No quedan demasiado lejanos aquellos años ochenta, en los que los videojuegos hablaban únicamente dos idiomas: el japonés y el inglés. El primero resulta más que obvio: la producción de estos bienes procedían del País del Sol Naciente. Cabe dentro de lo razonable que nos guste aportar nuestra cultura a aquello que producimos.
En segundo lugar, se usaba el inglés por ser la lengua universal del planeta. Nunca fue el idioma más hablado en el globo terráqueo, ni probablemente el más extendido geográficamente. Pero sí que es la herramienta de comunicación del Tío Sam y sus apadrinados, los cuales conforman la principal potencia del mundo. Con saber esto, basta y sobra para entender la importancia del inglés.
Llegaron los felices noventa. Tras años de reivindicación y de lucha, así como incontables dedos rasgados por las páginas de los diccionarios, los juegos fueron, tímidamente, adaptándose a la lengua de Cervantes. Esta evolución era claramente consecuente: España comenzaba a consolidarse como Estado a tener en cuenta dentro de la Unión Europea. La difuminada censura de la época franquista exhalaba sus últimos suspiros agonizantes.
El mercado tecnológico, con paso lento pero seguro, se afianzaba en nuestras fronteras. Como broche de oro, la evolución en las consolas o hardware tanto de Nintendo como de SEGA, con sus respectivas Super Nintendo y SEGA Génesis, permitían crear historias largas, plagadas de textos, de las cuales un hispanohablante no podría disfrutar de no ser que estuviera en su idioma. Sí, hay quien sabía inglés, pero las academias de idiomas no estaban extendidas, y los cursos de Magic English de Disney aún no habían salido a la luz. No, al menos, a inicios de la década.
Progresivamente, los juegos se fueron traduciendo. Enorme logro aquel de Nintendo con su traducción de Majora´s Mask para Nintendo 64. Otro logro casi instantáneo fueron los doblajes. El anecdótico pero hilarante doblaje al español de Bugs Bunny: perdido en el tiempo amenizó tremendamente un juego que de por sí no ofrecía demasiado. Para un niño, escuchar la voz original de sus personajes favoritos es algo sublime. No se puede pasar por alto el sobresaliente trabajo de doblaje de Crash Bandicoot: Warped. Unas enormes voces, para una enorme obra.
La generación actual de consolas ha traspasado los límites de lo inimaginable décadas atrás. Supondría aventurarse poco al confirmar que en torno al 75 por ciento de los juegos que llegan a España, lo hacen con su correspondiente traducción. El porcentaje se estrella al hablar de doblajes, sin embargo, se encuentra en un momento de alza. O mejor dicho, "se encontraba". Porque, a partir de ahora, la situación comienza a tambalearse.
Apenas hace un par de días apareció en los medios especializados en tecnología una catastrófica noticia: la próxima entrega de la saga Kingdom Hearts se pondrá a la venta en nuestro país íntegramente en inglés, alemán o francés. Sora, Riku y todos los personajes de la fábrica de sueños Disney se han saltado sus clases de español, y ahora no se acuerdan de nuestro idioma. Lógico.
Este hecho ha provocado un revuelo de dimensiones incalculables en foros y diversas redes sociales de Internet. Los jugadores de media España se están movilizando contra esta, a priori, injusticia.
Lo primero que se suele pensar en estos casos, amén de desterrar a Square-Enix o la empresa que cometa semejante sacrilegio, es en la falta de respeto a los usuarios hispanos. Se trata, sin lugar a dudas, de una desconsideración a cientos de fervosos seguidores que han esperado a dicho lanzamiento. Entrega que por otra parte, según su creador Tetsuya Nomura, es indispensable para comprender el cierre de la “trilogía”.
No obstante, hay que hacer un acto de conciencia y al igual que en una pelea vecinal, hay que escuchar sendas partes, comprendiendo sus motivaciones. Acudiendo a la Asociación Española de Distribuidores y Editores de Software de Entretenimiento (aDeSe), vemos los estudios de mercado europeos de videojuegos de los últimos años. Y la razón es aplastante para los creadores de Kingdom Hearts.
Durante el compendio de años entre 2008 y 2010, España ha sido el cuarto mercado de adquisición de videojuegos, tanto hardware como software, superado, precisamente, por Alemania, Francia y Reino Unido por orden ascendente (idiomas a los que sí está traducido el juego).
Los años venideros han ido descendiendo las ventas en todos los países, como resultado más que claro de la crisis, pero la desaceleración española ha sido más notable. Según el análisis del pasado año, Italia nos supera y España pasa a una quinta posición en el ranking europeo. Un total de 873 millones de euros invertidos, frente a los 2.587 de Reino Unido, líder de la estadística.
El descenso en las ventas era fácilmente predecible. La crisis financiera se ha ido agudizando conforme ha ido pasando el tiempo, acudiéndose por tanto al negocio ilegal. El porcentaje de piratería en videojuegos asciende a un 61,7 por ciento.
El resto de jugadores que tuvieran todavía dinero, a pesar de la pésima situación económica del país se encuentran con unos precios que rondan los 60-70 euros, mientras que en otros países no sobrepasan los 45.
Por tanto, ese porcentaje de consumidores o no compra, o se pasa definitivamente a la piratería, o adquiere sus productos a partir de la importación, que no supone más que la reducción de ventas nacionales por los residentes, y el aumento de ventas extranjeras por parte de extranjeros, que serían nuestros propios ciudadanos españoles. Aún así, no temáis por los videojuegos: el porcentaje de piratería en la música es del 98,2 por ciento. Eso sí que pone en peligro la longevidad de las discográficas.
Todos estos datos comerciales deben ser acompañados, inherentemente, a la pésima circunstancia por la que está pasando nuestro país. Duela o no, allá cada uno con su orgullo patrio, resulta el bufón de medio mundo. Es el último mono de Europa, y desde Japón se nos ve como a unos patanes incompetentes.
Si no compramos al nivel de otros países, pirateamos al ritmo de compras del resto de naciones, y encima nuestra situación política es denostable, ¿cómo pretendemos que se nos tome en serio? Es razonable que el juego no venga en español.
Eso sí, por el precio que cuesta el juego, espero que traiga un mini-juego que rece como: Diccionario Inglés-Español. Porque poco subtitular, pero bien que se mantienen los precios igual que si hubiera un equipo de traducción al que pagar.
En segundo lugar, se usaba el inglés por ser la lengua universal del planeta. Nunca fue el idioma más hablado en el globo terráqueo, ni probablemente el más extendido geográficamente. Pero sí que es la herramienta de comunicación del Tío Sam y sus apadrinados, los cuales conforman la principal potencia del mundo. Con saber esto, basta y sobra para entender la importancia del inglés.
Llegaron los felices noventa. Tras años de reivindicación y de lucha, así como incontables dedos rasgados por las páginas de los diccionarios, los juegos fueron, tímidamente, adaptándose a la lengua de Cervantes. Esta evolución era claramente consecuente: España comenzaba a consolidarse como Estado a tener en cuenta dentro de la Unión Europea. La difuminada censura de la época franquista exhalaba sus últimos suspiros agonizantes.
El mercado tecnológico, con paso lento pero seguro, se afianzaba en nuestras fronteras. Como broche de oro, la evolución en las consolas o hardware tanto de Nintendo como de SEGA, con sus respectivas Super Nintendo y SEGA Génesis, permitían crear historias largas, plagadas de textos, de las cuales un hispanohablante no podría disfrutar de no ser que estuviera en su idioma. Sí, hay quien sabía inglés, pero las academias de idiomas no estaban extendidas, y los cursos de Magic English de Disney aún no habían salido a la luz. No, al menos, a inicios de la década.
Progresivamente, los juegos se fueron traduciendo. Enorme logro aquel de Nintendo con su traducción de Majora´s Mask para Nintendo 64. Otro logro casi instantáneo fueron los doblajes. El anecdótico pero hilarante doblaje al español de Bugs Bunny: perdido en el tiempo amenizó tremendamente un juego que de por sí no ofrecía demasiado. Para un niño, escuchar la voz original de sus personajes favoritos es algo sublime. No se puede pasar por alto el sobresaliente trabajo de doblaje de Crash Bandicoot: Warped. Unas enormes voces, para una enorme obra.
La generación actual de consolas ha traspasado los límites de lo inimaginable décadas atrás. Supondría aventurarse poco al confirmar que en torno al 75 por ciento de los juegos que llegan a España, lo hacen con su correspondiente traducción. El porcentaje se estrella al hablar de doblajes, sin embargo, se encuentra en un momento de alza. O mejor dicho, "se encontraba". Porque, a partir de ahora, la situación comienza a tambalearse.
Apenas hace un par de días apareció en los medios especializados en tecnología una catastrófica noticia: la próxima entrega de la saga Kingdom Hearts se pondrá a la venta en nuestro país íntegramente en inglés, alemán o francés. Sora, Riku y todos los personajes de la fábrica de sueños Disney se han saltado sus clases de español, y ahora no se acuerdan de nuestro idioma. Lógico.
Este hecho ha provocado un revuelo de dimensiones incalculables en foros y diversas redes sociales de Internet. Los jugadores de media España se están movilizando contra esta, a priori, injusticia.
Lo primero que se suele pensar en estos casos, amén de desterrar a Square-Enix o la empresa que cometa semejante sacrilegio, es en la falta de respeto a los usuarios hispanos. Se trata, sin lugar a dudas, de una desconsideración a cientos de fervosos seguidores que han esperado a dicho lanzamiento. Entrega que por otra parte, según su creador Tetsuya Nomura, es indispensable para comprender el cierre de la “trilogía”.
No obstante, hay que hacer un acto de conciencia y al igual que en una pelea vecinal, hay que escuchar sendas partes, comprendiendo sus motivaciones. Acudiendo a la Asociación Española de Distribuidores y Editores de Software de Entretenimiento (aDeSe), vemos los estudios de mercado europeos de videojuegos de los últimos años. Y la razón es aplastante para los creadores de Kingdom Hearts.
Durante el compendio de años entre 2008 y 2010, España ha sido el cuarto mercado de adquisición de videojuegos, tanto hardware como software, superado, precisamente, por Alemania, Francia y Reino Unido por orden ascendente (idiomas a los que sí está traducido el juego).
Los años venideros han ido descendiendo las ventas en todos los países, como resultado más que claro de la crisis, pero la desaceleración española ha sido más notable. Según el análisis del pasado año, Italia nos supera y España pasa a una quinta posición en el ranking europeo. Un total de 873 millones de euros invertidos, frente a los 2.587 de Reino Unido, líder de la estadística.
El descenso en las ventas era fácilmente predecible. La crisis financiera se ha ido agudizando conforme ha ido pasando el tiempo, acudiéndose por tanto al negocio ilegal. El porcentaje de piratería en videojuegos asciende a un 61,7 por ciento.
El resto de jugadores que tuvieran todavía dinero, a pesar de la pésima situación económica del país se encuentran con unos precios que rondan los 60-70 euros, mientras que en otros países no sobrepasan los 45.
Por tanto, ese porcentaje de consumidores o no compra, o se pasa definitivamente a la piratería, o adquiere sus productos a partir de la importación, que no supone más que la reducción de ventas nacionales por los residentes, y el aumento de ventas extranjeras por parte de extranjeros, que serían nuestros propios ciudadanos españoles. Aún así, no temáis por los videojuegos: el porcentaje de piratería en la música es del 98,2 por ciento. Eso sí que pone en peligro la longevidad de las discográficas.
Todos estos datos comerciales deben ser acompañados, inherentemente, a la pésima circunstancia por la que está pasando nuestro país. Duela o no, allá cada uno con su orgullo patrio, resulta el bufón de medio mundo. Es el último mono de Europa, y desde Japón se nos ve como a unos patanes incompetentes.
Si no compramos al nivel de otros países, pirateamos al ritmo de compras del resto de naciones, y encima nuestra situación política es denostable, ¿cómo pretendemos que se nos tome en serio? Es razonable que el juego no venga en español.
Eso sí, por el precio que cuesta el juego, espero que traiga un mini-juego que rece como: Diccionario Inglés-Español. Porque poco subtitular, pero bien que se mantienen los precios igual que si hubiera un equipo de traducción al que pagar.
SALVADOR BELIZÓN / REDACCIÓN