El ensañamiento de la caverna mediática ha cumplido su objetivo: Leire Pajín abandona la política siendo una apestada. El discurso contra Pajín se ha construido con las tripas del establishment del patriarcado, que se ve atacado cuando una mujer cuestiona los dogmas de la desigualdad.
Leire Pajín y Bibiana Aído fueron las dianas preferidas de la derecha más reaccionaria durante los años del zapaterismo. Cuanto mayor era la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres, mayores eran los contenidos informativos que se publicaban para ridiculizar el físico o declaraciones hechas por ellas, declaraciones que los hombres que están en la vida pública hacen día sí y día también.
Pasó con Celia Villalobos, ridiculizada hasta la extenuación; con Bibiana Aído, de la que se exageró una anécdota hasta convertirla en un demonio que amenazaba la vida de los hombres; con María Teresa Fernández de la Vega, de la que llegó a correr una leyenda urbana de que su lesbianismo era el culpable de su rectitud; con Trinidad Jiménez, de la que los medios publicaron ríos de tinta sobre la chupa de cuero con la que apareció en un cartel electoral para las elecciones municipales madrileñas.
Ocurrió con Magdalena Álvarez, a la que sacaron fotografiada en traje de baño en una playa; con Carmen Calvo, de la que se burlaron por su perfecto acento andaluz; con Soraya Sáenz de Santamaría, que fue juzgada por renunciar libremente al permiso de maternidad para trepar en la vida política, como hacen el 95 por ciento de los hombres sin que nadie se entere.
Y la última mujer que está siendo el hazmerreír de una sociedad asquerosamente machista es la ministra de Empleo, Fátima Báñez, a la que se le critica su aspecto físico por encima de su tarea al frente del Ministerio.
Las mujeres políticas sufren la transversalidad del machismo. Ni en sus propios partidos encuentran apoyos y su trayectoria por la vida pública no pasa a la historia por sus logros o aciertos, sino por sus anécdotas, por su vestuario o por su aspecto físico. Las denigran tanto los medios de izquierdas como los de derechas. La ideología de la misoginia funciona como pensamiento único.
En este sentido, la reacción en las redes sociales, tras enterarse de la dimisión de Pajín, no se ha hecho esperar. La exministra socialista se ha convertido en el tema más comentado en Twitter (trending topic) y no precisamente para juzgar su acción política, sino para ensañarse con su condición de mujer.
Un usuario publica que “Leire Pajín abandona la política. Espero que ahora encuentre tiempo suficiente para lavarse alguna vez el pelo”. Otro dedica a Pajín otra perla de machismo delictivo: “cada vez tengo más claro que sois unos machistas y unas envidiosas. ¡Ya quisiérais estar tan buenas como Leire Pajín”.
Pero es el tuit de @Juanjiramirez el que demuestra que los medios de comunicación de la caverna han conseguido calar en una sociedad educada para el machismo: “¿Cuántas veces le habrán sangrado las rodillas a Ana Mato, Fátima Báñez y Leire Pajín, entre otras, para estar donde están?”.
Nadie hablará de que Leire Pajín fue una de las grandes aliadas del colectivo LGTB dentro del PSOE para que el matrimonio igualitario, con adopción incluida, fuera una realidad. Ni que incidió sobremanera para que se aprobara la Ley Integral contra la Violencia de Género.
Tampoco publicará nadie que con Leire Pajín la Ayuda al Desarrollo ganó en dignidad y alcanzó en 2005 el máximo histórico de la aportación española a la lucha contra la miseria y la pobreza extrema en el mundo.
En el futuro, el caso de Leire Pajín será paradigmático para estudiar cómo el machismo se ensaña con las mujeres políticas, que son juzgadas por su físico y no por su actividad pública. Si a la condición de mujer se le añade la juventud, la misoginia se eleva a la undécima potencia. Y si, además, las mujeres en cuestión son feministas, el resultado es el escarnio público.
Cuando se vilipendia a las mujeres por el hecho de ser mujeres, vale casi todo con tal de derribar el objetivo que pone en peligro los privilegios del patriarcado. Leire Pajín se marcha de la política pero el machismo vino para quedarse.
Leire Pajín y Bibiana Aído fueron las dianas preferidas de la derecha más reaccionaria durante los años del zapaterismo. Cuanto mayor era la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres, mayores eran los contenidos informativos que se publicaban para ridiculizar el físico o declaraciones hechas por ellas, declaraciones que los hombres que están en la vida pública hacen día sí y día también.
Pasó con Celia Villalobos, ridiculizada hasta la extenuación; con Bibiana Aído, de la que se exageró una anécdota hasta convertirla en un demonio que amenazaba la vida de los hombres; con María Teresa Fernández de la Vega, de la que llegó a correr una leyenda urbana de que su lesbianismo era el culpable de su rectitud; con Trinidad Jiménez, de la que los medios publicaron ríos de tinta sobre la chupa de cuero con la que apareció en un cartel electoral para las elecciones municipales madrileñas.
Ocurrió con Magdalena Álvarez, a la que sacaron fotografiada en traje de baño en una playa; con Carmen Calvo, de la que se burlaron por su perfecto acento andaluz; con Soraya Sáenz de Santamaría, que fue juzgada por renunciar libremente al permiso de maternidad para trepar en la vida política, como hacen el 95 por ciento de los hombres sin que nadie se entere.
Y la última mujer que está siendo el hazmerreír de una sociedad asquerosamente machista es la ministra de Empleo, Fátima Báñez, a la que se le critica su aspecto físico por encima de su tarea al frente del Ministerio.
Las mujeres políticas sufren la transversalidad del machismo. Ni en sus propios partidos encuentran apoyos y su trayectoria por la vida pública no pasa a la historia por sus logros o aciertos, sino por sus anécdotas, por su vestuario o por su aspecto físico. Las denigran tanto los medios de izquierdas como los de derechas. La ideología de la misoginia funciona como pensamiento único.
En este sentido, la reacción en las redes sociales, tras enterarse de la dimisión de Pajín, no se ha hecho esperar. La exministra socialista se ha convertido en el tema más comentado en Twitter (trending topic) y no precisamente para juzgar su acción política, sino para ensañarse con su condición de mujer.
Un usuario publica que “Leire Pajín abandona la política. Espero que ahora encuentre tiempo suficiente para lavarse alguna vez el pelo”. Otro dedica a Pajín otra perla de machismo delictivo: “cada vez tengo más claro que sois unos machistas y unas envidiosas. ¡Ya quisiérais estar tan buenas como Leire Pajín”.
Pero es el tuit de @Juanjiramirez el que demuestra que los medios de comunicación de la caverna han conseguido calar en una sociedad educada para el machismo: “¿Cuántas veces le habrán sangrado las rodillas a Ana Mato, Fátima Báñez y Leire Pajín, entre otras, para estar donde están?”.
Nadie hablará de que Leire Pajín fue una de las grandes aliadas del colectivo LGTB dentro del PSOE para que el matrimonio igualitario, con adopción incluida, fuera una realidad. Ni que incidió sobremanera para que se aprobara la Ley Integral contra la Violencia de Género.
Tampoco publicará nadie que con Leire Pajín la Ayuda al Desarrollo ganó en dignidad y alcanzó en 2005 el máximo histórico de la aportación española a la lucha contra la miseria y la pobreza extrema en el mundo.
En el futuro, el caso de Leire Pajín será paradigmático para estudiar cómo el machismo se ensaña con las mujeres políticas, que son juzgadas por su físico y no por su actividad pública. Si a la condición de mujer se le añade la juventud, la misoginia se eleva a la undécima potencia. Y si, además, las mujeres en cuestión son feministas, el resultado es el escarnio público.
Cuando se vilipendia a las mujeres por el hecho de ser mujeres, vale casi todo con tal de derribar el objetivo que pone en peligro los privilegios del patriarcado. Leire Pajín se marcha de la política pero el machismo vino para quedarse.
RAÚL SOLÍS