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Buscando

Estoy buscando otras alternativas, otras posibilidades a este desastre que veo en las noticias todos los días. Aunque he de decir que he decidido no verlas, porque he empezado a preguntarme, al igual que el grupo francés Kana, si no querrán aterrorizarnos con ellas y, así, cualquier medida que tomen no nos parecerá tan mal. La canción Terrorisés de Kana me ha demostrado que no sólo ocurre en España esta política del miedo que trata de controlarnos. No hay nada más fuerte que el miedo y lo saben…

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He de confesar que también me he dejado caer en la indignación y en la frustración porque yo, como dijo Leonor Watling cuando la entrevistó Jesús Quintero, pertenezco a una generación a la que nos han enseñado que cuando algo se hace mal, existe un castigo.

A mí no me van a convencer nunca de que las medidas que se están tomando son las que hay que tomar porque no hay más remedio, a saber, subida del IVA, congelación de las pensiones, despido super-barato... cuando veo cómo gente que ha despilfarrado fondos públicos, gente que ha especulado, gente que ha gestionado entidades financieras en su propio beneficio están en la calle, sin pagar las consecuencias de sus actos y, lo peor: sin devolver el dinero.

Recuerdo que, desde pequeña, he tenido mis obligaciones y, si nos las cumplía, mis padres me castigaban. Pues en la España actual no hay castigo. Esto supone una incredulidad por parte del pueblo sobre la función de los políticos y una mala educación para las generaciones más jóvenes, a las que se les hace ver que los malos actos no traen consecuencias.

Ninguno de los dos partidos mayoritarios se ha puesto firme para que paguen los platos quienes los rompieron. Por ello, ya no creo que vayan a hacer nada para ayudarnos. Así que empecé a buscar y terminé en una conferencia sobre La moneda social de Julio Gisbert, cuyo blog les recomiendo.

Este hombre cree y yo también, que tiene que haber otras alternativas al dinero tal y como lo conocemos. El dinero, en la actualidad, se basa en la confianza. Yo confío en que el billete de 20 euros me permite comprar cosas y servicios por valor de 20 euros, ya que si lo pensamos, sólo es un papel: detrás de él no hay nada, no es como cuando el dinero tenía el soporte del oro. Uno sabía que un billete valía una cantidad de oro que se podía retirar en el Banco de España.

La moneda social funciona igual. La base de la misma es un sistema de intercambio o de trueque, sin que haya de por medio dinero oficial –euros en nuestro caso-. Cada cosa o servicio tiene un valor y ese valor viene señalado en la moneda que una comunidad de personas haya creado.

Con un ejemplo se puede ver mejor. En Jerez hace tiempo que se han unido una serie de personas y han creado una moneda “el zoquito”. Si buscáis en la red hay muchas más en nuestra tierra y en España.

Si yo quiero cortarme el pelo, voy con mi cartilla de zoquitos a la peluquería y, a la hora de pagar, la peluquera apunta en su cartilla 20 zoquitos (supongamos que es el precio que cuesta este servicio) y yo resto de la mía el mismo importe. La peluquera, con esos 20 zoquitos, puede ir a comprar frutas y verduras y pagar con ellos en la frutería. Y así, sucesivamente.

El sistema se basa en la confianza. Quizás a gran escala no se pueda hacer, pero sí en comunidades, como pueden ser nuestros pueblos o asociaciones de vecinos. Además, esta forma de vivir permite que no queden fuera del sistema las personas que no tienen empleo y que, por ello, no tienen dinero legal (euros). Porque pueden prestar servicios como cocinar, limpiar, acompañar a alguien al médico, cuidar a personas... a gente que no puede pagar con dinero. Y por estos servicios obtendrían un número de moneda social con el que podrían adquirir comida y servicios.

Este sistema existe en muchos países de Europa y América. En Argentina lo utilizaron en ciertas zonas cuando implantaron el “corralito”. También existen los bancos de tiempo. En ellos se acumula tiempo por prestar servicios y, con el tiempo que tienes en tu cuenta, puedes obtener otros servicios.

Me ha sorprendido y me ha hecho tener esperanza comprobar que el ser humano busca caminos alternativos a los problemas que parecen no tener solución. Supongo que, al fin y al cabo, somos animales y nuestro instinto de supervivencia está ahí. Os animo desde aquí a buscar más información sobre este tema y a no veniros abajo a los que, como muchos de mis amigos y familiares, no tenéis trabajo y no veis una salida al túnel.

MARÍA JESÚS SÁNCHEZ A.
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