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Desafección y bipartidismo

Ahora resulta que somos los jóvenes (me permiten que me incluya) unos desafectados de la política. Nosotros. La generación del 15-M, del parón universitario, de las huelgas estudiantiles de Secundaria. La generación que se come con patatas sus títulos universitarios, los del 52 por ciento de paro, somos unos desafectados, que suena como a enfermedad extinguida rebrotada.

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Salvador Allende decía que ser joven y no ser revolucionario era una contradicción hasta biológica; "propia de desafectados", pensarán ellos. Y no les da por pensar que no, que no es la política, que la dejen en paz que bastante tiene ya, que son ellos, los políticos. En el país en el que sobra todo menos políticos la gente está harta ya, pero no de política, sino de ellos.

De entre todos los personajes de mi infancia que aún permanecen en mi memoria (que, por otro lado, no son demasiados), guardo un recuerdo especial de Luisito. Luisito sufría la maldición que acarrean aquellos que han sido bautizados con el mismo nombre que sus padres y que se ven condenados al eterno epílogo en -ito que adorna sus nombres como lo hacen las colas con los caballos.

Luisito era un tramposo, esa cualidad tan simpática en un niño y tan detestable en un adulto. Luisito hacía trampitas en la edad de los diminutivos, y familiares y conocidos le reían las gracias (todos menos nosotros, los compañeros de juegos que sufríamos sus trampas y que nos íbamos con el Monopoly a casa debajo del brazo: "¡No juego más!") viendo cómo la criaturita buscaba sin reparos el bien propio.

Pero en la edad adulta, el respeto a las normas se hace imprescindible para el correcto mantenimiento de la convivencia en sociedad, y los que nacimos más allá de la Transición no hemos conocido más que políticos tramposos.

Políticos del robo, del engaño y la manipulación. ¿Se extrañan de que desconfiemos de ellos? Ocurre que es más fácil estigmatizar a todo un colectivo, la juventud, y tildarlos de pasotas y desafectados con la política y la democracia.

Que, por cierto, ¿democracia? ¿En serio? No, miren, ahora van a pagar las consecuencias de haberme mandado a la Universidad a estudiar, y es que ya no se nos engaña fácilmente desde un atril o un púlpito.

Para que exista una democracia el pueblo debe sentirse representado por, valga la redundancia (o rebuznancia en este caso), sus representantes. Yo no te elijo para que llegues al Parlamento y me bajes el sueldo, me abarates el despido y te mantengas o subas el tuyo.

Yo no te he votado para que vetes una comisión de investigación en el caso Bankia. Actuar por el pueblo, pero sin el pueblo se llama "Despotismo Ilustrado", y el espectáculo que se monta cada cuatro años para dar la apariencia de que se sigue contando con la población es un mero trámite, una pantomima.

En 2008 el porcentaje de abstención fue del 26 por ciento, cifra que creció hasta el 31 por ciento en 2011. ¿A qué porcentaje hay que llegar para que invaliden unas elecciones? Juegan con el "estás con el sistema o estás en contra del sistema", y no todo se puede reducir a una cuestión de blanco o negro.

El día que, por ley de vida, desaparezca toda la generación que vivió el franquismo, el número de votantes ideológicos disminuirá drásticamente, y este corrupto bipartidismo tocará a su fin.

Pero hoy subir el IVA es bueno, cuando antes era malo: "¡Rebelión masIVA!", gritaban. ¡Qué creativos estos cachorros de Universidad privada! Antes éramos esclavos de Europa y los mercados, hoy no. Hoy, en todo caso, tenemos dignamente bajados los pantalones mientras nos aplican recortes por vía rectal.

Lo de Valencia es un escándalo: los imputados son tantos que podrían formar un partido político propio con representación parlamentaria en las Cortes Valencianas. Pero lo de los ERE es agua de borraja. ¿ERE? ¿Alguien dijo "ERE"? Habrá sido el viento.

Cuando uno no busca más que el bien propio, las diferencias ideológicas son anecdóticas. Por eso, todos son iguales. Y usted, dependiendo de cómo oriente su voto en las próximas elecciones, será cómplice, o no, del mantenimiento de esta situación.

PABLO POÓ
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