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El 'quarterback' contra todos (II)

En el artículo de la semana pasada pudimos revisar las acciones que llevaba a cabo un mariscal de campo (Quarterback) y ahora vamos a hacer una valoración sobre la importancia que conllevan sus acciones y sus elecciones con respecto a las demás posiciones del ataque. Como ya resalté en la primera parte de este tema, no se les puede quitar ni el mérito ni la validez que tienen todos y cada uno de los componentes del ataque, puesto que sin ellos el quarterback (QB) no tendría opción alguna. Dicho esto, pasamos a analizar las características y las funciones de un buen receptor (wide receiver).

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FOTO: CÓRDOBA GOLDEN BULLS

Los receptores son, en la mayoría de los casos, los destinatarios de los pases del quarterback. Son también, en su gran mayoría, los jugadores más veloces del equipo, junto con los corredores (runningbacks). Deben tener una gran aceleración y velocidad para poder desmarcarse de los defensores y poder recibir así un pase en unas condiciones aceptables.

Además, se les requiere lo que comúnmente llamamos “buenas manos”. De nada sirve tener un gran velocista si, una vez que se ha desmarcado de su oponente, no logra atrapar ningún balón. Hay ciertas anécdotas sobre esto que seguramente se comentarán en próximas publicaciones.
Siguiendo con el hacer del wide receiver (WR), repasemos sus acciones tal y como hicimos con el QB. El WR se reúne con el resto de sus compañeros en el huddle para atender a las indicaciones que le da el quarterback.

Una vez que el huddle se disipa, este trota hacia su posición, que no siempre es la misma, pues depende de la jugada que vayan a poner en práctica. Cuando el quarterback inicia la jugada, el receptor sale de su posición realizando la ruta correspondiente, intentando dejar atrás a su defensor para que el pase no tenga el riesgo de ser interceptado por ningún defensor.

El tiempo que transcurre desde que el QB tiene el balón hasta que realiza el pase suele ser, por lo general, de dos a tres segundos. Ocurre de este modo debido a que la línea ofensiva no puede contener mucho más tiempo a los jugadores de la línea defensiva, que tratan de alcanzar al QB antes de que este logre ejecutar el pase.

Si el WR logra atrapar el pase, ahora tiene otro objetivo añadido que es el de avanzar con el balón todas las yardas posibles. Si no logra atrapar el pase ni tampoco lo hace ningún defensor, significa que el balón ha ido directamente de las manos del QB al suelo, sin que sirva de nada que en el transcurso de un sitio a otro haya sido tocado y rozado por algún jugador. Si ocurre esto, el pase se considera incompleto y la jugada termina aquí. El receptor vuelve trotando al huddle para repetir estos mismos pasos.

Ya hemos descrito cuáles son los pasos que siguen ambos jugadores, quarterback y receptor. Hagamos ahora algunas valoraciones entre ambos con el fin de llegar a ciertas conclusiones. Respecto al receptor, debe memorizar en cada una de las jugadas cuáles son sus rutas o sus bloqueos y, además, debe estar en el lugar correcto en el tiempo preciso para que el QB no dude un instante en ejecutar el pase y, también, para que sus movimientos se desarrollen acordes con el resto de la jugada. Las jugadas no suelen durar más de cinco o seis segundos, por lo que el WR debe realizarla al cien por cien, es decir, debe correr como si fuese la última jugada en cada una de ellas.

Respecto al QB, debe memorizar en primer lugar los movimientos que hace cada uno de sus compañeros, por lo que en comparación con el WR, la dificultad de esta tarea es mayor para el QB, ya que algunos equipos tienen más de 200 jugadas de ataque en su libro de jugadas (playbook). Normalmente, los quarterbacks llevan en su brazo menos hábil una especie de muñequera en el antebrazo en la que tiene descritas las jugadas necesarias, las más complicadas, las más difíciles de memorizar, las jugadas sin huddle...

El quarterback es quien ordena y organiza a sus compañeros. Si detecta antes del inicio de jugada que algún compañero no está en el sitio que debería, él será quien reorganice a su equipo. También ocurre, de manera inusual que, sobre el terreno de juego hay doce jugadores en vez de once. Si el QB inicia la jugada con un jugador más dentro del campo, los árbitros penalizarán a su equipo y tendrán que avanzar más yardas con los mismos downs.

Como ya se comentó, la tarea más complicada para el QB es la de ejecutar un pase con la mayor probabilidad de éxito posible, eligiendo en poco tiempo la mejor opción posible. Aquí es donde un quarterback demuestra lo que vale.

En una jugada de pase, el quarterback retrocede con el balón en sus manos –lo que comúnmente llamamos drop- y con la vista puesta en todos sus receptores que están tratando de abrirse un hueco para estar abiertos al pase.

Si el WR no logra desmarcarse ni siquiera un poco, el QB no podrá contar con el, y es una opción menos para el mariscal. Una vez que el QB visualiza rápidamente cómo se está desarrollando la jugada, éste tiene que procesar toda la información en un tiempo bastante escaso, y aquí es donde se dificulta la tarea.

Por ello, la inteligencia del QB no sólo se refleja en la capacidad que posee para memorizar todo el playbook, sino en su capacidad de aplicar sus conocimientos sobre el juego para analizar e improvisar con rapidez y resolver con éxito situaciones imprevistas en plena jugada.

Siguiendo con el supuesto de la jugada de pase, una vez que el QB ha visualizado a todos sus receptores, debe elegir rápidamente la mejor opción, que puede ser ejecutar el pase a alguno de los receptores o correr él mismo con el balón. Y ya dijimos que, salvo algunas excepciones, estos jugadores no están hechos para correr, aunque es una parte muy atractiva de ver para el espectador.

La tarea del QB termina cuando ha lanzado el pase o cuando ha terminado de correr con el balón. Sin embargo, cuando hablamos de lanzar un pase, éste no puede ser lanzado de cualquier manera, puesto que el balón en el aire va desprotegido y a una dirección determinada, por lo que puede ser atrapado o no por cualquier jugador.

Lanzar un balón de fútbol americano una tarde con algún colega puede ser relativamente fácil si le pones empeño, pero cuando hablamos de la élite, del máximo nivel, y de realizar un pase que vaya directo a las manos del receptor sin que en el transcurso de este sea rozado, tocado y mucho menos atrapado por ningún defensor, aquí la cosa cambia.

El número que posee un QB de intercepciones en una temporada (pases atrapados por la defensa contraria) son un buen barómetro para medir la calidad de un mariscal o, al menos, para determinar si elige las opciones menos arriesgadas, y por tanto, atribuirle una etiqueta de seguridad, siendo éste un QB seguro en sus decisiones.

A esto se le suma la presión que tiene el quarterback desde que coge el balón hasta que decide realizar alguna opción. Esta presión se refiere a la que ejerce los jugadores de la línea defensiva que, desde que se inicia la jugada, tratan de liberarse de la línea ofensiva para llegar hasta el QB y golpear el brazo que atenaza el balón para provocar un fumble o placar a éste con tanta fuerza como sea posible dentro de los límites que exige el reglamento.

No podemos olvidar la habilidad de leer la defensa que poseen los quarterbacks antes de iniciar la jugada, puesto que un cambio de posición de algún compañero, una ruta, un bloqueo o un cambio completo de jugada ante un tipo determinado de defensa puede evitar pérdidas de yardas, lesiones o algún contratiempo relevante.

Como última tarea, al QB le corresponde la capacidad de liderazgo. Es él quien lidera y guía a su equipo hacia el camino correcto. Debe mostrar una confianza hacia todos sus compañeros y soportar los peores momentos sin perder la compostura, transmitiendo a sus compañeros tranquilidad y confianza en todo momento.

Por último, dando por hecho que el quarterback es la piedra angular del ataque, no quisiera terminar este debate del quarterback contra todos sin plasmar esta frase verídica: “es por algo que los quarterbacks que ganan la Superbowl invitan a su línea ofensiva a una buena cena al día siguiente”.

JOSÉ LUIS SÁNCHEZ / REDACCIÓN
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