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Amor y sexo

Me gustaría comenzar este artículo rindiendo homenaje al gran poeta que fue Gustavo Adolfo Bécquer y, en especial, con aquella rima que decía "los suspiros son aire y van al aire/ las lágrimas son agua y van al mar./ Dime, mujer, cuando el amor se olvida/ ¿Sabes tú donde va?".

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La gente vive el sexo en función de la educación que le han dado en su casa o en los colegios, o bien, por experiencias vividas, con sus circunstancias y sus traumas, con sus miedos y sus vergüenzas.

Pienso que lo no convencional es posible, soltando amarras –sociales, culturales o familiares- y viviéndolo en una sonrisa. Pienso que el sexo es una caricia, un te abrazo y te dejo ir porque tú estás en mí y yo en ti. El sexo es ya la eternidad en partículas.

Recuerdo que allá por los años sesenta, el tema del sexo era tabú. Todo era pecado: la jerarquía eclesiástica lo imponía todo y la censura lo acababa de rematar. Ibas al cine y no veías una escena de amor ni por asomo.

En la actualidad las cosas han cambiado y ahora tenemos que entender que el sexo no es un problema ni un pecado, sino un verdadero regalo de la naturaleza. Por ello debemos tener plena libertad para vivir nuestra sexualidad lo mejor que sepamos.

Las parejas se duermen en la pasividad, buscando fuera cuando tienen que solucionar el problema desde dentro, ya que la relaciones se construyen y se hacen mejores con el dialogo y con la constancia. Se cree que la otra persona viene a nuestra vida a hacernos felices y que todo será un jardín de rosas cuando lo cierto es que en toda relación hay desavenencias y disgustos.

Entre los hombres, todo habla de amor, grita amor, canta amor, llora amor. En nombre del amor trabajan, sufren toda su vida, se abrazan o se pelean; dan la vida o matan. ¿No es acaso la historia humana una impresionante búsqueda de amor, sembrada de maravillosos éxitos y de monstruosos fracasos?

Amar no es sentirse emocionado por otro; sentir afecto sensible por otro; abandonarse a otro, admirarlo, desearlo, querer poseer a otro. Amar es una esencia, es entregarse al otro con toda la fuerza.

Días atrás me encontré con una joven amiga y la vi un poco nerviosa. Le pregunté qué le ocurría, pues tengo confianza para ello y me comentó que su novio era una persona muy ardiente y que hablaba en todo momento de sexo, queriendo mantener relaciones a cada momento.

Me dijo que le llegó a espetar a su novio: "si no tengo sexo contigo, resulta que soy una reprimida sexual; si uso la píldora, entonces según tú, soy más liberal de la cuenta; si me quedo embarazada, soy una idiota; y si decido abortar, soy Satán".

Se ve que el novio de esta amiga tiene una visión del sexo muy distorsionada y cree que lo más importante es la cantidad antes que el sexo con amor. Por eso le dije que no se trata de hacer carreras o de batir récords, sino de disfrutar con cariño y amor de lo que la madre naturaleza nos ha dado.

El sexo creo yo que es como el amor: si no te amas a ti mismo es bastante improbable que puedas amar a los demás en plenitud. Y es que el conocimiento sexual comienza en uno mismo: hay que conocerse bien para poder compartir con otra persona una sexualidad sana y sincera.

Mi amiga le pidió a su pareja que fuera sexy pero natural; varonil pero sensible; fuerte pero, a la vez, compresivo; independiente pero sin dejar el amor de lado en su vida. "Siendo así serás más generoso con los demás", le espetó la chica, ante lo cual, el chico se dio media vuelta y se despidió de ella con un "hasta mañana, reprimida", marchándose sin darle siquiera un beso. "¡Ya volverá Luisa, ya volverá!", le dije yo.

JUAN NAVARRO COMINO
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