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Adiós, Madrid, adiós

Madrid no acogerá la celebración de los Juegos Olímpicos de 2020. Es una fortuna que el modelo que nos ha enterrado en una crisis brutal no sea premiado nuevamente, como si aquí no hubiera ocurrido nada. Como si no supiéramos ya qué produce la política de grandes eventos: Copa América, Fórmula 1, Copa Davis, visitas papales o demás actos pomposos en los que la corrupción corre más deprisa que los atletas olímpicos.

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El pago de unos cánones multimillonarios a las empresas gestoras de marcas asociadas a grandes empresas de la construcción o del mundo financiero ha sido la puerta de salida de muchos miles de millones que ahora nos hacen falta para el mantenimiento de nuestro modelo social: escuelas, hospitales y atención a la dependencia.

Casi todos los casos de corrupción españoles han tenido lugar en medio de la organización de grandes eventos durante los tiempos en los que España iba bien para las grandes constructoras que se lucraban de contratos públicos, a cambio de subvencionar las campañas electorales, comprar trajes, bolsos de Loewe o pagar en dinero negro los favores prestados por nacionalistas españolistas que tributan en Suiza las cifras astronómicas de su capitalismo de amiguetes.

La política de grandes eventos, además de insostenible, es una trampa ecocida y ecosuicida que sólo pretende atraer inversiones innecesarias con las que, hasta hace nada, se han ganado muchas elecciones en medio de sonados casos de corrupción premiados en las urnas.

Mientras políticos de PP y PSOE se hacían fotografías “que pasarán a la historia” cortando cintas en estadios olímpicos, que se han usado tres meses, o inauguraban centros culturales multimillonarios sin programación cultural, se han desatendido el deporte de base o la cultura y se han cerrado centros de investigación de referencia con la excusa de que “no nos podemos permitir este Estado del Bienestar” que nunca pasó de Medioestar.

Por eso, la derrota de la candidatura de los Juegos de Madrid 2020 es una buena noticia para la economía real, la de los ciudadanos, y no la de las empresas que cotizan en el Ibex 35 que tenían puestos sus ojos en los contratos públicos que el ministro de Economía aseguró que podían ser pagados por el Estado.

El deporte se fomenta invirtiendo en los polideportivos de barrios que están abandonados o en apostar por los clubes deportivos de base que cierran porque no reciben un solo euro de las administraciones públicas, y no pagando cánones multimillonarios a empresas especialistas en el lucro internacional a costa de convertir su marca empresarial en un sueño colectivo que hunde países en la bancarrota económica tras su paso. Es la hora de apostar por lo pequeño, por lo importante, por lo que nos hace felices a diario y no en estadios olímpicos que son cerrados a los tres meses de abrirlos.

Adiós, Madrid, adiós. Y ahora, el dinero que estaba destinado a los Juegos Olímpicos, que se destine a lo que nos hace felices a diario: sanidad, educación y atención a la dependencia. Que dinero hay, que ya recordó el ministro De Guindos que “por supuesto que hay dinero para pagar Madrid 2020″.

RAÚL SOLÍS
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