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La niña de Rajoy

Mientras cinco millones y medio de parados hacen malabarismos con las limosnas del Estado para cuadrar el círculo de sus endémicas economías, el delfín de la Moncloa canta gol en las gradas de Polonia para transmitir tranquilidad a los hogares de La Roja. Esta actitud demagógica del "aquí no pasa nada" a las puertas de un rescate nos recuerda a la España en blanco y negro de los tiempos de Paquito. La misma Hispania de millones de analfabetos comiendo pipas y altramuces mientras disfrutaban la final de la Copa del Generalísimo.

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La "buena noticia", en palabras de la derecha, no ha sentado nada bien en los foros de Bruselas. Los agravios comparativos por los rescates intracomunitarios han encendido los odios y reproches entre los hermanos de Europa.

Este caldo de cultivo cocinado en los fogones de la inequidad merkeliana sienta las bases de la contienda entre griegos, portugueses, irlandeses y españoles. Ahora, con la desigualdad sobre la mesa, se abre un debate crónico de reivindicaciones y compensaciones entre pobres y mendigos para equilibrar la balanza histórica de las irracionalidades europeas.

Las condiciones del rescate, o dicho en otros términos, el precio que pagaremos los humildes por la compra de la moto será, sin duda alguna, el siguiente capítulo de un best-seller escrito con las plumas de la mentira para un público sediento de lectura.

La fórmula civil de "dar mucho a cambio de nada" no se cumplirá en la selva de los hombres. Los controles de la Troika pondrán contra las cuerdas a los cuellos azules de la derecha. Los 100.000 millones de hojalata otorgados al guante blanco del capital no caerán en los sacos rotos de la gracia. Los intereses de la ayuda serán los recortes del mañana.

Una vez más, los justos pagaremos los desaguisados de la política. El incremento de la deuda por la supuesta "buena noticia" se traducirá, y si no ya lo verán, en una factura más gorda para el Estado del Bienestar.

A pocos días de cumplirse seis meses del Gobierno marianista, la aznarización del presidente ha situado a España al borde del abismo. El cheque en blanco de los ciudadanos al Merlín de la Moncloa ha resultado ser un papel mojado a las puertas de la ventanilla.

Hoy, desde la cola del INEM, miles de ciudadanos, vestidos con el chándal desgastado de los tiempos del ladrillo esperan con el número arrugado para solicitar al funcionario de turno el sustento de sus retoños.

La subida incesante de la prima de riesgo anuncia malos augurios para los bolsillos mileuristas. Mientras, la banca de este país se viste de largo con los manjares germanos. La niña de Rajoy –¿recuerdan?- tendrá que esperar varios años para ponerse, de una vez por todas, el vestido de princesa.

ABEL ROS
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