La Geometría, como los números, posee la capacidad de expresar toda la complejidad de los símbolos, de transcribir gráficamente su quintaesencia y valores abstractos. Sería difícil exteriorizarlos de otro modo.
Su poder de abstracción de lo cotidiano, de despertar fuerzas ocultas e inexplicables, de evocar conocimientos esotéricos que ignoramos conocer por hallarse olvidados en el subconsciente de nuestro primer despertar, y, lo mejor, de decirlo bajo claves que lo convierten en algo inútil al profano, la hacen ser el vehículo idóneo de transmisión de ideas sempiternas.
El número, como explicación cuantitativa del concepto abstracto de medida y longitud que transmite la Geometría, permite ahondar en conceptos que, por su amplitud y profundidad, nos despistaría. Así el triángulo equilátero, como figura regular de menor número de lados, es indeformable; cuando se une a otros muchos triángulos teje una red triangular que llamamos “isométrica”.; además de estructuras sólidas y estables.
También puede crecer numéricamente; al igual que las demás figuras geométricas, originando números poligonales [ilustración XX]. El menor de todos los presentes es el número triangular, que adopta la forma:
Si se suman los cuatro primeros números de la serie natural, la suma será 10, que es el número de Dios, pues lo integran el uno (1) y el cero (0). Dios es la Unidad primordial, la mónada primera, origen de todo el orden cósmico. Simbólicamente, es el punto de partida de todos los números, implícito como substrato a lo largo de toda la serie numérica, latente tras la aparente multiplicidad de los seres y las cosas:
Es decir, cada número natural resulta de sumarle la unidad al anterior; de tal modo, que todos son susceptibles de quedar reducidos a dicha unidad. El cero (0), en cambio, es la nada. En la suma de la Tetraktis pitagórica menor [1 + 2 + 3 + 4 = 10], el 10 es la decena y simboliza el número de la clausura, fin de ciclo: A partir de él, la posición de la nada, el cero (0), multiplica por diez el valor del número situado a su izquierda. La diferencia entre 01 y 10, está en la posición del cero.
El cero a la izquierda no da valor a la unidad; explica la procedencia de lo creado, representado por la unidad, por la mónada. Situado a la derecha, en cambio, el cero indica todos los números anteriores derivados de la misma unidad [(1), (1+1), (1+1+1), (1+1+1+1)…]; es decir, todo lo comprendido en la unidad (1). El cero (0) a la izquierda es el vacío del todo y, situado a la derecha, la Década o la suma de todo el ciclo, el Cosmos.
La suma de los siete primeros números es 28 [1 + 2 + 3 + 4 + 5 + 6 + 7 = 28], que corresponde al plano de la Creación y oculta al Creador en el que se siente reflejado; de ahí que se pueda acceder al conocimiento de la grandiosidad del Creador estudiando los seres y objetos de la creación. Desde un punto de vista cabalístico el 10 y el 28 significan lo mismo; puesto que,
Si 28 es la suma de los siete primeros números, el número 7 simboliza el reencuentro, en el plano de la Creación, de la Unidad inmutable que es origen y síntesis de aquella. Es, de igual modo, el número de la formación, invitándonos a distinguir entre la forma aparente de la creación y lo que representa, entre la apariencia formal y el significado que velan.
La suma de los ocho primeros números es la Tetraktis pitagórica mayor:
Sumados entre sí : 9
Reducidos esotéricamente (es decir, utilizando base 9; es decir, que a las sucesivas sumas se les va restando 9 hasta que ya no sea posible)
De este modo tan sencillo, podemos ir sumando los nueve primeros, e igualmente los diez. La primera suma daría 45, que sumados sus dígitos, curiosamente, sumará 9. Por la reducción esotérica (de base 9) el resultado finalmente sería 0 (cero). La segunda suma, 55, sumarán sus dígitos entre si, 10; que reducidos esotéricamente, el resultado es 1 (uno), la Mónada.
El lector podrá combinar todos los conceptos vertidos y curiosear por los números. Será una curiosa experiencia.
Si lo desea, puede compartir este contenido: Su poder de abstracción de lo cotidiano, de despertar fuerzas ocultas e inexplicables, de evocar conocimientos esotéricos que ignoramos conocer por hallarse olvidados en el subconsciente de nuestro primer despertar, y, lo mejor, de decirlo bajo claves que lo convierten en algo inútil al profano, la hacen ser el vehículo idóneo de transmisión de ideas sempiternas.
«¿Acaso no sabéis que los geómetras utilizan las formas visibles y hablan de ellas, aunque no se trata de ellas sino de esas cosas de las que son un reflejo y estudian el cuadrado en sí y la diagonal en sí, y no la imagen de ellos que dibujan? Y así sucesivamente en todos los casos. Lo que realmente buscan es poder vislumbrar esas realidades que sólo pueden ser contempladas por la mente».
Platón, La República, VII
El número, como explicación cuantitativa del concepto abstracto de medida y longitud que transmite la Geometría, permite ahondar en conceptos que, por su amplitud y profundidad, nos despistaría. Así el triángulo equilátero, como figura regular de menor número de lados, es indeformable; cuando se une a otros muchos triángulos teje una red triangular que llamamos “isométrica”.; además de estructuras sólidas y estables.
También puede crecer numéricamente; al igual que las demás figuras geométricas, originando números poligonales [ilustración XX]. El menor de todos los presentes es el número triangular, que adopta la forma:
1, 3, 6, 10, 15... [n · (n - 1)/2]
Si se suman los cuatro primeros números de la serie natural, la suma será 10, que es el número de Dios, pues lo integran el uno (1) y el cero (0). Dios es la Unidad primordial, la mónada primera, origen de todo el orden cósmico. Simbólicamente, es el punto de partida de todos los números, implícito como substrato a lo largo de toda la serie numérica, latente tras la aparente multiplicidad de los seres y las cosas:
1 + 1 = 2; 2 + 1 = 3; 3 + 1 = 4; … [(n + 1) = N]
Es decir, cada número natural resulta de sumarle la unidad al anterior; de tal modo, que todos son susceptibles de quedar reducidos a dicha unidad. El cero (0), en cambio, es la nada. En la suma de la Tetraktis pitagórica menor [1 + 2 + 3 + 4 = 10], el 10 es la decena y simboliza el número de la clausura, fin de ciclo: A partir de él, la posición de la nada, el cero (0), multiplica por diez el valor del número situado a su izquierda. La diferencia entre 01 y 10, está en la posición del cero.
El cero a la izquierda no da valor a la unidad; explica la procedencia de lo creado, representado por la unidad, por la mónada. Situado a la derecha, en cambio, el cero indica todos los números anteriores derivados de la misma unidad [(1), (1+1), (1+1+1), (1+1+1+1)…]; es decir, todo lo comprendido en la unidad (1). El cero (0) a la izquierda es el vacío del todo y, situado a la derecha, la Década o la suma de todo el ciclo, el Cosmos.
La suma de los siete primeros números es 28 [1 + 2 + 3 + 4 + 5 + 6 + 7 = 28], que corresponde al plano de la Creación y oculta al Creador en el que se siente reflejado; de ahí que se pueda acceder al conocimiento de la grandiosidad del Creador estudiando los seres y objetos de la creación. Desde un punto de vista cabalístico el 10 y el 28 significan lo mismo; puesto que,
[28 => 2 + 8 = 10]
Si 28 es la suma de los siete primeros números, el número 7 simboliza el reencuentro, en el plano de la Creación, de la Unidad inmutable que es origen y síntesis de aquella. Es, de igual modo, el número de la formación, invitándonos a distinguir entre la forma aparente de la creación y lo que representa, entre la apariencia formal y el significado que velan.
La suma de los ocho primeros números es la Tetraktis pitagórica mayor:
1 + 2 + 3 + 4 + 5 + 6 + 7 + 8 = 36
Sumados entre sí : 9
3 + 6 = 9
Reducidos esotéricamente (es decir, utilizando base 9; es decir, que a las sucesivas sumas se les va restando 9 hasta que ya no sea posible)
9 => 0
De este modo tan sencillo, podemos ir sumando los nueve primeros, e igualmente los diez. La primera suma daría 45, que sumados sus dígitos, curiosamente, sumará 9. Por la reducción esotérica (de base 9) el resultado finalmente sería 0 (cero). La segunda suma, 55, sumarán sus dígitos entre si, 10; que reducidos esotéricamente, el resultado es 1 (uno), la Mónada.
El lector podrá combinar todos los conceptos vertidos y curiosear por los números. Será una curiosa experiencia.
ÁLVARO RENDÓN