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Menos para charlar

Han pasado muchos años desde que el único mecanismo para pasar un buen rato junto a un videojuego era tener entre las manos un pad. Ya no les digo la de lluvias que se han sucedido desde que el instrumento era un joystick. Varios accesorios como los pulsadores Buzz, los instrumentos de Rock Band o la evolución de Eye Toy, Kinect, han permitido que se deje a un lado el típico mando compuesto de cruceta y botones, por un objeto algo distinto e innovador. Un objeto a medio camino es el Wiimote, un pad que registraba los movimientos del jugador cuando hacía uso de su Wii.

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Pese a lo citado, la auténtica revolución viene de otro puerto. Hemos de tener en cuenta los esfuerzos realizados por las portátiles (Game Boy, PSP) por renovar el panorama, pero no son más que “un mando con pantalla”. Gamepad de Wii U, no te mosquees que no iba por ti. El acabose, el punto y aparte de esta historia, lo ha puesto la telefonía móvil. Así es muy señores míos: los móviles vienen para quedarse.

A los asiduos a estos artículos, se sentirán incómodos abandonando las consolas de sobremesa. No se preocupen, Nostradamus no ha acertado en sus predicciones. Pero el hablar de estos teléfonos “portátiles” es como las lentejas: hay que comerlas de vez en cuando para tener una dieta equilibrada. Y es que los sacamos a colación por la novedosa forma de acercar tanto a veteranos, como a principiantes. Que no es poco.

Rovio Entertainment y sus Angry Birds han hecho mucho por este incipiente mercado, pero no estuvieron en la inauguración de los primeros JUEGOS móviles en mayúsculas. Hay que retroceder en el tiempo para conocer cuál fue el principio de todo.

Hasta el 2002, los prehistóricos “ladrillos”, como se conocía a los primeros Nokia, contaban ya con algunos títulos como el famoso Snake. No obstante, estos no pasaban de lo anecdótico y enganchaban el tiempo justo de esperar al autobús o a que la pareja terminara de arreglarse.

Pero sobre todo, no tenían punto de comparación alguno con los lanzamientos de Playstation 2 que salían en aquella época, ni tan siquiera con los de Game Boy Advance, por comparar con un aparato con unas especificaciones técnicas algo más cercanas.

Sería en 2003 cuando llegaría el precursor de los juegos de móviles actuales, el “antes y después” de los teléfonos: nació N-Gage. Esta máquina sería uno de los primeros smartphones lanzados al mercado –por no decir el primero- que supuso una auténtica revolución… y que por ello nadie comprendió, con el consecuente descalabro comercial que trajo la ausencia de compradores.

Bluetooth, reproductor de MP3 y vídeo –inaudito para la época- y puerto USB, este móvil era más el coche de la chica de Neutrex que un cacharro para hablar. Era casi futurista. Tenía la posibilidad, además, de insertársele unos cartuchitos como si una consola fuera, para disfrutar de cada uno de los juegos que se adquiriesen. No tuvo un catálogo muy extenso, pero las sagas que desfilaron por sus pantallas pasan desde Puyo Puyo hasta King of Fighters, tuvieron una calidad envidiable.

Con la aparición de los “pájaros enfadados”, los iPhones y los móviles Android, surgió un segundo florecimiento de los juegos móviles, con productos destinados a cualquier tipo de persona. Para los más dulces está Candy Crush; los cinéfilos tienen Minion Rush; el deporte rey está presente por Real Football 2013; e, incluso, los más pequeños pueden tener una mascota virtual gracia al injustamente famoso Pou, algo así como la versión fácil y ñoña del clásico Tamagotchi.

Incluso, para quien tenga como hobby favorito escribir a todos sus amigos, tiene el sistema de mensajería WhatsApp. Sí, me han pillado. No es un juego. Pero el observar la hora de la última conexión de tus contactos casi se convierte en uno.

Habrá quien opine que estos ejemplos no son más que muestras de juegos burdos e insulsos, carentes de las mecánicas propias y la profundidad del hardware de las consolas de sobremesa. Error. A pesar de haberse simplificado en algunos apartados, especialmente el gráfico por claras limitaciones técnicas, juegos de la magnitud de Final Fantasy III o mejor aún, Dragon Quest VIII van a salir a la venta para teléfonos móviles de actual generación.

Al margen de que las políticas recientes de Square-Enix sean o no correctas –tranquilícense, ya les doy yo la solución: son terribles- es cierto que está apoyando con muchas energías este mercado emergente que es el de los juegos en la telefonía móvil. La cuestión que está en el aire, y que aún es pronto para dar una solución cerrada es: ¿serán los móviles el futuro de los videojuegos? ¿Relevarán a las consolas?

El presente parece indicar que no, que serán algo así como un complemento, puesto que estos artilugios carecen de las bondades necesarias, actualmente y en un futuro cercano, para superar a la PS4 o Xbox One, por citar algunos ejemplos. De todos modos, no se confíen queridos lectores, igual algún día acuden a El Corte Inglés para hacerse con un juego para su iPhone 8S por 60 euros, el mismo precio que uno de la hipotética “PS5”. Que en esa tienda os saldría por 75, pero eso ya es otra cosa.

Así es señores. Con los móviles actuales se puede escribir mensajes Internet mediante, escuchar música, hacer fotos, ver el calendario, descargar noticias, ver el correo, usar el despertador, el cronómetro, la calculadora, la radio, subir fotos a Facebook, describir nuestro estado en Twitter, visitar esta página web, hasta hacernos un bocata de salami con queso cheddar. Pero háganse la siguiente pregunta, ¿alguien lo usa para llamar, su cometido original? Buenas tardes.

SALVADOR BELIZÓN / REDACCIÓN
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