Sin fe ni esperanza, nada tiene sentido. Sin fe ni esperanza estamos perdidos y corremos el riesgo de transitar de espaldas a luz, de caer derrotados ante la enfermedad. Por desgracia, el miedo nos aparta de las victorias. Algo así le comentaba a un amigo que me encontré no hace mucho, mientras paseaba.
Con mucha pena y hundido en el desánimo, me decía: "Juan, no voy a tener fuerza suficiente para vencer en esta lucha contra el cáncer; esta enfermedad me puede". Yo traté de animarle y de convencerlo para que no se diera por vencido. Y es que pienso que no existe ni existirá nunca en el mundo quien, por muy mal que esté, escape al amor infinito de Dios, que trata de ayudar y dar fuerzas a quienes creen en Él.
"La meta existe –le comenté-; el camino es muy duro hasta que llegamos a la meta, pero no tenemos que correr hacia ninguna parte: sólo asegurarnos de no desfallecer pues, cada paso con optimismo, es una gran ayuda para nosotros".
Para mí, es muy importante refugiarnos en lo que más creamos, seamos de la religión que sea. Es importante poder refugiarnos y pedir para que nos dé muchas pero que muchas fuerzas.
Quizá haya personas que no entiendan esto pero a los que estamos bajo el yugo de esta enfermedad, lo primero que nos dicen los doctores es que tengamos mucho ánimo y que seamos optimistas. Sólo de esta forma venceremos.
Evidentemente, también influye mucho tener una buena atención médica. En mi caso, tengo la fortuna de contar con una doctora que es de lo más humano que pueda haber, como la mayoría de los profesionales de Oncología, que son lo más de lo más.
Con estas palabras sólo pretendo transmitir mis ganas y ahínco a todos cuantos estén atravesando por una tesitura similar. Es preciso prestar todo el ánimo del mundo a los conocidos y amigos y, cómo no, pedir a las familias el calor suficiente para que no falte el cariño que, en mi caso, por supuesto no me falta pues todos se vuelcan con sus atenciones.
Este es el segundo artículo que escribo en Montilla Digital sobre el cáncer y, cuando estoy solo y refugiado en mis pensamientos, a veces a punto de caer en el desánimo –por qué no decirlo-, me repito una y otra vez: "Soy capaz de tirar hacia delante; doy gracias a Dios; adelante".
Y así, cuando me siento hundido y por un momento pienso en tirar la toalla, le pido a Dios Nuestro Señor que me dé muchas fuerzas para no desfallecer y aliento y ánimo para el que no lo tenga.
También le comentaba a mi amigo que, lógicamente, no tenía la solución ni la cura para esta enfermedad pero que contara con mi apoyo. "Me limito a apoyarte, a estimularte y a ayudarte… Adelante, amigo, que el camino es duro pero con la ayuda de la medicación y de Nuestro Señor vamos a poder y nos tenemos que aferrar aunque sea a un clavo ardiendo para no desfallecer", le decía.
"Levántate siempre con una sonrisa en los labios y observa a tu alrededor: descubrirás el lado bueno y bonito de las cosas sencillas y normales de la vida, a las que antes no les dábamos importancia. Haz que cada día valga la pena y piensa en lo afortunado que eres al vivir un día más, rodeado de todas las personas más queridas de tu familia y de tus allegados, que te quieren un montón y que desean que tú consigas curarte".
"No pierdas la oportunidad de abrazar y de querer a los que más aprecias. No te rindas. ¡Lucha, amigo, lucha! ¡No te desanimes, que vas a poder!", le repetía una y otra vez. Entonces vi un brillo en sus ojos, una sonrisa espontánea y la alegría que sentía porque pudiéramos hablar con tanta facilidad y sin tapujos de lo nuestro.
En definitiva, esto es lo que pido desde estas líneas a todos los enfermos: mucho ánimo, no desfallezcáis. Cuando lo consigamos, el viento será nuestro amigo, el árbol se tornará en maestro y el amanecer en ritual. La noche se vestirá de colores, las estrellas hablarán el idioma del corazón y el espíritu de la tierra respirará otra vez tranquilo.
Doña Primavera, de manos gloriosas, haz que por la vida derrame rosas. Rosas de alegría; rosas de perdón; rosas de cariño, y de exultación. ¡Ánimo, amigos, mucho ánimo! ¡Y no desfallezcáis! ¡Adelante, que ganaremos la batalla con mucho ánimo y con la ayuda de Dios Nuestro Señor!
Si lo desea, puede compartir este contenido: Con mucha pena y hundido en el desánimo, me decía: "Juan, no voy a tener fuerza suficiente para vencer en esta lucha contra el cáncer; esta enfermedad me puede". Yo traté de animarle y de convencerlo para que no se diera por vencido. Y es que pienso que no existe ni existirá nunca en el mundo quien, por muy mal que esté, escape al amor infinito de Dios, que trata de ayudar y dar fuerzas a quienes creen en Él.
"La meta existe –le comenté-; el camino es muy duro hasta que llegamos a la meta, pero no tenemos que correr hacia ninguna parte: sólo asegurarnos de no desfallecer pues, cada paso con optimismo, es una gran ayuda para nosotros".
Para mí, es muy importante refugiarnos en lo que más creamos, seamos de la religión que sea. Es importante poder refugiarnos y pedir para que nos dé muchas pero que muchas fuerzas.
Quizá haya personas que no entiendan esto pero a los que estamos bajo el yugo de esta enfermedad, lo primero que nos dicen los doctores es que tengamos mucho ánimo y que seamos optimistas. Sólo de esta forma venceremos.
Evidentemente, también influye mucho tener una buena atención médica. En mi caso, tengo la fortuna de contar con una doctora que es de lo más humano que pueda haber, como la mayoría de los profesionales de Oncología, que son lo más de lo más.
Con estas palabras sólo pretendo transmitir mis ganas y ahínco a todos cuantos estén atravesando por una tesitura similar. Es preciso prestar todo el ánimo del mundo a los conocidos y amigos y, cómo no, pedir a las familias el calor suficiente para que no falte el cariño que, en mi caso, por supuesto no me falta pues todos se vuelcan con sus atenciones.
Este es el segundo artículo que escribo en Montilla Digital sobre el cáncer y, cuando estoy solo y refugiado en mis pensamientos, a veces a punto de caer en el desánimo –por qué no decirlo-, me repito una y otra vez: "Soy capaz de tirar hacia delante; doy gracias a Dios; adelante".
Y así, cuando me siento hundido y por un momento pienso en tirar la toalla, le pido a Dios Nuestro Señor que me dé muchas fuerzas para no desfallecer y aliento y ánimo para el que no lo tenga.
También le comentaba a mi amigo que, lógicamente, no tenía la solución ni la cura para esta enfermedad pero que contara con mi apoyo. "Me limito a apoyarte, a estimularte y a ayudarte… Adelante, amigo, que el camino es duro pero con la ayuda de la medicación y de Nuestro Señor vamos a poder y nos tenemos que aferrar aunque sea a un clavo ardiendo para no desfallecer", le decía.
"Levántate siempre con una sonrisa en los labios y observa a tu alrededor: descubrirás el lado bueno y bonito de las cosas sencillas y normales de la vida, a las que antes no les dábamos importancia. Haz que cada día valga la pena y piensa en lo afortunado que eres al vivir un día más, rodeado de todas las personas más queridas de tu familia y de tus allegados, que te quieren un montón y que desean que tú consigas curarte".
"No pierdas la oportunidad de abrazar y de querer a los que más aprecias. No te rindas. ¡Lucha, amigo, lucha! ¡No te desanimes, que vas a poder!", le repetía una y otra vez. Entonces vi un brillo en sus ojos, una sonrisa espontánea y la alegría que sentía porque pudiéramos hablar con tanta facilidad y sin tapujos de lo nuestro.
En definitiva, esto es lo que pido desde estas líneas a todos los enfermos: mucho ánimo, no desfallezcáis. Cuando lo consigamos, el viento será nuestro amigo, el árbol se tornará en maestro y el amanecer en ritual. La noche se vestirá de colores, las estrellas hablarán el idioma del corazón y el espíritu de la tierra respirará otra vez tranquilo.
Doña Primavera, de manos gloriosas, haz que por la vida derrame rosas. Rosas de alegría; rosas de perdón; rosas de cariño, y de exultación. ¡Ánimo, amigos, mucho ánimo! ¡Y no desfallezcáis! ¡Adelante, que ganaremos la batalla con mucho ánimo y con la ayuda de Dios Nuestro Señor!
JUAN NAVARRO COMINO