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Alea iacta est!

He esperado a hablar sobre este asunto hasta que saliera el sol por Antequera. Tratarlo antes hubiera presupuesto falta de perspectiva. Árboles llamados intereses, intrigas, ropa sucia, tejemanejes, mal uso de medios públicos -humanos y materiales- impedían ver el bosque. El jueves pasado fue el día D del Poder Judicial.

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Sospechaba que el tema, desde que saltó al terreno de lo público, traería larga cola de “dimes y diretes”, acertados unos, intencionados otros, soflámicos muchos de ellos y desde luego ninguno exento de su “mijita” de picante y segundas intenciones, según por el lado que se dispararan los cohetes. ¿Quién gana? Claramente creo que no gana nadie. Pierde la institución. Y la guerra acaba de empezar.

¿Intenciones aviesas porque el juez es católico, conservador y de derechas? ¿Se habría montado un maremoto de esta envergadura si el susodicho fuera de izquierdas? En estos momentos flota en el aire esta amarga realidad: Caín y Abel andan a la gresca de nuevo.

Dívar debía dimitir pero no por ser católico, de derechas, conservador, ya que eso a la hora de la verdad no tendría que pesar en su toma de decisiones y sí por haber sido un manirroto con los dineros públicos. Debía dimitir porque en su persona pesa la duda.

La imagen de un juez debe presentarse nítida, limpia de toda sospecha de haber actuado extralimitándose en sus atribuciones o de ser parcial en su veredicto (vere-dictus: dicho con verdad) o de sospecha de fraude, léase uso indebido o no claro de dineros públicos.

La corrupción no es sólo por motivos pecuniarios, es mucho más amplia y se extiende a más campos de actuación. La corrupción facilona es la que presenta dinero por medio, favores, prebendas, regalos. Hay otros tipos de corrupciones mucho más sofisticadas y entrelazadas con la injusticia o con la parcialidad. En el tema de jueces el calificativo de "arbitrariedad" debe desaparecer de inmediato de su hoja de servicio; caso contrario, ¡a la picota!

El Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) huele a podrido por todas partes. El dato de que su presidente no dé importancia a los dineros gastados es ya de por sí bastante lamentable. Como consecuencia de la tempestad levantada, los magistrados situados a la izquierda del espectro político han puesto el grito en el cielo y han removido Roma con Santiago para provocar su caída. Todo el huracán mediático que se ha cernido sobre la institución se ha llevado de paso el nombre y la credibilidad de sus señorías.

Cuando hay porquería de fondo es mejor no removerla, eso debería saberlo su señoría, pues mientras más se mueve, más huele. El hedor ha salpicado a toda la institución y, lo que es peor, la crisis está socavando lo poca credibilidad que el pueblo tenía en este casi desconocido estamento. Flaco favor le ha hecho Dívar con su actitud y con su actuación a una alta institución estatal como es el Poder Judicial.

Según Manuel Marín, expresidente del Congreso de los Diputados, persona a la que siempre he tenido un gran respeto, en una entrevista concedida a la SER el pasado sábado 16 de junio, decía que estamos en una profunda crisis institucional que menoscaba todos los estamentos y cuya última víctima ha sido el presidente del CGPJ. Y añadía que el señor Dívar fue puesto en dicho cargo por el anterior presidente del Gobierno porque era una persona dócil.

¿Siempre está por medio la manipulación del poder político sobre el resto de poderes? Según palabras de Marín, el poder político usa “el mando a distancia” para controlar las instituciones. Y aquí está el indiscutible talón de Aquiles de este turbio conflicto. ¡Control, control, control!

Jueces y magistrados deben elegirse entre ellos sin que medie el poder político, caso contrario, siempre estarán atados de pies y manos al partido correspondiente. El juez tiene sus ideas políticas pero estas no deben prevalecer sobre la Justicia. Si la Justicia la maniatamos desde el poder político nos estamos haciendo un flaco favor.

¿Hay especial interés en “meter bulla” con cualquier tema para que el rumor de la calle no decaiga? ¿Estamos ante un posible caso de vendetta? ¿Sólo aceptamos lo que dicen los jueces cuando están de acuerdo con lo que pienso? Repito que decir que alguien es “supuestamente culpable” ya implica una condena. ¿A la caza y captura del juez como revancha por otros casos?

Si lamentable ha sido la poca elegancia, animosidad del emplazado, tanto o más lo ha sido, por parte de determinados medios, el hecho de haberlo zarandeado, además de porque no dimitía antes de la celebración oficial del Bicentenario del Tribunal Superior, por el hecho de tener una amistad especial con una persona. ¿Un magistrado no debe manifestarse en determinadas amistades? Algún periódico ha dado a entender que no.

Lo único que debería importar era el grave hecho de que se ha derrochado o mal usado dinero público. Debería interesar la coyuntura de que sea un magistrado que debe aparecer como dechado de rectitud y no el dato de que sea conservador, católico, etc...

Jueces progresistas, jueces conservadores… ¿El juez no debería ser, ante todo y por encima de todos, un administrador recto, ecuánime…, de la Justicia? Lo lamentable es que en esta “guerra”, repito una vez más, quien sale perdiendo es la Justicia. Una institución más que se va a la bancarrota de la credibilidad y el respeto.

Titulares de prensa del pasado día 22, finamente diferentes en el enunciado. Señala el diario El País: “El Supremo no aprecia `abuso´ de Dívar por los gastos en el ejercicio de su cargo”. Añade ABC: “El Supremo concluye que Dívar no pagó con fondos públicos sus actividades privadas”. ¡Al burro muerto la cebada al rabo! Moralmente está condenado. Legalmente es absuelto.

A muchos de nosotros, con los años, se nos han ido derrumbando grandes monumentos humanos susceptibles de imitar y respetar. Los últimos años nos han mostrado que, definitivamente, no podemos confiar en los políticos. La mayoría de ellos aparecen manchados de soberbia y algo más.

Poco a poco han ido despeñándose figuras relevantes de la vida pública por numerosas causas, entre otras, los chanchulleos, y en el saco de esta palabra quiero meter variopintos asuntos no aceptables. Ahora ruedan los jueces en esta maléfica noria.

¿Nos queda algo por derrocar? Con la alta autoestima que tenemos como país creo que ya no hay símbolos que destruir. Bueno sí, tal vez La Roja si sigue en racha. Pero no nos engañemos con falsos espejos de feria: esto era sólo un tête à tête entre magistrados de izquierda y de derecha sin importar los daños colaterales que se podían ocasionar a la institución.

Las espadas están en alto una vez más. ¿En quién confiaremos a partir de ahora? ¿El resto de vocales del CGPJ deben presentar cuentas? ¿Deben caer más cabezas? Alea iacta est! (¡la suerte está echada!).

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PEPE CANTILLO
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