Ya va a hacer más de medio año desde que el Ayuntamiento de Montilla inició el expediente oficial para declarar Hijo Predilecto de la localidad al sacerdote Don Cristóbal Gómez Gómez y, que yo sepa, hasta ahora, nada de nada.
Este verano, cuando estuve en Montilla con motivo de la Fiesta de la Vendimia, comprobé que en varias iglesias había unos folios para firmar a favor de este hombre que entregó buena parte de su vida a recuperar el nombre de San Juan de Ávila. Y, desde entonces, no he visto ninguna noticia reflejada en Montilla Digital que hable sobre este asunto.
Si, en su caso, se hubiese tratado de un deportista de elite o de un torero famoso, seguro que se hubiese volcado más de uno –sobre todo esos políticos que se muestran tan radicales contra todo lo que se refiera a la Iglesia-. Y no saben –o tal vez lo sepan, pero prefieren ignorarlo- que este sacerdote era todo bondad, que socorría tanto a los de derechas como a los de izquierdas pues, para él, no había partido político, ya que se dedicaba sólo a hacer el bien y a prestar ayuda a los más necesitados; en trabajar todo lo posible por su ciudad natal, Montilla.
¿Y ahora, cómo le paga Montilla y los montillanos? Con el olvido. Tengamos en cuenta que el auge de nuestra ciudad como referente del turismo religioso en torno a San Juan de Ávila –algo de lo que más de un montillano recogerá buenos ingresos- es fruto, en buena medida, de la labor callada y continua de Don Cristóbal Gómez, antes incluso de que fuera ordenado sacerdote.
En aquel precioso enclave de la calle de la Paz, este buen montillano siempre estaba dispuesto a enseñar la casa del santo a los turistas que se acercaban hasta ella, a cualquier hora del día. Eso por no hablar de horas de trabajo que se pasó restaurando ese inmueble o la capilla de la ermita de la Virgen de la Paz.
Y hablo con conocimiento de causa pues, en los años de mi niñez en Montilla, lo viví en primera persona y los chavales de la calle ayudábamos en lo que podíamos. Sin embargo, parece que de esto no se acuerda nadie ni quieren acordarse.
Por este motivo, desde la nostalgia y a muchos kilómetros de mi Montilla, le pido a mis paisanos y a su Ayuntamiento que le concedan a título póstumo el reconocimiento como Hijo Predilecto, pues Don Cristóbal Gómez se lo merece de verdad.
Sin duda alguna, si yo estuviese allí, me gustaría asistir a algún Pleno Municipal para solicitárselo a los políticos, incluido al alcalde, ya que este sacerdote fue un ejemplo para todos los montillanos.
Este verano, cuando estuve en Montilla con motivo de la Fiesta de la Vendimia, comprobé que en varias iglesias había unos folios para firmar a favor de este hombre que entregó buena parte de su vida a recuperar el nombre de San Juan de Ávila. Y, desde entonces, no he visto ninguna noticia reflejada en Montilla Digital que hable sobre este asunto.
Si, en su caso, se hubiese tratado de un deportista de elite o de un torero famoso, seguro que se hubiese volcado más de uno –sobre todo esos políticos que se muestran tan radicales contra todo lo que se refiera a la Iglesia-. Y no saben –o tal vez lo sepan, pero prefieren ignorarlo- que este sacerdote era todo bondad, que socorría tanto a los de derechas como a los de izquierdas pues, para él, no había partido político, ya que se dedicaba sólo a hacer el bien y a prestar ayuda a los más necesitados; en trabajar todo lo posible por su ciudad natal, Montilla.
¿Y ahora, cómo le paga Montilla y los montillanos? Con el olvido. Tengamos en cuenta que el auge de nuestra ciudad como referente del turismo religioso en torno a San Juan de Ávila –algo de lo que más de un montillano recogerá buenos ingresos- es fruto, en buena medida, de la labor callada y continua de Don Cristóbal Gómez, antes incluso de que fuera ordenado sacerdote.
En aquel precioso enclave de la calle de la Paz, este buen montillano siempre estaba dispuesto a enseñar la casa del santo a los turistas que se acercaban hasta ella, a cualquier hora del día. Eso por no hablar de horas de trabajo que se pasó restaurando ese inmueble o la capilla de la ermita de la Virgen de la Paz.
Y hablo con conocimiento de causa pues, en los años de mi niñez en Montilla, lo viví en primera persona y los chavales de la calle ayudábamos en lo que podíamos. Sin embargo, parece que de esto no se acuerda nadie ni quieren acordarse.
Por este motivo, desde la nostalgia y a muchos kilómetros de mi Montilla, le pido a mis paisanos y a su Ayuntamiento que le concedan a título póstumo el reconocimiento como Hijo Predilecto, pues Don Cristóbal Gómez se lo merece de verdad.
Sin duda alguna, si yo estuviese allí, me gustaría asistir a algún Pleno Municipal para solicitárselo a los políticos, incluido al alcalde, ya que este sacerdote fue un ejemplo para todos los montillanos.
JUAN NAVARRO COMINO