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Entre cuatro paredes

Nuestra vida diaria es un cúmulo de estrés y prisas. Por ejemplo, en el trabajo, los estudios o en la pareja. Todas esas responsabilidades pueden hacer mella en nosotros. ¿Qué pasaría si sucumbiéramos a esas presiones y nos recluyéramos en casa? Algo parecido sufren las personas Hikikomoris, un fenómeno social también conocido como “el encierro voluntario”.

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El término Hikikomori, traducido como “estar aislado”, procede de Japón, lugar donde surge y se manifiesta este anómalo comportamiento. El término fue utilizado por primera vez en unos estudios científicos realizados por Norihiko Kitao en 1986.

El Hikikomori es un sujeto al que le agobia el mundo exterior y relacionarse con otras personas. Ello hace que los afectados se recluyan por largas temporadas e incluso años en su casa, abandonando el instituto, la universidad o el trabajo. Aunque son capaces de salir, lo hacen en contadas ocasiones para comprar comida. Pero siempre a horas muy tardías o tempranas.

La mayor parte de estos casos se dan en hombres de entre 20 a 49 años. En 2011 surgen datos sobre el problema y se manifestaba que casi un millón y medio de japoneses sufrían el Hikikomori. Aunque es muy probable que en la actualidad esta cifra haya aumentado. Según los médicos, este comportamiento no es sintomático de problemas psicológicos o de trastorno de personalidad. ¿A qué se debe?

Para conocer los motivos de su aparición debemos situarnos en el contexto japonés. Es una cultura milenaria que fusiona elementos muy tradicionales con el más alto nivel tecnológico. Además de ello, han pasado por grandes cambios. Sobre todo en el ámbito socioeconómico. No es de extrañar que se creen hábitos y comportamientos que puedan resultar curiosos para los que vivimos en occidente.

Esto nos lleva a utilizar el término sekentei, que vendría a ser como la obligación con la familia y el entorno en las que se incluye el honor y la reputación de la misma. Desde muy pequeños a los japoneses se les inculca que deben destacar. Sobre todo, en el ámbito académico.

En Japón se afianza un sistema de enseñanza muy duro, en comparación con el occidental, que no todos consiguen superar con honores. Como resultado vemos la gran presión que soportan los chavales japoneses. Al no estar a la altura de las expectativas de la familia, dejan la escuela y abandonan los estudios. Y se recluyen en sus casas.

En el caso de hombres de mayor edad, la reclusión es común cuando no ven cumplidos sus objetivos de tipo amoroso. No soportan la presión del trabajo o, por el contrario, no han encontrado ninguno. Debido a estos factores, acaban encerrándose en sus propias casas, temerosos de la sociedad.

Ahora, debido a las nuevas tecnologías como internet, los videojuegos, las redes sociales o el entretenimiento que proporcionan el manga y el anime, las reclusiones se acentúan. Son métodos de evasión que utiliza el sujeto en su encierro para no relacionarse con el exterior.

El comportamiento del Hikikomori puede agravarse con el denominado amae, término usado para la relación paterno-filial. En este caso, las madres ven que sus hijos se encierran y esperan a que salgan de manera voluntaria. Alimentándolos y mimándolos, sin dejarlos hacer el mínimo esfuerzo por salir al exterior. Es raro que el que padece Hikikomori salga por su propio pie y, si lo hace, podría tardar años.

En la típica familia japonesa es muy importante la imagen de cara al exterior. Es un hecho que el Hikikomori es una vergüenza para la propia familia, que lo considera como un problema interno y lo mantiene en secreto. En casos extremos, acaban acudiendo a profesionales.

En Japón, debido a la epidemia de casos que se están dando de Hikikomori, se han creado organizaciones que buscan ayudar y reinsertar el sujeto en la sociedad. El porcentaje de éxito es de entre un 30 y un 40 por ciento. No es una tarea sencilla porque el paciente no siempre se muestra dispuesto a abrir la puerta al especialista. Se ha creado incluso una empresa dedicada a “tumbar puertas”, de manera literal.

El mayor número de casos de Hikikomoris se dan en Japón. Pero no se descarta que ocurra en otras partes del mundo. Un ejemplo sería España, en el que se han documentado dos casos. El primero en 2007, por el doctor Javier García-Campayo, en Zaragoza. Y otro en 2013, por el doctor Santiago Ovejero en Madrid.

Respecto al tema Hikikomori se han realizado varios animes y mangas que reflejan muy bien esta realidad que viven los japoneses. Un ejemplo interesante es Welcome to NHK o NHK ni Yokoso, basado en una novela ligera escrita por Tatsuhiko Takimo. Esta serie con toques de humor algo bizarros nos retrata la vida de un muchacho de 21 años que vive como Hikikomori y que intenta solucionar su problema.

En conclusión, podemos decir que ser Hikikomori es algo más que vivir encerrado. Es un comportamiento anómalo que se produce como resultado de diversos factores surgidos en la sociedad moderna. Una especie de enfermedad del futuro que parece agravarse con el paso del tiempo.

SARA B. PATRÓN / REDACCIÓN

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