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La vía andaluza

El Gobierno andaluz –y por ende, los andaluces- tiene un problema serio: los Presupuestos de la Junta de Andalucía 2014. Sin entrar a valorar detalladamente los datos previstos, las cuentas públicas andaluzas no serán ni de resistencia: serán de más sufrimiento. La nula autonomía financiera de la comunidad autónoma, que la hacen depender en más de un 90 por ciento de las transferencias provenientes de Madrid, ata de pies y manos al Ejecutivo autonómico.

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No hay dinero más allá del escaso disponible para mantener los servicios públicos, pagar a los empleados de la Administración y aguantar el tipo. No privatizar hospitales ni despedir empleados públicos será ya un triunfo político que es voluntad política de un Gobierno de izquierdas.

Reducir la situación actual a valores morales (gobernantes buenos o malos) es la baza del populismo travestido de nacionalismo andaluz e izquierdismo extremista. Cuanto peor le vaya a la mayoría social que dicen representar, mejor les irá a los demagogos maximalistas que piden a gritos la ruptura del pacto de gobierno que está evitando –y no es poco- la privatización de la sanidad pública, la eliminación por completo de las ayudas sociales, el despido masivo de funcionarios o el ensañamiento contra la educación pública.

No obstante, el Gobierno andaluz –especialmente Izquierda Unida, por ser el eslabón más débil de las dos fuerzas políticas que conforman el cogobierno- no puede obviar el estado de ánimo decaído de la población, donde los populistas se introducen como nadie para captar apoyos a su extremismo moralista. Gestionar los estados de ánimos también es hacer política, de hecho, es la gestión de las emociones lo que salvará a Andalucía del hostigamiento del Estado central.

Los Presupuestos de la Junta de Andalucía para 2014 no serán responsabilidad del cogobierno, sino de un modelo de financiación autonómica que funciona muy bien cuando el consumo es alto y es una ruina cuando el consumo está por los suelos, como en la actualidad. La única responsabilidad del Gobierno de Andalucía será saber señalar a Madrid para que el estado de ánimo de la decepción no se vuelva contra sí mismo.

Se trata de hacer política, algo que la izquierda lleva tiempo sin hacer. Hacer política es algo más que decidir si José Antonio Griñán va al Senado o si la juez Alaya bordea la prevaricación; hacer política, al menos en estos momentos en los que no hay manteca colorá que repartir, es gestionar los estados de ánimo para que el pueblo andaluz se empodere y reclame a Madrid un sistema de financiación que permita a la comunidad autónoma financiar las competencias transferidas. Más autonomía o el caos.

IU tiene, en estos momentos, una responsabilidad histórica si no quiere, cuando pase la tormenta, volver a ser una fuerza política del 5 por ciento que la terminará de despolitizar y convertir en un habitáculo de pureza ideológica sin opciones de escribir en el Boletín Oficial de la Junta de Andalucía (BOJA).

Más pronto que tarde, la tarea principal de IU ha de ser empoderar al pueblo andaluz. Señalando, pedagogía mediante, las verdaderas razones de por qué el Presupuesto de la Junta para 2014 no es propio de un Gobierno autónomo y explicar que sin capacidad de crear nuevos tributos o dependiendo de la generosidad del Gobierno central, la autonomía andaluza no existe.

El lema histórico del feminismo, que dice que “la independencia económica de las mujeres es el principio de su independencia”, es también aplicable a la comunidad autónoma más poblada de España, con mayor tasa de paro y con un sistema productivo inexistente, resultado de más de 30 años de gobiernos socialistas que han vivido subidos a todas las burbujas que por aquí han pasado.

Gestionar el estado de ánimo de la población pasa por conformar un gran frente de izquierdas con los movimientos sociales, partidos progresistas radicados en las diferentes comunidades autónomas (Espacio Plural) y todas las mareas y organizaciones que se han convertido en escudos humanos contra el capitalismo salvaje.

No menos importante, elegir las candidaturas en primarias ciudadanas y movilizar a una gran cantidad de ciudadanos que ahora se debaten entre votar con la nariz tapada o por la abstención. O, peor aún, presas fáciles del populismo que puede estar por venir.

En la gestión de las emociones está el futuro de Andalucía y de la izquierda. Se acercan las conmemoraciones del 4 de diciembre de 1977 y del 28 de febrero, efeméride de la aprobación del Estatuto de Autonomía, fechas simbólicas en las que la izquierda andaluza está obligada a hacer una demostración de fuerza en Madrid.

Señalar desde Andalucía a los culpables de que los Presupuestos sean un problema y revertir el desánimo en esperanza. Volver a ser lo que fuimos para poder ser algo más que resistencia. Una vía andaluza que convenza de que modelo social y modelo de Estado son la misma cosa.

RAÚL SOLÍS
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