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Peores noticias

Para la mayoría de los europeos y, muy especialmente, para los alemanes, los griegos se han dedicado a mentir y a despilfarrar a lo largo de lustros. Han vivido en Jauja, engañando sobre sus cuentas y con pensiones, vacaciones, jubilaciones de privilegio y toda una serie de fraudes. Una isla de ciegos que no lo eran, decenas de funcionarios por hectáreas y el no pagar deudas como deporte nacional por excelencia.

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Para la mayoría de los griegos, Europa –y especialmente Alemania- le ha impuesto tales cargas y le ha sometido a tales ajustes, rebajas y controles que han estrangulado su economía y su vida, conduciéndoles a la miseria y a la ruina más atroces. Y tal vez todos tengan algo de razón.

Las elecciones del domingo bascularon entre esas dos máximas con todos aguantando la respiración ante lo que pudiera ser una huida hacia el abismo que nos arrastrara a todos tras ellos. Porque esa opción de la izquierda radical no tenía en realidad otra perspectiva que el portazo a la UE. Por mucho que al final dijeran que preferían quedarse en el euro, a continuación añadían que sin compromiso ninguno de pagar uno solo de los que adeudan. Algo así como seguir en el club pero sin cumplir una sola de sus normas.

Las urnas han sido algo más sensatas. Aunque por los pelos, los griegos han decidido que mejor en Europa que iniciar una travesía solos por no se sabe qué infierno, aunque lo que tengan ahora sea un purgatorio bastante penoso.

Un alivio, sin duda, para la convulsa situación europea. Pero un alivio que duró minutos y que demostró que el mal es mucho más hondo y profundo y, que si no se soluciona de raíz, con griegos o sin griegos, nos vamos al hoyo todos.

La noticia era buena y en ese sentido reaccionaban los mercados de manera natural. Pero los especuladores, las fuerzas que aprietan a Europa ante la inanidad suicida de su Banco Central, lejos de secundar la corriente lanzaron otro brutal ataque.

Las primas de riesgo que habían comenzado suavizándose entraron en una galopada frenética hacia el abismo. Y eso particularmente afectó y afecta a España, objetivo máximo de los ataques e indefensa ante los mismos.

Resulta tan estremecedor como desalentador el hecho ya repetido que las buenas noticias tienen aun peores efectos que las malas. Sucedió con el rescate bancario, saludado como positivo por todos y envidiado por otros países por sus ventajosas condiciones.

Sin embargo, la primera reacción lógica de los mercados fue de inmediato aplastada por quienes están apostando decididamente contra el euro y la unidad europea. Y el lunes sucedió exactamente lo mismo: de inicio, bolsa y prima se comportaban reflejando la buena nueva griega.

Pero, al poco, la buena noticia era contrarrestada por la pésima del bono español ya por encima de un intolerable 7 por ciento. Y todo ello con el Banco Central Europeo mirando para otro lado en el más absurdo y letal comportamiento que imaginarse prueba.

Porque está bien claro, a la luz de los hechos, que nos encontramos ante una ofensiva sobre Europa a la que no le importa si los avances son positivos ni las noticias buenas. Y está claro que o reacciona Europa en su conjunto y se planta cara o nos vamos todos por el sumidero. Y, a tenor de lo que se ve, la primera en caer será España. Pero luego, no se equivoquen, caen todos.

ANTONIO PÉREZ HENARES
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