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Gala, la musa total: Salvador Dalí (y 2)

Hablar de Salvador Dalí y no citar a quien fuera su musa sería un olvido imperdonable. Y es que la rusa Elena Ivanova Diakonova, autodenominada como Gala, “no daba puntada sin hilo”, tal como decimos popularmente en este país.

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Como vimos en el capítulo anterior, la estancia en París de 1929 le proporcionó el contacto con los cenáculos surrealistas. Pero, la verdad, es que a los miembros de esta nueva corriente artística Dalí no les llegó a impresionar, como él mismo esperaba. Solo hizo un amigo, el poeta Paul Éluard, al que invitó para que visitara Cadaqués durante un verano. Efectivamente: Éluard se presentó con su esposa Gala, que iba por la vida de musa y amante del poeta.

Sobre ambos, Elizabeth Lunday nos apunta que “en un principio Gala despreciaba a Dalí, del que decía que parecía un profesional de tango argentino, pero luego vio sus cuadros y entonces fue cuando se lanzó sobre él como un misil guiado por un láser”.

Más adelante, la autora estadounidense sigue: “Fue una de las pocas personas en darse cuenta de su gran talento y en apreciar que ese talento podría producir una increíble riqueza. Por su parte, Dalí estaba locamente enamorado de ella que la cortejaba con un geranio detrás de la oreja e inventó un extraño perfume a base de estiércol para seducirla… Los amigos cercanos la describían como ninfómana, mientras que Dalí aborrecía que lo tocaran. Aún así, los dos juntos estaban muy bien”.

En 1932, Gala y Paul Éluard se divorciaron. Dos años más tarde, Dalí y Gala contrajeron matrimonio en una ceremonia civil. A partir de entonces, Gala dedicó todas sus energías en promocionar a Dalí. Ella tenía muy claro que se había casado con un verdadero filón y había que aprovecharlo.

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Antes de que Gala llegara a acapararlo totalmente, era posible ver figuras femeninas que no fueran ella la que protagonizara el lienzo. Es el caso de este cuadro titulado Muchacha de pie a la ventana, retrato realizado por la espalda de su hermana Ana María, pintado en 1925, cuando Dalí tenía veintiún años.

En esta obra se puede apreciar el claro dominio que tenía de la pintura con un alto grado de realismo, antes de que se introdujera de pleno en el campo del surrealismo.

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Pronto, su musa empezaría a protagonizar una parte importante de los cuadros que pintaría. Es el caso de este que lleva por título Gala con dos chuletas de cordero en equilibrio sobre sus hombros, pintado en 1932, es decir, un año después de casarse.

Ante la pregunta de un periodista por el significado de la obra, Dalí simplemente le respondió: “Me gustan las chuletas y me gusta mi mujer, no veo entonces ninguna razón para no pintarlas juntas”. Las respuestas absurdas e incoherentes serían la tónica que llevaría adelante, pues, me imagino que asesorado por “su musa”, tenía que crearse como un personaje que llamara constantemente la atención.

De todos modos, el éxito ya la había sonreído a Dalí en la exposición montara en 1931, en la que se exponía una de las obras que más fama le daría: La persistencia de la memoria, que ya comenté en el artículo anterior.

Este éxito dio lugar a que la pareja se convirtiera en los favoritos de la clase alta intelectual. Son los inicios en los que Dalí empieza a crearse como ese personaje histriónico, burlesco y absurdo que tanto gustaba a la gente adinerada con necesidad de exhibirse. No tenía, pues, problemas en hacer comentarios estrafalarios sobre Adolf Hitler delante de todo el mundo, diciendo que no había nadie más surrealista que el líder del partido nazi.

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Una vez que estaban unidos, la exaltación de Gala se mostraba de manera continua a través de sus pinturas, puesto que era la modelo que utilizaba, fuera para pinturas sarcásticas, mitológicas, religiosas, futuristas… Vamos, que servía para cualquier temática; y ella, encantada.

Esta segunda obra presentada lleva por título Leda atómica, siendo realizada en 1949. La escena se basa en la fábula clásica de la ninfa Leda que fue poseída por Júpiter, en este caso transformado en cisne a la luz de la física nuclear, ya que, al igual que la estructura del átomo, los elementos gravitan unos en torno a otros sin tocarse ni formar un cuerpo compacto o sólido, según la versión del propio Dalí.

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Por esos años, Dalí había escrito su Manifiesto místico, en el que avanzaba su interpretación del universo a través de las ideas avanzadas por la Física. Dentro de esa línea de unir lo científico con lo espiritual se encuentra Galatea de las esferas, en la que a través de múltiples pequeñas esferas se descubre el rostro de Gala.

De nuevo recupera la estrategia del pintor manierista Arcimbolo de plasmar imágenes ocultas, aunque, en este caso, el rostro se adivina a través de pequeñas esferas que flotan en el espacio.

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A finales de los cuarenta y en la década de los cincuenta irrumpe con las obras de temática religiosa. Toma como referencia a los grandes pintores del Renacimiento por los que sentía una verdadera admiración. Velázquez, Vermeer o Piero della Francesca serán sus referentes en estos temas.

Para la obra La Madona de Portlligat, de la que presento el primer estudio que hiciera, se basará en las obras del pintor italiano Piero della Francesca del que era un gran admirador. Será otra vez Gala quien en esta ocasión representa la Virgen María… Y es que su musa le servía para todo: fuera para una ninfa o para una virgen.

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En 1954 acaba su obra Crucifixión “Corpus hypercubus”, en el que se aprecia la influencia del pintor extremeño Zurbarán en el uso de las túnicas que aplica a la Virgen María. Igualmente, se inspira en los escritos que aparecen en el Tratado de la figura cúbica, un texto de geometría cabalística escrito en el siglo XVI por el arquitecto Juan de Herrera, el mismo que proyectaría el Monasterio de El Escorial.

De este modo, debajo de Jesús, que parece flotar sin gravidez en el aire y sin tocar a una cruz construida por formas cúbicas, aparece María, con túnicas que tienen como referencia a las telas que Zurbarán pintara para los cuadros de las santas. Como no podía ser de otro modo, es Gala la que le sirve de modelo para el retrato femenino.

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Para acabar esta segunda parte de la extensa obra daliniana, traigo la denominada como Cuadro estereoscópico inacabado, realizada entre los años 1973 y 1974, cuando Dalí ya tenía setenta años. Es un lienzo basado en la multiplicación perceptiva del espacio a través de un espejo. Para ello, toma como referencia el recurso empleado por Diego de Velázquez en su archiconocida obra Las Meninas. Este recurso también había sido utilizado posteriormente por el pintor flamenco Jan Van Eyck en uno de sus cuadros titulado El matrimonio Arnolfini.

En el propio lienzo, puede verse al autor por detrás que está pintando a Gala que también se encuentra de espaldas mirando hacia un espejo. En este espejo se reflejan los rostros de ambos, apareciendo, de este modo, de frente hacia el espectador.

Con el paso de los años, el reconocimiento internacional de Salvador Dalí ha sido enorme. Quizás sea el pintor surrealista, junto a René Magritte, más famoso que buceara en la parte oculta de los deseos del ser humano. Por otro lado, junto con Pablo Picasso forma la pareja de grandes pintores españoles del siglo veinte.

Pero el tiempo es implacable; también para los grandes nombres. Así, en 1982, fallece Gala, su musa total. Siete años más tarde, en el año 1989, lo haría el propio Salvador Dalí. Hoy los podemos ver juntos en muchas de las obras de este genial pintor, histriónico personaje, amante de la fama y del dinero, y admirador de la gente acaudalada.

AURELIANO SÁINZ
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