Tras intentarlo en cuatro combates, el último de los cuales reunía todas las ventajas para tumbar a un adversario seriamente debilitado, Javier Arenas –el campeón del cuadrilátero andaluz-, tira la toalla. Toda la vida aspirando al "título de San Telmo", cetro que ha intentado arrebatar, primero, de la cabeza de un invicto Chaves que lo portaba desde tiempos inmemoriales, y luego de la del heredero Griñán que, por puntos, ha resistido la lluvia de puños invisibles, directos y bajos, que no han conseguido tumbarlo en la lona.
Ni siquiera el vocerío que aclamaba al aspirante ni cierta benevolencia del juez –o jueza- que debía controlar la pelea posibilitaron al infatigable campeón derrotar por KO al poseedor de la corona verde-blanca-verde de Andalucía.
El niño Arenas, como se le conocía cuando comenzó a pugnar en política, ha anunciado su renuncia a la reelección como presidente del PP andaluz en el congreso regional que se celebrará a mediados del mes próximo. Con él se va su fiel escudero, entrenador y secretario general del partido en Andalucía, Antonio Sanz, quien vivía sólo y exclusivamente al servicio del púgil idolatrado, al que no ha visto conquistar un título pertinazmente ambicionado hasta la obsesión.
Procurando hacer mella en la capacidad psicológica del contrario, al que atacó desde la ética a la bética, desde la soberbia a la humildad, incluso desde la izquierda y la derecha mostrándose a veces adalid de las clases oprimidas y otras como valedor de la confianza de las élites que manejan la bolsa, el correoso Arenas lo ha intentado todo, ERE que ERE, con tal no solo de poner una pica en este Flandes del sur, sino también de demostrar a sus huestes y a quienes apostaban por él que era el mejor candidato para la última reconquista, siendo indiscutido… hasta la derrota.
Dicen sus acólitos que el campeón mantiene otros frentes abiertos en el Senado y Madrid, donde demostrará su incondicional vinculación con la tierra de la que procede, aquella que no dudan en ofender sus propios correligionarios cada vez que Andalucía no se pliega a sus pretensiones, sin que este hijo pródigo, como ágil púgil de cejas enmarcadas y redundante expresión, se dignara corregir, mucho menos rebatir, evidenciando las fidelidades que ahora le buscan cobijo.
Lo cierto es que abandona una larga trayectoria en el pugilismo andaluz, categoría en la que, salvo asaltos puntuales, nunca ha conseguido la victoria que tanto soñaba, la del título indiscutible de auténtico campeón, no la que el de Olvera acuñara en sus alocuciones coloquiales.
Pero que tire la toalla no significa que haya perdido fuelle ni pegada como para consentir que en el gimnasio, donde deja jóvenes, con uñas y oñas, impacientes por subir al ring, puedan tildarlo de “derrotado”. ¡Bonito es el niño Arenas!
Ni siquiera el vocerío que aclamaba al aspirante ni cierta benevolencia del juez –o jueza- que debía controlar la pelea posibilitaron al infatigable campeón derrotar por KO al poseedor de la corona verde-blanca-verde de Andalucía.
El niño Arenas, como se le conocía cuando comenzó a pugnar en política, ha anunciado su renuncia a la reelección como presidente del PP andaluz en el congreso regional que se celebrará a mediados del mes próximo. Con él se va su fiel escudero, entrenador y secretario general del partido en Andalucía, Antonio Sanz, quien vivía sólo y exclusivamente al servicio del púgil idolatrado, al que no ha visto conquistar un título pertinazmente ambicionado hasta la obsesión.
Procurando hacer mella en la capacidad psicológica del contrario, al que atacó desde la ética a la bética, desde la soberbia a la humildad, incluso desde la izquierda y la derecha mostrándose a veces adalid de las clases oprimidas y otras como valedor de la confianza de las élites que manejan la bolsa, el correoso Arenas lo ha intentado todo, ERE que ERE, con tal no solo de poner una pica en este Flandes del sur, sino también de demostrar a sus huestes y a quienes apostaban por él que era el mejor candidato para la última reconquista, siendo indiscutido… hasta la derrota.
Dicen sus acólitos que el campeón mantiene otros frentes abiertos en el Senado y Madrid, donde demostrará su incondicional vinculación con la tierra de la que procede, aquella que no dudan en ofender sus propios correligionarios cada vez que Andalucía no se pliega a sus pretensiones, sin que este hijo pródigo, como ágil púgil de cejas enmarcadas y redundante expresión, se dignara corregir, mucho menos rebatir, evidenciando las fidelidades que ahora le buscan cobijo.
Lo cierto es que abandona una larga trayectoria en el pugilismo andaluz, categoría en la que, salvo asaltos puntuales, nunca ha conseguido la victoria que tanto soñaba, la del título indiscutible de auténtico campeón, no la que el de Olvera acuñara en sus alocuciones coloquiales.
Pero que tire la toalla no significa que haya perdido fuelle ni pegada como para consentir que en el gimnasio, donde deja jóvenes, con uñas y oñas, impacientes por subir al ring, puedan tildarlo de “derrotado”. ¡Bonito es el niño Arenas!
DANIEL GUERRERO