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Servicio vocacional a la nación

Tengo la sensación de que por mucho calor que haga en estos días, y lo hace, no pueden ser tantos los que se lancen a la piscina –en este caso, de la información periodística y de la opinión- denunciando la situación interna que se vive en el Partido Popular tras las últimas informaciones aparecidas en El Mundo, sin que realmente haya agua dentro de ella.

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Agua, en este caso, que huele a sucia y que, de confirmarse su estado, necesitaría de una radical depuración que habría de afectar a la actual cúpula del partido y exigir responsabilidades a cuantos en los últimos veinte años hubieran mantenido algún tipo de connivencia con ese descarado ladrón en el que, presuntamente –respetemos la liturgia procesal, aunque queramos decir, con toda seguridad-, se ha convertido Luis Bárcenas.

Lo cierto es que periodistas que siempre se han identificado con la izquierda y quienes han tenido sus preferencias ideológicas o políticas por la derecha, se han unido en sus críticas al PP y sus dirigentes, en un ejercicio que recoge, sin lugar a dudas, la indignación de los ciudadanos y no digamos ya de los militantes y votantes del Partido Popular.

Porque, con todas las derivaciones que el caso pudiera tener, si se demostrase la financiación ilegal del partido a través de posibles tratos de favor en los distintos niveles de la Administración, lo cierto es que la primera engañada sería la masa social que sustenta al Partido Popular como formación política y que le dio su apoyo electoral en noviembre del 2011.

No sería de recibo que quienes en las más recónditas e incluso adversas circunscripciones o en los grandes núcleos urbanos han venido derrochando ilusión y esfuerzo a lo largo de los años, a cambio, simplemente, de defender otro modelo de sociedad que consideraban mejor, se encuentren ahora con que, ya desde la Presidencia de Aznar o incluso antes, quienes ostentaban el poder en el partido se han venido aprovechando de su posición de privilegio para incrementar su patrimonio al margen de quienes confiaban en ellos y, quién sabe también si al margen de la ley.

Y no sólo eso. Sería indignante que por este motivo, por la avaricia de algunos, un proyecto político de tanto calado, que hoy por hoy representa a la mayoría de la población española, pudiera irse a la deriva en momentos como estos en los que lo que necesita nuestro país son gobernantes con las ideas muy claras y con capacidad de acción, lejos de las guerras barriobajeras que se están viviendo en el seno de nuestros partidos y, más concretamente, del Partido Popular.

No sea tal vez el momento de abrir más heridas y hablar de los elocuentes silencios de algunos dirigentes populares, pero sí el de exigir –no pedir- responsabilidad a todos ellos, por mucho que este ejercicio les pueda llevar al desprestigio personal, evidentemente mucho menos relevante que aquél que está sufriendo toda la nación a la que hasta no hace mucho se jactaban de servir vocacionalmente.

ENRIQUE BELLIDO
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