Cuando comienzo con los alumnos el estudio de los garabatos que realizan los niños pequeños, suelo hacerles la siguiente pregunta: “¿Ven lo mismo los diestros y los zurdos?”. Esta cuestión les deja un tanto desconcertados, pues creen que es obvio que todos los seres humanos percibimos las mismas cosas y del mismo modo.
La pregunta suelo hacérsela en el momento en el que empezamos a analizar los trazados realizados por la mano derecha y los de la mano izquierda, puesto que son los inicios del dibujo y también de la escritura, cuestiones de gran importancia en el desarrollo cognitivo y cultural de todas las personas.
La cuestión, como indico, es relevante, pues, tiempo atrás, ser zurdo se pensaba que era un gran defecto, por lo que se creía conveniente corregirlo lo más pronto posible, antes de que se afianzara y resultara casi imposible modificarlo.
Había padres que incluso consideraban que era un capricho o una tozudez del niño el que utilizara la mano izquierda, tanto que algunos llegaban a atársela a la espalda para “corregir” esta desviación.
Recuerdo que cuando estudiaba Arquitectura, un compañero, que llegó a ser un buen amigo, me comentaba la enorme inseguridad personal que le había creado esta actitud de sus padres, comportamiento que era aplaudido por los profesores, en el sentido de que les reforzaban ese criterio de atarle el brazo a la espalda, indicándoles que era correcto lo que hacían. Este amigo tardó mucho en superar la angustia que le provocaba la incertidumbre de tener que pensar siempre dónde estaba la derecha y dónde la izquierda.
Actualmente, se ha avanzado suficientemente para no someter a “esa tortura” a los más pequeños, puesto que sabemos que ser diestro o zurdo es una cuestión genética o biológica, y por mucho que se intente modificar ese hecho no se logra, ya que está predeterminado e inscrito en nuestro propio cerebro. Hoy conocemos que el hemisferio cerebral dominante para los diestros es precisamente el izquierdo, y para los zurdos el derecho.
En los momentos en que abordamos esta cuestión en la clase y para que los alumnos comprendan de modo real lo que tratamos, pregunto de manera abierta quiénes son zurdos o zurdas. Habitualmente me suele responder un pequeño grupo que oscila alrededor del cinco por ciento de los presentes en el aula.
Una vez que lo han manifestado, les invito a que expresen sus experiencias: si fueron o no aceptados sin problemas, y si a la hora de comenzar la escritura tuvieron especiales dificultades. Y si hablo de la escritura es porque nuestra escritura occidental se basa en la dirección dominante del movimiento del brazo y la mano derechos: la que va desde la izquierda, en la que comenzamos a situar el lápiz o rotulador, para acabar en el lado derecho.
Esta dirección está claramente establecida en nuestros ordenadores, por lo que a la hora de escribir con el teclado vemos como lo más natural del mundo el que las letras vayan apareciendo en esta dirección.
Sin embargo, la dirección dominante del brazo y la mano izquierda es la contraria, por lo que los zurdos tienen que adaptarse a un modo de escribir que no es el adecuado para ellos. Para resolver esta cuestión, suelen girar la hoja hasta casi ponerla horizontal o torcer mucho la mano para poder escribir según el modo de los diestros.
Cierto que hay escrituras que tienen otras direcciones. Por ejemplo, la escritura árabe se realiza en la dirección opuesta a la nuestra, es decir, de derecha a izquierda; o las escrituras china y japonesa, basadas en ideogramas, y que originalmente se escribían o pintaban de arriba hacia abajo.
En cierto modo, lo expuesto lo comprenden los alumnos sin grandes dificultades y entienden que los zurdos tengan algunas dificultades, no solo en la escritura sino también en el uso de muchos instrumentos que han sido diseñados pensando en ser utilizados con la mano derecha, caso de las tijeras, la palanca de cambio en el coche, etc.
También llegan a comprender que haya diestros y zurdos de pie, pues es fácil acudir al ejemplo del fútbol para saber que hay jugadores que lo hacen en banda izquierda, ya que chutan mucho mejor con la izquierda, pues es la pierna y el pie en el que tienen más fuerza y habilidad.
Pero, ¿cómo se sabe si uno es diestro o zurdo con la vista y qué repercusiones tiene esta condición? Pues de un modo bastante sencillo: les invito a que con un folio hagan una especie de catalejo, se lo lleven a la vista y miren de frente como si estuvieran localizando un objeto. Se comprueba que mayoritariamente se lo llevan al ojo derecho; aunque también hay una minoría que lo hace hacia el izquierdo.
Se dan situaciones singulares en que alumnos o alumnas que son zurdos de la mano se llevan ese catalejo de papel al ojo derecho. “¿Cómo es esto posible, si tendrían que hacerlo en el izquierdo?”, me preguntan un tanto desconcertados.
Les indico que mayoritariamente los diestros y zurdos son homogéneos o totales, es decir, que lo son de mano, pie y vista; pero, en ocasiones, se dan casos que no son así, que, por ejemplo, lo son con la mano, pero no con el pie.
Por otro lado, hay que reconocer que la mayor incidencia de ser de uno u otro “bando” se produce en la mano, ya que es una parte fundamental de nuestro cuerpo, debido a que en gran parte con ellas realizamos la mayoría de nuestras actividades cotidianas.
De todos modos, termino aclarándoles que los diestros y los zurdos no vemos las cosas de igual modo, puesto que hay aspectos que nos diferencian. Para no ser muy exhaustivo, les explico las diferencias más significativas, centrándome en el estudio de las direcciones visuales, ya que son diferentes para los unos y los otros.
Esto lo han podido comprender cuando han llevado a cabo trabajos de investigación del dibujo de la familia en los colegios, puesto que uno de los criterios que tenían que indicar a los escolares es que al final del trabajo numeraran a cada uno de los personajes que habían dibujado.
La mayoría de ellos lo hacía comenzando por el primer personaje ubicándolo en la izquierda para acabar con el último en la derecha. Razonablemente, se daba esta dirección puesto que mayoritariamente eran diestros.
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Esto podemos comprobarlo en el primer dibujo que presento. Está realizado por un chico de sexto curso, con 11 años. Vemos a una familia muy deportiva, formada por cuatro miembros, que bajo un enorme sol del atardecer practican su deporte o juego favorito. Comprobamos que el autor, que es diestro, ha comenzado por el lado izquierdo con el trazado de su padre, para acabar con él mismo en el lado opuesto.
El segundo caso que muestro corresponde a una compañera suya de clase que es zurda y con los mismos años. Puede comprobarse que la autora comenzó por el lado derecho de la lámina, con el dibujo de su madre, para acabar en el lado opuesto, con el trazado de su abuelo.
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Esta chica tiene que escribir en la dirección contraria a la que le corresponde a los zurdos por inclinación natural; sin embargo, a la hora de dibujar, puesto que no tiene que seguir una regla predeterminada, opta por la que le resulta más fácil y que corresponde a su mano izquierda.
Para finalizar, quisiera indicar que lo expuesto no es algo anecdótico, sino que está muy ligado a nuestro modo de percibir y comprender visualmente el mundo que nos rodea. Esto es tenido muy en cuenta por aquellos, caso de los publicistas, que trabajan con los significados de las imágenes, que tanto influyen en nuestros deseos y sentimientos.
La pregunta suelo hacérsela en el momento en el que empezamos a analizar los trazados realizados por la mano derecha y los de la mano izquierda, puesto que son los inicios del dibujo y también de la escritura, cuestiones de gran importancia en el desarrollo cognitivo y cultural de todas las personas.
La cuestión, como indico, es relevante, pues, tiempo atrás, ser zurdo se pensaba que era un gran defecto, por lo que se creía conveniente corregirlo lo más pronto posible, antes de que se afianzara y resultara casi imposible modificarlo.
Había padres que incluso consideraban que era un capricho o una tozudez del niño el que utilizara la mano izquierda, tanto que algunos llegaban a atársela a la espalda para “corregir” esta desviación.
Recuerdo que cuando estudiaba Arquitectura, un compañero, que llegó a ser un buen amigo, me comentaba la enorme inseguridad personal que le había creado esta actitud de sus padres, comportamiento que era aplaudido por los profesores, en el sentido de que les reforzaban ese criterio de atarle el brazo a la espalda, indicándoles que era correcto lo que hacían. Este amigo tardó mucho en superar la angustia que le provocaba la incertidumbre de tener que pensar siempre dónde estaba la derecha y dónde la izquierda.
Actualmente, se ha avanzado suficientemente para no someter a “esa tortura” a los más pequeños, puesto que sabemos que ser diestro o zurdo es una cuestión genética o biológica, y por mucho que se intente modificar ese hecho no se logra, ya que está predeterminado e inscrito en nuestro propio cerebro. Hoy conocemos que el hemisferio cerebral dominante para los diestros es precisamente el izquierdo, y para los zurdos el derecho.
En los momentos en que abordamos esta cuestión en la clase y para que los alumnos comprendan de modo real lo que tratamos, pregunto de manera abierta quiénes son zurdos o zurdas. Habitualmente me suele responder un pequeño grupo que oscila alrededor del cinco por ciento de los presentes en el aula.
Una vez que lo han manifestado, les invito a que expresen sus experiencias: si fueron o no aceptados sin problemas, y si a la hora de comenzar la escritura tuvieron especiales dificultades. Y si hablo de la escritura es porque nuestra escritura occidental se basa en la dirección dominante del movimiento del brazo y la mano derechos: la que va desde la izquierda, en la que comenzamos a situar el lápiz o rotulador, para acabar en el lado derecho.
Esta dirección está claramente establecida en nuestros ordenadores, por lo que a la hora de escribir con el teclado vemos como lo más natural del mundo el que las letras vayan apareciendo en esta dirección.
Sin embargo, la dirección dominante del brazo y la mano izquierda es la contraria, por lo que los zurdos tienen que adaptarse a un modo de escribir que no es el adecuado para ellos. Para resolver esta cuestión, suelen girar la hoja hasta casi ponerla horizontal o torcer mucho la mano para poder escribir según el modo de los diestros.
Cierto que hay escrituras que tienen otras direcciones. Por ejemplo, la escritura árabe se realiza en la dirección opuesta a la nuestra, es decir, de derecha a izquierda; o las escrituras china y japonesa, basadas en ideogramas, y que originalmente se escribían o pintaban de arriba hacia abajo.
En cierto modo, lo expuesto lo comprenden los alumnos sin grandes dificultades y entienden que los zurdos tengan algunas dificultades, no solo en la escritura sino también en el uso de muchos instrumentos que han sido diseñados pensando en ser utilizados con la mano derecha, caso de las tijeras, la palanca de cambio en el coche, etc.
También llegan a comprender que haya diestros y zurdos de pie, pues es fácil acudir al ejemplo del fútbol para saber que hay jugadores que lo hacen en banda izquierda, ya que chutan mucho mejor con la izquierda, pues es la pierna y el pie en el que tienen más fuerza y habilidad.
Pero, ¿cómo se sabe si uno es diestro o zurdo con la vista y qué repercusiones tiene esta condición? Pues de un modo bastante sencillo: les invito a que con un folio hagan una especie de catalejo, se lo lleven a la vista y miren de frente como si estuvieran localizando un objeto. Se comprueba que mayoritariamente se lo llevan al ojo derecho; aunque también hay una minoría que lo hace hacia el izquierdo.
Se dan situaciones singulares en que alumnos o alumnas que son zurdos de la mano se llevan ese catalejo de papel al ojo derecho. “¿Cómo es esto posible, si tendrían que hacerlo en el izquierdo?”, me preguntan un tanto desconcertados.
Les indico que mayoritariamente los diestros y zurdos son homogéneos o totales, es decir, que lo son de mano, pie y vista; pero, en ocasiones, se dan casos que no son así, que, por ejemplo, lo son con la mano, pero no con el pie.
Por otro lado, hay que reconocer que la mayor incidencia de ser de uno u otro “bando” se produce en la mano, ya que es una parte fundamental de nuestro cuerpo, debido a que en gran parte con ellas realizamos la mayoría de nuestras actividades cotidianas.
De todos modos, termino aclarándoles que los diestros y los zurdos no vemos las cosas de igual modo, puesto que hay aspectos que nos diferencian. Para no ser muy exhaustivo, les explico las diferencias más significativas, centrándome en el estudio de las direcciones visuales, ya que son diferentes para los unos y los otros.
Esto lo han podido comprender cuando han llevado a cabo trabajos de investigación del dibujo de la familia en los colegios, puesto que uno de los criterios que tenían que indicar a los escolares es que al final del trabajo numeraran a cada uno de los personajes que habían dibujado.
La mayoría de ellos lo hacía comenzando por el primer personaje ubicándolo en la izquierda para acabar con el último en la derecha. Razonablemente, se daba esta dirección puesto que mayoritariamente eran diestros.
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Esto podemos comprobarlo en el primer dibujo que presento. Está realizado por un chico de sexto curso, con 11 años. Vemos a una familia muy deportiva, formada por cuatro miembros, que bajo un enorme sol del atardecer practican su deporte o juego favorito. Comprobamos que el autor, que es diestro, ha comenzado por el lado izquierdo con el trazado de su padre, para acabar con él mismo en el lado opuesto.
El segundo caso que muestro corresponde a una compañera suya de clase que es zurda y con los mismos años. Puede comprobarse que la autora comenzó por el lado derecho de la lámina, con el dibujo de su madre, para acabar en el lado opuesto, con el trazado de su abuelo.
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Esta chica tiene que escribir en la dirección contraria a la que le corresponde a los zurdos por inclinación natural; sin embargo, a la hora de dibujar, puesto que no tiene que seguir una regla predeterminada, opta por la que le resulta más fácil y que corresponde a su mano izquierda.
Para finalizar, quisiera indicar que lo expuesto no es algo anecdótico, sino que está muy ligado a nuestro modo de percibir y comprender visualmente el mundo que nos rodea. Esto es tenido muy en cuenta por aquellos, caso de los publicistas, que trabajan con los significados de las imágenes, que tanto influyen en nuestros deseos y sentimientos.
AURELIANO SÁINZ