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On the air

Jamás reconocería lo nervioso que estaba. Fue de un lado a otro de la oficina, sin rumbo. Con su inseparable cuaderno y mordisqueando un bolígrafo azul. Bebió más café del que era capaz de soportar. Era importante, no podía echarlo todo por la borda. Había trabajado muy duro, nadie le había regalado nada.

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El gran día. Siete de la tarde. Veinticinco de febrero. El año no es lo importante. Estaba enfrente suya, el gran tipo perfectamente preparado para la ocasión. Todo lo que hubiese leído sobre él no importaba ahora. Las preguntas fueron enviadas con dos semanas de antelación.

Confiaba en poder sacar de la chistera algunas cuestiones que le hiciera tener alguna posibilidad en el combate dialéctico que tendría lugar en unos minutos. Se estaba atragantando con su propia saliva, se deslizaba por su garganta haciendo un ruido imperceptible para los demás pero que, para él, era un espectáculo acústico.

Repaso de las notas con las manos temblorosas. Se le cayeron al suelo. La voz anunció lo inevitable. "Estamos en el aire en tres, dos, uno…". Sonaba al verdugo anunciando la ejecución. Alea iacta est.

Al principio todo fue como esperaba. El invitado era un experto: decir mucho sin decir nada. Más de un espectador se estaba conformando con aquellas respuestas que no conducían a ninguna parte, pero había demasiado en juego.

No soportaba su falsedad, era como un pacto de no agresión. Su tono de voz era el de un ser superior que tenía todas las respuestas correctas sintiendo piedad por los insignificantes de su alrededor. Inadmisible, no iba a dejarse pisotear.

Pero no iba a ser sencillo. Había que reconocer que el adversario era de categoría, y cada vez quedaba menos tiempo. El enemigo número uno en su negocio. Como se descuidara, no podía asegurar que tuviese una nueva oportunidad.

No sabría explicar cómo ocurrió exactamente, pero sucedió. Respiró profundamente y realizó la pregunta. La mayor satisfacción fue cuando aquel individuo congeló su risa. Creía que saldría impune del encuentro.

Por desgracia, dio con alguien que no iba a conformase con un “todo va bien”. Las versiones oficiales son las menos oficiales de las versiones. Publicidad. Hizo caso omiso a los gritos del realizador y director. Se reía del productor.

La victima no sabía dónde meterse. Se encaró alegando falta de ética y de rigor profesional. El profesional sonrió tímidamente y aguantó el chaparrón. Se largó diciendo que hizo su trabajo. Se largo de allí, mandando todo a la mierda.

CARLOS SERRANO
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