Parecen confirmarse los malos augurios que en un anterior artículo apuntaba y el pucherazo va a producirse, de nuevo, en el seno del Partido Popular de Andalucía, con el sometimiento de los ocho presidentes provinciales –que han dado su apoyo a la propuesta representándose a sí mismos, en ningún caso a la militancia del partido-, siendo Juan Ignacio Zoido, la persona elegida por Javier Arenas, quien en un congreso absolutamente descafeinado se haga con las ¿riendas? de los populares en nuestra Comunidad.
Está claro que Arenas tenía "atada y bien atada", como me atrevía a afirmar entonces, su sucesión en el “trono”. De ahí el adelanto congresual que ha llevado a cabo, a fin de que en el partido no hubiese capacidad ni posibilidades de reacción, siendo él quien impusiese a su testaferro.
De esta forma, Arenas puede seguir ejerciendo en Madrid su influencia en la organización del partido en Andalucía, vendiendo esta como principal valor para esgrimir entre los varones del PP.
Caben, a partir de ahora, dos posibilidades. O bien que Zoido se postule también como candidato a la Presidencia de la Junta, lo cual parecería lo más lógico si tenemos en cuenta el régimen orgánico del Partido Popular, o bien que se haga acompañar de un secretario general que asuma este reto, dedicándose el actual alcalde de Sevilla a la dirección en la sombra junto a los numerosos cargos que ya ocupa: regidor sevillano, parlamentario andaluz y presidente de la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP).
No lo sé –Arenas, sí- pero, en todo caso, me parece un despropósito y un bochornoso ninguneo a la militancia que, después de dieciocho años de no conocer otra cabeza visible que no fuera la del dirigente de Olvera –el periodo de Teófila Martínez no fue sino más de lo mismo-, no se ofrezca la posibilidad a un congreso abierto en el que la nueva dirección y el nuevo proyecto nazcan de la decisión de las bases y no, como va a suceder, de la voluntad de quien abandona el cargo.
Tan lamentable como que los presidentes provinciales dobleguen el espinazo en señal de sumisión, dejando en evidencia la escasa personalidad política de los mismos y, desde luego, su muy limitado talante democrático.
Y ahora nadie puede alegar que hay próximo un proceso electoral y no conviene remover el patio. Todo lo contrario. Acabamos de celebrar generales y autonómicas y nos encontramos en el momento ideal para el debate, la confrontación de ideas y de proyectos y la apuesta por liderazgos sólidos.
Sin embargo, el poder es el poder y hay quienes no se resignan a perderlo aunque para ello hayan de manipular los mecanismos de participación de quienes son los auténticos propietarios del mismo: las bases.
No entraré a cuestionar ni un segundo a Zoido, ya que carezco de elementos de juicio para hacerlo, pero sí que no puedo compartir ni las formas ni el fondo que van a auparlo a mediados de julio a la Presidencia del PP-A. Que otros enmudezcan es su problema aunque, desgraciadamente, finalmente sea el nuestro también, el de todos los andaluces. Pero esa es la clase política que tenemos.
Está claro que Arenas tenía "atada y bien atada", como me atrevía a afirmar entonces, su sucesión en el “trono”. De ahí el adelanto congresual que ha llevado a cabo, a fin de que en el partido no hubiese capacidad ni posibilidades de reacción, siendo él quien impusiese a su testaferro.
De esta forma, Arenas puede seguir ejerciendo en Madrid su influencia en la organización del partido en Andalucía, vendiendo esta como principal valor para esgrimir entre los varones del PP.
Caben, a partir de ahora, dos posibilidades. O bien que Zoido se postule también como candidato a la Presidencia de la Junta, lo cual parecería lo más lógico si tenemos en cuenta el régimen orgánico del Partido Popular, o bien que se haga acompañar de un secretario general que asuma este reto, dedicándose el actual alcalde de Sevilla a la dirección en la sombra junto a los numerosos cargos que ya ocupa: regidor sevillano, parlamentario andaluz y presidente de la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP).
No lo sé –Arenas, sí- pero, en todo caso, me parece un despropósito y un bochornoso ninguneo a la militancia que, después de dieciocho años de no conocer otra cabeza visible que no fuera la del dirigente de Olvera –el periodo de Teófila Martínez no fue sino más de lo mismo-, no se ofrezca la posibilidad a un congreso abierto en el que la nueva dirección y el nuevo proyecto nazcan de la decisión de las bases y no, como va a suceder, de la voluntad de quien abandona el cargo.
Tan lamentable como que los presidentes provinciales dobleguen el espinazo en señal de sumisión, dejando en evidencia la escasa personalidad política de los mismos y, desde luego, su muy limitado talante democrático.
Y ahora nadie puede alegar que hay próximo un proceso electoral y no conviene remover el patio. Todo lo contrario. Acabamos de celebrar generales y autonómicas y nos encontramos en el momento ideal para el debate, la confrontación de ideas y de proyectos y la apuesta por liderazgos sólidos.
Sin embargo, el poder es el poder y hay quienes no se resignan a perderlo aunque para ello hayan de manipular los mecanismos de participación de quienes son los auténticos propietarios del mismo: las bases.
No entraré a cuestionar ni un segundo a Zoido, ya que carezco de elementos de juicio para hacerlo, pero sí que no puedo compartir ni las formas ni el fondo que van a auparlo a mediados de julio a la Presidencia del PP-A. Que otros enmudezcan es su problema aunque, desgraciadamente, finalmente sea el nuestro también, el de todos los andaluces. Pero esa es la clase política que tenemos.
ENRIQUE BELLIDO