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Montilla en Perú

Montilla Digital se hace eco en su Buzón del Lector de un artículo remitido por el sacerdote Carlos Linares Delgado, expárroco de San Francisco Solano de Montilla y canónigo de la Santa Iglesia Catedral de Córdoba. Si desea participar en esta sección, puede enviar un correo electrónico a montilladigital@gmail.com exponiendo su queja, comentario o sugerencia. Si lo desea, puede acompañarla también de alguna fotografía.

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De Montilla me vine a Córdoba con una frustración: no haber viajado a Lima, al lugar santo donde aconteció la muerte, el día natalicio para el cielo, de San Francisco Solano, patrono de esa hermosa ciudad. No hubo ocasión ni oportunidad. Quizá la estancia del cráneo de El Santo entre nosotros –entonces yo era arcipreste, no párroco en Montilla- hizo frenar el deseo de conocer el Convento primero de la provincia de los 12 Apóstoles, lugar donde murió El Mejor de los Montillanos.

Este verano se ha cumplido el deseo. El señor obispo de Córdoba, junto al delegado diocesano de Misiones, viajaban a Picota, parroquia donde ejercen su ministerio dos sacerdotes cordobeses, Juan y Leopoldo. Fui invitado y acepté con gusto, como para sanear mi conciencia.

Para mí, el viaje tenía un doble destino: el conocimiento de la selva peruana y el trabajo de Córdoba en aquel lugar, la Diócesis de Moyobamba, y conocer in situ el Gran Convento y la Basílica de San Francisco de Lima.

Los primeros días conocimos, experimentamos y gozamos de la labor pastoral, netamente misionera, de los sacerdotes cordobeses. En tres años han formado una comunidad viva en torno a la parroquia de Picota, de 40.000 habitantes, con 108 poblados, muchos de los cuales van teniendo templo gracias a su labor. Estos cristianos son cariñosos, religiosos, agradecidos, muestran la vitalidad de su fe. Me daba envidia viendo nuestras comunidades a veces mediocres. Un reto para nuestra Diócesis.

De la estancia en Lima, casi medio día lo pasamos en el Convento de San Francisco. Muy cerca de la Plaza de Armas, alrededor de la cual y en los cuatro puntos cardinales se fundaron las iglesias y conventos las cuatro órdenes evangelizadoras: franciscanos, dominicos, mercedarios y agustinos.

El de San Francisco es y sigue siendo el mayor espacio religioso dentro de la ciudad. Nos lo explicó un profesor de Arte de la Universidad, y estuvimos acompañados del franciscano director del Museo. Admiramos su grandeza, contemplamos sus hermosos claustros con cerámica sevillana, visitamos la Basílica donde una capilla en el lateral derecho está dedicada exclusivamente a El Santo; contemplamos las catacumbas, el cementerio antiguo...

Dos lugares muy solanistas me llamaron la atención: uno, la capilla dedicada a El Santo en la Basílica. Toda ella decorada con motivos, cuadros, reliquias pequeñas de Solano, la imagen con cruz y violín...

En el centro, y sobre una peana, había un crucifijo e intuí que allí estuviera el cráneo de El Santo con el precioso relicario realizado en Montilla. No me guardé la duda. Pregunté al director del Museo y me lo confirmó: de esa capilla, entonces mal asegurada y tal vez con el señuelo de tan hermoso relicario, sustrajeron el cráneo de nuestro Santo. Ese es, y no otro, el misterio de la desaparición de la reliquia

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Otro lugar solanista visitado fue la celda donde murió, el pequeño oratorio improvisado cerca para que El Santo pudiera orar; la capilla, la cama pobre que usó, las parihuelas para el entierro –en el que le rindieron honores por su fama de santidad el arzobispo y clero limeño, todas las autoridades virreinales y municipales y las órdenes religiosas-; la sala de cuadros de El Santo (en uno de los cuales, la leyenda dice "Nacido en Montilla").

También vimos un pequeño claustro que daba a una huerta que asomaba al río Rimac, donde paseaba San Francisco Solano. Nos refirieron y comprobamos que de este lugar (no todos lo pueden visitar) harán –va muy adelantado el proyecto- una Casa de Espiritualidad franciscana. No pueden dar mejor uso a este lugar.

No dejo de mencionar algo que atañe a Montilla, en su espíritu misionero contagiado por El Santo. El señor obispo quiso tener un encuentro con todos los misioneros cordobeses de Perú. Hay unos veinte y pudieron acudir nada menos que catorce. Hubo rezo de Hora Menor, presentación de cada uno, Eucaristía, almuerzo en el Seminario de Lurín –una barriada muy pobre de Lima, cerca de Villa Salvador, Premio Príncipe de Asturias-, además de diálogo y concierto de un grupo de adolescentes de una asociación con ayuda económica de Córdoba, arrancados de la calle y formándose en toda regla, también universitarios, para ser personas,

Entre las religiosas estuvieron las montillanas Carmen Leiva y Concha Contreras, además de José María Gómez García, laico, nacido en Montilla. Todo el encuentro y, de modo especial, el compartir con los montillanos, me hizo retrotraerme a mis años de Montilla. Quedó más reforzada en mí la admiración, el conocimiento y, ojalá, la imitación de este montillano, misionero principal de las Indias Occidentales. Para todos, mi saludo y oración.

CARLOS LINARES DELGADO
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