Desde que el hardware de videoconsolas comenzara a existir, siempre ha habido una feroz competencia entre cada una de las empresas que intentaban aportar su granito de arena al mercado. Una pugna que, en la mayoría de los casos, se acrecentaba por el apego de los compradores en contraposición a los de la compañía enemiga.
El auténtico comercio, que no la primera generación de consolas, llegaría con la implantación de la primera consola de Nintendo, la NES, en los dominios de Merkel. Para hacerle sombra se encontraba la Master System de SEGA.
Sería en la generación posterior en la cual tendría lugar una de las mayores confrontaciones de la historia de esta industria: Super Nintendo y Mega Drive surgían al ideario colectivo. Mario Bros. en un lado del cuadrilátero. Sonic the Hedgehog del otro. Los jugadores no dejaban títere con cabeza.
La historia tiende a repetirse cíclicamente. A la aparición de una consola nueva le sucede tarde o temprano, generalmente se elige la segunda opción, otra de la empresa rival. Para acudir a la generación más peculiar hasta la fecha hay que retroceder dos peldaños. En una ocasión, llegaron a confrontarse hasta cuatro grandes máquinas de sobremesa: Game Cube, Playstation 2, Xbox y Dreamcast. En todas las etapas hay muchos más ejemplos de hardware secundarios, pero no suelen ser frecuentados ni especialmente relevantes.
Coca-cola y Pepsi son los dos máximos exponentes de refrescos de cola, pero no son las únicas marcas. Claro está que a la hora de comprar cola, nadie piensa adrede adquirir una botella de la marca Hacendado. No será hasta la futura generación el momento en el que está excepción vuelva a darse. Pero no adelantemos acontecimientos.
En la fase en la que nos encontramos, imperan una tríada arduamente fortificada: Wii, Playstation 3 y Xbox 360. La siguiente época, que se muestra incipiente con la sucesora de la sobremesa de Nintendo, Wii U, acaba de mostrar una agradable sorpresa recientemente. La denominación del sobresalto, OUYA.
Todo comenzó con la evolución de los videojuegos en móviles con sistema operativo Android. Al irse originando creaciones de un notable calibre, los altos directivos tendrían la idea de ampliar su público y accesos, creando una consola con la cual poder jugar cómodamente a los títulos de telefonía móvil, a través del uso de un mando.
La suerte, así como el apoyo incondicional de los jugadores, que al igual que pueden ser feroces críticos, pueden llegar a mostrar una compasión para con sus gustos asombrosa, apoyaron la moción con pleno espíritu de entrega.
La compañía, que esperaba recolectar dinero de los contribuyentes voluntarios a través de la técnica del crowdfunding o financiación colectiva, dobló ampliamente el dinero requerido en 24 horas, quedando aún prácticamente todo un mes para que aquellos que lo deseen ofrezcan sus donativos.
La nueva consola de Android, OUYA, resulta muy interesante a los ojos de este innovador jugador. La tarjeta de crédito no está tan a favor de ella, pero no llega al pataleo. 99 dólares es un precio realmente ridículo para una nueva sobremesa.
Estéticamente, no me convence. El aparato en sí es un cubo grisáceo sin el más remoto atisbo de adorno o decoración. El pad, de la misma tonalidad, presenta botones de acción basados en círculos de colores. El de color rojo se encuentra en la misma posición en donde estuviera aquel del DualShock de Sony. Deberían esmerarse en ese aspecto. Todo lo contrario puedo decir de la funcionalidad de la pantalla táctil que contiene. Puede dar mucho juego a la hora de visualizar mapas u otras opciones.
De todos modos, definir la calidad de un nuevo producto por su apariencia, es como no probar el gazpacho porque el color rojo no nos atrae. OUYA de saber ser bien enfocada, y los usuarios mostrarle el apoyo que merece, puede ser una videoconsola de auténtico renombre para próximas etapas.
Su principal característica, lo que la distingue ciertamente de sus competidoras, es su propia concepción, su filosofía. La consola de Android no va a competir para el mismo público que las “mayores”, ni falta que le hace. Su nicho de mercado lo va a encontrar en dos vertientes plenamente contradictorias: los jugadores casuales, y los más asiduos o hardcore.
Los primeros, porque los juegos del sistema operativo suelen, que no en todos los casos, tratarse de títulos fáciles de manejar, simpáticos, que sirven para entretener cuando se espera que se cuezan las patatas o comience la película de los sábados por la tarde.
El público más selecto, el hardcore, acudirá a invertir su capital en el cubo porque permite la programación y desarrollo del videojuego que se antoje. Se dispondrá al acceso del jugador el kit de desarrollo, para la posterior publicación gratuita del producto creado en la comunidad de jugadores.
Precisamente ahora, un momento en el que los juegos de tiroteos o shooters causaban estragos en la originalidad de la industria, llega OUYA y permite la creación genuina de videojuegos por parte de los propios usuarios. Juegos independientes, más el apoyo de algunos nombres importantes como Grand Theft Auto o Mass Effect, hacen que esta consola no sea más que una buena noticia, un enjuague de rostro a un mercado que andaba de resaca varios años.
Las porciones de tarta para los años venideros tendrán que dividirse entre Wii U, la hipotética Playstation 4, la futurible Xbox 720, y OUYA. La Tríada se resquebraja, lo cual no puede ser más que una buena noticia de cara a que las tres grandes se espabilen y no se acomoden a la situación actual en la que gobiernan.
Cambiar de aires de tanto en tanto asegura que se esforzarán por llegar a sus compradores, así como que habrá una mayor apertura y variedad a la hora de conseguir juegos. Como ya se viera en la política, a mayor número de grupos, mayor capacidad de elección.
Cuando lo bueno –la libertad e independencia de desarrollo- se adhiere a lo bonito –el diseño cabe mejorar- y a lo barato –su precio es irrisorio-, no cabe más que aplaudir y esperar con la impaciencia de un niño la noche del 5 de enero, la llegada del nuevo hardware. Larga vida, OUYA. Te deseo lo mejor.
El auténtico comercio, que no la primera generación de consolas, llegaría con la implantación de la primera consola de Nintendo, la NES, en los dominios de Merkel. Para hacerle sombra se encontraba la Master System de SEGA.
Sería en la generación posterior en la cual tendría lugar una de las mayores confrontaciones de la historia de esta industria: Super Nintendo y Mega Drive surgían al ideario colectivo. Mario Bros. en un lado del cuadrilátero. Sonic the Hedgehog del otro. Los jugadores no dejaban títere con cabeza.
La historia tiende a repetirse cíclicamente. A la aparición de una consola nueva le sucede tarde o temprano, generalmente se elige la segunda opción, otra de la empresa rival. Para acudir a la generación más peculiar hasta la fecha hay que retroceder dos peldaños. En una ocasión, llegaron a confrontarse hasta cuatro grandes máquinas de sobremesa: Game Cube, Playstation 2, Xbox y Dreamcast. En todas las etapas hay muchos más ejemplos de hardware secundarios, pero no suelen ser frecuentados ni especialmente relevantes.
Coca-cola y Pepsi son los dos máximos exponentes de refrescos de cola, pero no son las únicas marcas. Claro está que a la hora de comprar cola, nadie piensa adrede adquirir una botella de la marca Hacendado. No será hasta la futura generación el momento en el que está excepción vuelva a darse. Pero no adelantemos acontecimientos.
En la fase en la que nos encontramos, imperan una tríada arduamente fortificada: Wii, Playstation 3 y Xbox 360. La siguiente época, que se muestra incipiente con la sucesora de la sobremesa de Nintendo, Wii U, acaba de mostrar una agradable sorpresa recientemente. La denominación del sobresalto, OUYA.
Todo comenzó con la evolución de los videojuegos en móviles con sistema operativo Android. Al irse originando creaciones de un notable calibre, los altos directivos tendrían la idea de ampliar su público y accesos, creando una consola con la cual poder jugar cómodamente a los títulos de telefonía móvil, a través del uso de un mando.
La suerte, así como el apoyo incondicional de los jugadores, que al igual que pueden ser feroces críticos, pueden llegar a mostrar una compasión para con sus gustos asombrosa, apoyaron la moción con pleno espíritu de entrega.
La compañía, que esperaba recolectar dinero de los contribuyentes voluntarios a través de la técnica del crowdfunding o financiación colectiva, dobló ampliamente el dinero requerido en 24 horas, quedando aún prácticamente todo un mes para que aquellos que lo deseen ofrezcan sus donativos.
La nueva consola de Android, OUYA, resulta muy interesante a los ojos de este innovador jugador. La tarjeta de crédito no está tan a favor de ella, pero no llega al pataleo. 99 dólares es un precio realmente ridículo para una nueva sobremesa.
Estéticamente, no me convence. El aparato en sí es un cubo grisáceo sin el más remoto atisbo de adorno o decoración. El pad, de la misma tonalidad, presenta botones de acción basados en círculos de colores. El de color rojo se encuentra en la misma posición en donde estuviera aquel del DualShock de Sony. Deberían esmerarse en ese aspecto. Todo lo contrario puedo decir de la funcionalidad de la pantalla táctil que contiene. Puede dar mucho juego a la hora de visualizar mapas u otras opciones.
De todos modos, definir la calidad de un nuevo producto por su apariencia, es como no probar el gazpacho porque el color rojo no nos atrae. OUYA de saber ser bien enfocada, y los usuarios mostrarle el apoyo que merece, puede ser una videoconsola de auténtico renombre para próximas etapas.
Su principal característica, lo que la distingue ciertamente de sus competidoras, es su propia concepción, su filosofía. La consola de Android no va a competir para el mismo público que las “mayores”, ni falta que le hace. Su nicho de mercado lo va a encontrar en dos vertientes plenamente contradictorias: los jugadores casuales, y los más asiduos o hardcore.
Los primeros, porque los juegos del sistema operativo suelen, que no en todos los casos, tratarse de títulos fáciles de manejar, simpáticos, que sirven para entretener cuando se espera que se cuezan las patatas o comience la película de los sábados por la tarde.
El público más selecto, el hardcore, acudirá a invertir su capital en el cubo porque permite la programación y desarrollo del videojuego que se antoje. Se dispondrá al acceso del jugador el kit de desarrollo, para la posterior publicación gratuita del producto creado en la comunidad de jugadores.
Precisamente ahora, un momento en el que los juegos de tiroteos o shooters causaban estragos en la originalidad de la industria, llega OUYA y permite la creación genuina de videojuegos por parte de los propios usuarios. Juegos independientes, más el apoyo de algunos nombres importantes como Grand Theft Auto o Mass Effect, hacen que esta consola no sea más que una buena noticia, un enjuague de rostro a un mercado que andaba de resaca varios años.
Las porciones de tarta para los años venideros tendrán que dividirse entre Wii U, la hipotética Playstation 4, la futurible Xbox 720, y OUYA. La Tríada se resquebraja, lo cual no puede ser más que una buena noticia de cara a que las tres grandes se espabilen y no se acomoden a la situación actual en la que gobiernan.
Cambiar de aires de tanto en tanto asegura que se esforzarán por llegar a sus compradores, así como que habrá una mayor apertura y variedad a la hora de conseguir juegos. Como ya se viera en la política, a mayor número de grupos, mayor capacidad de elección.
Cuando lo bueno –la libertad e independencia de desarrollo- se adhiere a lo bonito –el diseño cabe mejorar- y a lo barato –su precio es irrisorio-, no cabe más que aplaudir y esperar con la impaciencia de un niño la noche del 5 de enero, la llegada del nuevo hardware. Larga vida, OUYA. Te deseo lo mejor.
SALVADOR BELIZÓN / REDACCIÓN