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La casa de Bernarda Alba

Leí hace tiempo, no sé si aún seguirá siendo cierto, que Federico García Lorca era el autor español más traducido a otros idiomas. He conocido a gente extranjera deslumbrada ante el autor granadino: su Romancero gitano y sus obras de teatro han conquistado a mucha gente fuera y dentro de nuestras fronteras.

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Muchos de vosotros seguro que leísteis esta obra en el instituto. Yo no tuve esa suerte, pero como mi hermana sí tuvo que hacerlo, un verano de aquellos que eran larguísimos, llenos de horas para vivir y soñar, lo vi en la estantería de nuestro cuarto y pensé que ya era hora de que Federico y yo nos fuéramos conociendo.

No recuerdo si lo leí antes o después de Yerma, otra gran obra de teatro de Lorca. Lo que a mí me conquistó de ambas es el reflejo perfecto de la situación social de la mujer a principios del siglo XX. Aunque yo creo que esa situación se agravó, aún más si cabe, con la dictadura que vino después.

Una cosa que recuerdo siempre con asombro es cómo mi abuela nunca salía de casa. Su vida se circunscribía al ámbito doméstico y de puertas para adentro. Aún hoy, en algunos pueblos de nuestra tierra, está mal visto que una mujer sola tome un café en un bar, si bien es cierto que cada vez va siendo más normal.

Mi madre me cuenta la desgraciada vida que tenían las viudas, las que ya habían tenido un novio y las “solteronas” –yo prefiero la palabra que inventó mi amiga Presen: “solterreina”-. Por eso, se entiende perfectamente el ansia de las hijas de Bernarda por casarse, por huir, por convertirse en mujeres de verdad. Pero, para ello era necesario tener un hombre y unos hijos.

En esta obra no hay hombres. Las protagonistas son todas mujeres: una madre, sus cinco hijas y la criada. La madre es la encarnación de la moral reinante: castradora y asfixiante para las mujeres. Además, ha ocurrido una situación que ha agravado la situación de esas hijas que quieren volar: la muerte del segundo marido de Bernarda, que las ha condenado al ostracismo que el luto imponía en aquella época.

Hay una película española que supongo que será de los sesenta –siento decir que no recuerdo el título-, que se mofaba de los duelos que imponía la costumbre de aquellos tiempos de oscurantismo.

Lo que recuerdo es que era una pareja joven que se quería casar y uno tras otro iban muriendo familiares sin que aquel par de enamorados pudiera lograr su propósito. Y así, les fueron pasando los años, hasta llegar casi a hacerse viejos. Una imagen muy visual fue un niño pequeño vestido entero de negro y con un globo en la mano, también negro.

Federico tenía la sensibilidad suficiente para conocer el alma femenina, para ver en nuestros ojos la pena, la angustia... Y esto lo vais a descubrir –si aún no lo habéis hecho- si miráis dentro de esa jaula velada que la matriarca ha creado para sus vástagas, lo que provocará luchas, frustraciones y envidias que traerán el drama a esta familia de hembras.

La mayoría de lo que leo es ficción pero, desgraciadamente, lo que Lorca nos cuenta en estas páginas era una realidad. Y para despedirme, os dejo con otro granadino famoso: Miguel Ríos, el roquero eterno y su canción Santa Lucía.



Ficha literaria

Título: La casa de Bernarda Alba
Autor: Federico García Lorca
Género: Teatro
Título original: La casa de Bernarda Alba
Fecha de publicación: 1945
Editorial: Cátedra
ISBN: 978-84-37622453

MARÍA JESÚS SÁNCHEZ / REDACCIÓN

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