda haber: despreciables e insociables, y eso sí que no se puede ni se debe tolerar bajo ningún concepto. Antiguamente, cuando las mujeres iban a poner una denuncia por malos tratos, en muchas ocasiones se burlaban de ellas y no les hacían ni puñetero caso.
Hoy en día, las cosas han cambiado pero, por desgracia, sigue habiendo palizas, insultos, humillaciones y crímenes viles contra mujeres indefensas. Para mí, la mujer es el ser más bonito y encantador que ha creado Dios, con sus defectos y sus virtudes; con su capacidad de amar; con su inteligencia… Y el simple hecho de ser mujeres y poder ser madres, las convierte en maravillosas.
Muchos hombres no sentimos atraídos y seducidos por mujeres, y no sólo por una cuestión meramente sexual, sino por esa capacidad de decisión, de riesgo y de compromiso que las hace realmente fascinantes. Hay un encanto mágico en la sonrisa de una mujer: en su mirada, en su silencio, en el calor de su compañía, que es atrayente y diferente a la belleza física.
Admiro su capacidad de amar, su inteligencia, su corazón, su cerebro, su sencillez y, cómo no, sus encantos femeninos –que hasta la más fea, los tiene-. ¿Qué haríamos los hombres sin la mujeres? Nada, señores. La gran mayoría, nada. Por eso, no podemos consentir que siga existiendo la violencia hacia ellas. Amémoslas y respetémoslas.
Pese a mi edad, he de confesar que no me siento viejo: me siento mayor, eso sí, y muy feliz, pues con independencia de que las experiencias de la vida hayan sido buenas o malas, hemos estado siempre contra viento y marea, como casi toda la gente de nuestra edad.
Me entristece mucho comprobar que hay jóvenes a los que les ha tocado vivir una época muy distinta a la nuestra. Lo veo con mis propios hijos que, a las primeras de cambio, tiran la tolla y no buscan una salida buena ante las situaciones engorrosas. No admiten el diálogo, no saben escuchar y, la gran mayoría, tampoco sabe razonar. Da la sensación de que lo solucionan todo tirando cada uno por su lado.
No quiero decir que nosotros hiciéramos las cosas mejor ni peor que ellos, pero sí creo que siempre buscábamos la mejor solución cediendo cuando había que ceder y siendo compresivos recíprocamente. De este modo, hemos sabido tirar del carro con buen entendimiento, como la gran mayoría de las personas de nuestra edad
Distinto es que medien malos tratos o conductas que impliquen la humillación o el desprecio hacia la pareja. Esto sí que no se puede aguantar, ya que los que practican malos tratos, tanto físicos como psicológicos, tratan de hacer cuanto más daño, mejor.
En mi opinión, estas son las personas más ruines que pueda haber: despreciables e insociables, y eso sí que no se puede ni se debe tolerar bajo ningún concepto. Antiguamente, cuando las mujeres iban a poner una denuncia por malos tratos, en muchas ocasiones se burlaban de ellas y no les hacían ni puñetero caso.
Hoy en día, las cosas han cambiado pero, por desgracia, sigue habiendo palizas, insultos, humillaciones y crímenes viles contra mujeres indefensas. Para mí, la mujer es el ser más bonito y encantador que ha creado Dios, con sus defectos y sus virtudes; con su capacidad de amar; con su inteligencia… Y el simple hecho de ser mujeres y poder ser madres, las convierte en maravillosas.
Muchos hombres no sentimos atraídos y seducidos por mujeres, y no sólo por una cuestión meramente sexual, sino por esa capacidad de decisión, de riesgo y de compromiso que las hace realmente fascinantes. Hay un encanto mágico en la sonrisa de una mujer: en su mirada, en su silencio, en el calor de su compañía, que es atrayente y diferente a la belleza física.
Admiro su capacidad de amar, su inteligencia, su corazón, su cerebro, su sencillez y, cómo no, sus encantos femeninos –que hasta la más fea, los tiene-. ¿Qué haríamos los hombres sin la mujeres? Nada, señores. La gran mayoría, nada. Por eso, no podemos consentir que siga existiendo la violencia hacia ellas. Amémoslas y respetémoslas.
JUAN NAVARRO COMINO