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Amar a los animales

Creo que uno de los avances culturales que se han producido en los seres humanos a lo largo de la historia es su relación con los animales. Aunque hay que reconocer que, hasta hace bien poco, se creía que al ser una especie inferior a la humana carecía de todo tipo de derecho, por lo que cualquier forma de trato con ellos era posible, incluyendo el maltrato en cualquiera de sus variantes, sin que nadie tuviera que dar ninguna explicación de esas acciones, puesto que ni siquiera se pedía responsabilidades.

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Cierto que aún perviven fiestas populares en algunas poblaciones de esta piel de toro, que es nuestro país, en las que el disfrute colectivo que se realiza a base de graves sufrimientos hacia animal, incluso de verdadero martirio, es el resultado de una extraña y arcaica forma de sadismo grupal que se justifica porque son “tradiciones con mucho arraigo popular”. ¡Como si el paso de los años disculpara esas brutalidades, cuando lo que manifiesta es que quienes las mantienen no avanzan ni un ápice en humanidad!

No es necesario que realice un repaso de ellas, porque creo que están en la mente de cualquier lector o lectora de este artículo las imágenes de estos festejos.

En el lado opuesto, se sitúan aquellas personas que han desarrollado sentimientos de cariño hacia los animales, por lo que suelen tener una relación estrecha con alguna especie por la que sienten especial predilección. Esto último que apunto, para quienes tienen animales domésticos en sus casas, no les resulta nada extraño, puesto que la mayoría los consideran como si de algún modo formaran parte de la propia familia.

En ocasiones, esto lo he podido comprobar a lo largo del tiempo, cuando al pedirles a los niños que dibujaran a la familia me he encontrado que para ellos no solo se componía de sus padres, de sus hermanos, de sus abuelos (en el caso de que los tuvieran), ocasionalmente, de sus tíos y primos, e, incluso, incorporaban los animales que tenían en casa.

Para ellos, la familia no son solo los miembros que habitan en la propia casa, sino que también forman parte de la misma sus animales domésticos que conviven con ellos como si fueran unos miembros más.

Por otro lado, la experiencia de incluir a los animales se produce desde edades muy tempranas hasta que son adolescentes, que es la etapa del desarrollo en la cual he llevado a cabo las investigaciones.

Para ilustrar este tema, he seleccionado cinco dibujos de los muchos que tengo sobre la integración de los animales en la familia, comenzando por las edades superiores hasta bajar a los niños más pequeños.

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En primer lugar, presento la escena creada por una chica de 12 años cuando tuvo que trazar el dibujo de su familia. Como puede comprobarse, su perra Laly y su perro Blacky, ocupan el centro del grupo. Y lo más curioso es que ambos animales están realizados con un alto grado de realismo, como si la autora quisiera esmerarse con ellos, mientras que los cuatro miembros: sus padres, su hermana y ella misma, reflejan todavía un cierto grado de esquematismo gráfico.

El cariño hacia sus mascotas era tal que por detrás de la lámina escribió sus nombres, indicando lo mucho que las quiere. Pero esto último se evidencia cuando observamos que ambas ocupan el centro de la escena, como si ella misma quisiera presentárnoslos.

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El segundo dibujo corresponde a un niño de 11 años. Como vemos, una vez terminado el trabajo los fue numerando por orden de aparición: comenzó por su padre; le siguió su madre, que tenía en brazos a su hermano pequeño; continuó por él mismo; pasando a su hermana y cerrando con sus mascotas.

Aquí, son tres los animales que conviven con los cinco miembros de la familia: un perro, un gato y un canario. En este caso, y a diferencia de la mayoría que suele escribir el nombre del animal que hay en casa, el autor simplemente optó por indicar la especie a la que pertenecían.

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Este tercer caso corresponde a una chica de 14 años. Lo más curioso de la escena familiar, aparte de lo estilizada que ha presentado a las figuras, es que su padre no aparece, puesto que se encuentra separado de su madre. La separación dio lugar a que su abuela materna se incorporara a la familia. Y si digo curioso, es porque incorpora a su gato que lo llama “minino”; pero no a su padre.

De todos modos, ya sabemos que en muchas separaciones es frecuente que el padre desaparezca emocionalmente de sus hijos, por lo que acaban no dibujándolos cuando se les pide el dibujo de la familia.

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Pero no son solo los animales de tamaño grande, caso de los perros y los gatos, los que aparecen formando parte de la familia en los dibujos de los escolares. Son también las pequeñas mascotas las que se incorporan al ámbito familiar en el caso de que sean los propios autores del dibujo quienes las cuiden.

Es lo que sucede en el quinto trabajo, correspondiente a una niña de 10 años. Comenzó dibujando a su madre, que es la persona más relevante para ella; pasó a su padre; posteriormente, su hermano; el cuarto lugar lo ocupa ella misma; cerrando la familia con una pecera que tiene en su mano derecha con sus peces.

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La relación emocional de niños y niñas con los animales se inicia en edades muy tempranas. Esto lo saben muy bien los padres, ya que muchos de ellos suelen comprarles pequeñas mascotas para que las cuiden y comiencen a desarrollar las responsabilidades de atención hacia los demás.

Esto podemos verlo en el último dibujo de esta breve serie. Es de una niña de 4 años, a punto de cumplir los cinco, cuyos padres le compraron una pequeña tortuga. Como puede comprobarse, para la autora, su tortuga es el foco de atención de todo el grupo.

Quisiera cerrar el artículo manifestando que el sentimiento de respeto y amor hacia los animales, tal como he manifestado, puede despertarse en edades muy tempranas, y, si ello se consolida, ese sentimiento puede ampliarse y extenderse hacia la naturaleza, como germen de una conciencia ecológica tan necesaria en la sociedad en la que vivimos.

AURELIANO SÁINZ
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