Una cuestión que resulta bastante desconcertante para la mayoría de la gente, cuando se informa del mundo del Arte, son los desorbitados precios que se pagan por algunos lienzos. Cierto que ya nos hemos habituado a las astronómicas cifras que valen los traspasos y contratos de algunas de las más rutilantes estrellas del fútbol. Esto ya lo vemos como normal; es más, algunos las justifican desde el punto de vista del rendimiento y de los beneficios que generan al club en el que militan.
Hemos de reconocer que la lógica de la sociedad de mercado la tenemos tan asumida que no nos detenemos a pensar que, independientemente de los beneficios y las transacciones mercantiles de los deportistas de élite, desde una perspectiva más humana no encaja que una persona por su trabajo puede ganar lo que otras mil.
Pero bueno, volvamos a tema del Arte y de la pintura. Hace algo más de una año que publiqué en este mismo periódico un artículo que lo titulaba Arte, capitalismo y especulación, en el que abordaba los entresijos del mercado del arte, tomando como referencia la venta de un cuadro del francés Paul Cézanne que había alcanzado la cifra de 191,7 millones de euros.
Reconozco que hay lienzos que son verdaderos documentos históricos, con un enorme valor artístico y que son parte de nuestra cultura. Es más, me atrevería a decir que hay cuadros que es imposible valorarlos desde el punto de vista monetario.
Por ejemplo, ¿cuánto cuesta Las Meninas de Diego de Velázquez? ¿Se podría poner precio a El jardín de las delicias de El Bosco? ¿Qué sería del Louvre si un magnate del petróleo saudí adquiriera La Gioconda de Leonardo da Vinci? o ¿Estaría algún día en venta El Guernica de Pablo Picasso si finalmente este país acabara en la ruina?
Cualquier mente sensata ni se le pasaría por la mente pensar que esas inmensas obras pudieran ser objeto de transacción comercial.
Sin embargo, si exceptuamos los lienzos que ya son parte del patrimonio histórico y cultural cuyas cifras en las casas grandes de subastas, como Christie’s o Sotheby’s, deslumbran, cabe uno preguntarse: en la actualidad, ¿no es el nombre del autor lo que marca finalmente el precio del cuadro? Independientemente de su valor artístico, ¿acaso la compra no está marcada por el deseo de especulación, esperando que con el tiempo suba la cotización de la obra?
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Para aclarar alguna de las interrogantes que he planteado, quisiera ver cómo relacionamos el arte con su valor crematístico. Es por lo que (y simplemente como curiosidad) amigo lector / amiga lectora te pregunto: ¿Cuánto pagarías por el cuadro que te acabo de presentar? ¿Cuánto estarías dispuesto a desembolsar por este lienzo?
Te indico que es un lienzo muy grande, que ocuparía casi toda la pared del salón de tu casa. Por otro lado, a menos que fueras un fanático del arte abstracto y que estuvieras muy metido en ese mundo (cosa bastante insólita), me temo que el nombre del autor te “va a sonar a chino”.
En fin, que si te animas a sacar todos tus ahorros (en caso de que los tengas) de tu cuenta corriente o si estás tan “frito” que solamente puedas jugar con tu fantasía imaginando que un día te tocará alguna de las múltiples loterías que pueblan este país, y te lanzas a aventurar una cifra, yo te explicaré quién lo ha pintado, lo que ha costado y lo que se ha dicho del mismo.
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Pero bueno, volvamos a tema del Arte y de la pintura. Hace algo más de una año que publiqué en este mismo periódico un artículo que lo titulaba Arte, capitalismo y especulación, en el que abordaba los entresijos del mercado del arte, tomando como referencia la venta de un cuadro del francés Paul Cézanne que había alcanzado la cifra de 191,7 millones de euros.
Reconozco que hay lienzos que son verdaderos documentos históricos, con un enorme valor artístico y que son parte de nuestra cultura. Es más, me atrevería a decir que hay cuadros que es imposible valorarlos desde el punto de vista monetario.
Por ejemplo, ¿cuánto cuesta Las Meninas de Diego de Velázquez? ¿Se podría poner precio a El jardín de las delicias de El Bosco? ¿Qué sería del Louvre si un magnate del petróleo saudí adquiriera La Gioconda de Leonardo da Vinci? o ¿Estaría algún día en venta El Guernica de Pablo Picasso si finalmente este país acabara en la ruina?
Cualquier mente sensata ni se le pasaría por la mente pensar que esas inmensas obras pudieran ser objeto de transacción comercial.
Sin embargo, si exceptuamos los lienzos que ya son parte del patrimonio histórico y cultural cuyas cifras en las casas grandes de subastas, como Christie’s o Sotheby’s, deslumbran, cabe uno preguntarse: en la actualidad, ¿no es el nombre del autor lo que marca finalmente el precio del cuadro? Independientemente de su valor artístico, ¿acaso la compra no está marcada por el deseo de especulación, esperando que con el tiempo suba la cotización de la obra?
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Para aclarar alguna de las interrogantes que he planteado, quisiera ver cómo relacionamos el arte con su valor crematístico. Es por lo que (y simplemente como curiosidad) amigo lector / amiga lectora te pregunto: ¿Cuánto pagarías por el cuadro que te acabo de presentar? ¿Cuánto estarías dispuesto a desembolsar por este lienzo?
Te indico que es un lienzo muy grande, que ocuparía casi toda la pared del salón de tu casa. Por otro lado, a menos que fueras un fanático del arte abstracto y que estuvieras muy metido en ese mundo (cosa bastante insólita), me temo que el nombre del autor te “va a sonar a chino”.
En fin, que si te animas a sacar todos tus ahorros (en caso de que los tengas) de tu cuenta corriente o si estás tan “frito” que solamente puedas jugar con tu fantasía imaginando que un día te tocará alguna de las múltiples loterías que pueblan este país, y te lanzas a aventurar una cifra, yo te explicaré quién lo ha pintado, lo que ha costado y lo que se ha dicho del mismo.
AURELIANO SÁINZ