En aquella noche oscura, lluviosa, el hangar número 4 del abandonado Aeropuerto de Castellón parecía el lugar adecuado para una reunión de ese calibre. Nadie sospecharía de la inaudita proliferación de coches de lujo blindados en sus alrededores porque, sencillamente, nadie solía frecuentar los alrededores de un aeropuerto por el que nunca transitó un avión.
Dentro, flanqueados por sus escoltas personales a una distancia prudencial que impidiese entender el contenido de la conversación, se encontraban algunas de las más altas personalidades políticas del país, sentados en una mesa larga, ocre, en la que nadie tenía reservado el asiento a pesar de que había sido encargada para la ocasión.
Las sillas, de oficina, con respaldo corto, se disponían en forma semicircular concediendo al puesto frontal el lugar de mayor importancia y los focos, potentes, deslumbraban lo justo para que fuera imposible reconocer el rostro del artífice de dicha reunión.
Una nube de denso humo blanco ascendía desde el sillón presidencial, al frente de todos, colocado de espaldas. Una elegante silla tapizada en cuero negro con un respaldo tan alto que ocultaba incluso la cabeza de su ocupante. A su lado, un fornido hombre con traje de chaqueta negro y gafas de sol a pesar de la hora, se acercó al misterioso fumador, le dijo algo al oído y se retiró a su puesto.
–Podemos comenzar– , dijo una voz ronca desde la humeante silla de cuero negro a la vez que se daba la vuelta para hablar de frente a los presentes.
–Mucho ha sido el dinero público comprometido, pero abrir en canal la tercera entidad bancaria más importante del país es un espectáculo que no nos podemos permitir.
Tras una pausa, una nueva nube de humo blanco procedente del habano que apuraba aquel misterioso sujeto ascendía lentamente hacia el techo del hangar. De fondo se escuchaba el chasquido metálico de las gotas de lluvia estrellándose en el techo de la instalación.
–No puede haber comisiones de investigación, de hecho, no las va a haber. No hace falta que les recuerde lo mucho que nos jugamos todos en esto.
Los invitados a la reunión se movían incómodos en sus sillas, a pesar de ello nadie osaba decir una sola palabra: cualquier frase inoportuna podría volverse en su contra. El fumador lo sabía y jugaba con ello.
Podría decirse que, incluso, disfrutaba con el patético espectáculo y, para dejar más clara si cabía su posición de autoridad indiscutible, decidió dedicar a cada uno de los asistentes unas palabras.
–Mariano–. Acostumbrado, como estaba, al respetuoso trato con el que normalmente se dirigían a él, las palabras del misterioso fumador parecieron pasar desapercibidas para su destinatario en un primer momento.
–Mariano, ¿no me oyes?
–Sí, señor.– La característica palatalización de sus eses dejó entrever, más que de costumbre, un nerviosismo a duras penas disimulado.
–Mariano, Mariano… Todos saben ya a estas alturas que Bankia es el gran banco del Partido Popular. Durante muchos años, Caja Madrid y Bancaja han sido vuestros juguetitos particulares con los que habéis financiado proyectos en comunidades autónomas y ayuntamientos que no hará falta que recuerde, ¿no?
–No, pero…
–No he terminado, Mariano, no interrumpas. Está feo interrumpir, ¿no crees?
Mariano, conteniendo su impotencia, hizo un gesto de conformidad que invitaba a su interlocutor a proseguir con el relato.
–Hasta 2010 presidió Caja Madrid Miguel Blesa, y ¿recuerdas de quién era amiguito personal nuestro querido Blesa? ¿Recuerdas? Yo te lo refresco, de José María Aznar. Y tú, con el poder omnímodo que creíste llegar a tener, iluso de ti, nombraste a Rato su sucesor. No se muerde la mano del que te da de comer, Mariano.
En Bancaja, sin embargo, reinaba a sus anchas José Luis Olivas. ¿De qué me suena ese nombre? ¿Os suena a vosotros? Yo os lo diré: Olivas llegó a dirigir temporalmente la Generalitat Valenciana hasta que lo mandasteis a encabezar la entidad financiera.
No os conviene, querido presidente popular, autorizar la comisión de investigación y hacer desfilar a varios de sus protagonistas por los micrófonos. La imagen del sistema se vería dañada con escándalos aún no resueltos de suculentas indemnizaciones millonarias.
Además, ¿os vais a arriesgar a que Blesa cante como un tenor y revele su sublevación, de la mano de Gallardón, para evitar que Esperanza Aguirre colocara a su pupilo, Ignacio González, al frente de Caja Madrid y quién sabe de qué más cosas?
¿O a que comparezca Olivas y saque a relucir nuevos trapos sucios del PP valenciano? La colada, Mariano, mejor en casa. De momento ya tienes bastante capeando el botín que se llevará Aurelio Izquierdo de Bancaja.
Un tenso silencio, apenas roto por el estruendo de algún rayo lejano que iluminaba momentáneamente los ventanales del hangar, invadía la sala. Si eso le había hecho al presidente del Gobierno, ¿qué no les diría a todos y cada uno de los presentes en aquella reunión?
–Alfredo. ¿Qué tal, Alfredo? Gracias por venir.
De nuevo, un casi imperceptible movimiento de cabeza otorgaba al fumador el permiso para comenzar con su imprecación.
–Alfredo, apoyas la petición de comisión de investigación que ha presentado en la Asamblea de Madrid Tomás Gómez, pero bien sé que te cuidarás de hacer lo propio en el Congreso, ¿verdad? ¿Te imaginas que se creara una comisión en las Cortes y que tuviesen que comparecer Elena Salgado y hasta el propio Zapatero para explicar su torpeza en el saneamiento del sector financiero español?
Si mal no recuerdo, fueron ellos quienes, junto a Miguel Ángel Fernández Ordoñez, dieron por buena la idea, la magnífica idea, de fusionar Caja Madrid y Bancaja. Tampoco os libráis, Alfredo, de haber colocado a vuestros peones en esta partida de ajedrez que se nos ha venido abajo. ¿O acaso Antonio Tirado no es el nuevo presidente de Bancaja en funciones?
En una comisión de investigación mandaría la mayoría absoluta del PP, y no os interesa que hagan desfilar a determinados socialistas como, por ejemplo, Virgilio Zapatero. ¿O te gustaría verle dando explicaciones de por qué cobraba 200.000 euros por asistir de vez en cuando a un par de reuniones, o de su dimisión, hace unos días, de su cargo como consejero de Bankia tras haberse embolsado casi un millón de euros? Eso sin contar que fue vicepresidente de Caja Madrid en 2010. Es que estáis hasta el cuello, queridos amigos...
El fumador dirigió, esta vez, su mirada al extremo opuesto de la mesa.
–Arturo, porque me permitirás que te llame Arturo, ¿verdad?
Aquel "por supuesto" salido de la boca del dirigente catalán no sonaba creíble. La situación, sin embargo, no estaba para exigencias: que lo llamara como quisiese.
–Arturo, amigo mío, CiU casi nunca apoya comisiones de investigación en el Congreso, hacéis bien. ¿Verdad que hacen bien? No quisierais ver comparecer a un catalán de pro como Isidro Fainé quien, si la memoria no me falla, intentó no hace mucho una fusión por absorción con Bankia. Pero no convenció a Rato. Era duro este Rato, ¿eh?
–Vosotros, sin embargo, querido Íñigo... Gabon, Íñigo; parece que habéis aprendido que es mejor mirar hacia el futuro, como bien ha dicho Goirigolzarri, cuyo nombramiento, en un acto de sana cordura política, habéis apoyado.
El tipo de chaqueta se acercó de nuevo al extraño fumador, acercándole, esta vez, un vaso corto de cristal tallado con lo que, parecía, un trago largo de coñac, sin hielo.
–Cándido, Ignacio, ¿qué tal? Juntos, como siempre. No hará falta que os recuerde los créditos blandos de los que os habéis beneficiado en Caja Madrid y Bancaja, ¿no? Como os veo predispuestos por vuestros gestos y por haber venido hasta aquí en esta fría y lluviosa noche, no ahondaré en que José Ricardo Martínez, líder de UGT en Madrid, o el ex secretario de Organización de CCOO, Rodolfo Benito, han formado parte de aquellos desastrosos consejos de administración.
–Señor Rosell, bona nit. Espero que encuentre el agua mineral con gas de su agrado...
Rosell se apartó con visible desprecio el vaso de agua de la cara y lo dejó en la mesa, dando un golpe seco que hizo que parte del contenido se derramara.
–Gerardo Díaz Ferrán, ¿le suena? ¡Cuántos problemas al final! Recordará que fue consejero de Caja Madrid en los años de la burbuja inmobiliaria, ¿no? Recibió suculentos créditos de la entidad, pero claro, entonces todo se veía de otro color. Y, ¿cómo se llama el vicepresidente primero de su patronal? Déjeme pensar… Sí, Arturo Fernández, ¿no? Consejero hasta hace poco de Bankia, interesante. Beba despacio, señor Rosell, el gas puede sentarle mal.
Mientras apuraba el último sorbo de su coñac, lanzó una mirada de desprecio a los dos desconocidos enchaquetados que ocupaban los sillones más apartados y que habían venido sin compañía.
–A estos dos señores de chaqueta que no tengo el gusto de conocer me dirigiré conjuntamente, ya que sus superiores, digamos, no han podido venir y han delegado en secretarios. La Casa del Rey, junto con el parlamento regional de Madrid y otras instituciones, forma parte de los fundadores de Caja Madrid. Aunque don Juan Carlos, a quien mandará usted un afectuosos saludo, siempre ha rehusado designar representantes en su consejo de administración. Rafael Spottorno, sin embargo, jefe de la Casa Real, fue presidente de la Fundación Caja Madrid entre 2002 y 2011. Además, Bancaja y Banco de Valencia, nada menos, han sido clientes de su yernísimo, el Duque de Palma.
En cuanto a usted, coincidirá conmigo en que Deloitte, auditora de prestigio donde las haya, no ha detectado ni una sola irregularidad en los últimos cinco años de la crisis. Ni una… Llegan ustedes a cometer tal desfalco en las cuentas de alguna de mis empresas y ya podrían irse olvidando de pisar este país, aunque fuera para vender helados los domingos.
Y, sin embargo, queridos todos, el cargo de mafioso lo ostento yo. A mucha honra, he de decir...
Apenas 10 minutos después de que acabar la reunión, el último Audi A8 blindado desapareció del lugar dejando tras de sí una huella seca de neumáticos que la lluvia no tardó en hacer desaparecer debajo de un charco. Nunca más habrían de volver a ese lugar, al menos, de momento.
Dentro, flanqueados por sus escoltas personales a una distancia prudencial que impidiese entender el contenido de la conversación, se encontraban algunas de las más altas personalidades políticas del país, sentados en una mesa larga, ocre, en la que nadie tenía reservado el asiento a pesar de que había sido encargada para la ocasión.
Las sillas, de oficina, con respaldo corto, se disponían en forma semicircular concediendo al puesto frontal el lugar de mayor importancia y los focos, potentes, deslumbraban lo justo para que fuera imposible reconocer el rostro del artífice de dicha reunión.
Una nube de denso humo blanco ascendía desde el sillón presidencial, al frente de todos, colocado de espaldas. Una elegante silla tapizada en cuero negro con un respaldo tan alto que ocultaba incluso la cabeza de su ocupante. A su lado, un fornido hombre con traje de chaqueta negro y gafas de sol a pesar de la hora, se acercó al misterioso fumador, le dijo algo al oído y se retiró a su puesto.
–Podemos comenzar– , dijo una voz ronca desde la humeante silla de cuero negro a la vez que se daba la vuelta para hablar de frente a los presentes.
–Mucho ha sido el dinero público comprometido, pero abrir en canal la tercera entidad bancaria más importante del país es un espectáculo que no nos podemos permitir.
Tras una pausa, una nueva nube de humo blanco procedente del habano que apuraba aquel misterioso sujeto ascendía lentamente hacia el techo del hangar. De fondo se escuchaba el chasquido metálico de las gotas de lluvia estrellándose en el techo de la instalación.
–No puede haber comisiones de investigación, de hecho, no las va a haber. No hace falta que les recuerde lo mucho que nos jugamos todos en esto.
Los invitados a la reunión se movían incómodos en sus sillas, a pesar de ello nadie osaba decir una sola palabra: cualquier frase inoportuna podría volverse en su contra. El fumador lo sabía y jugaba con ello.
Podría decirse que, incluso, disfrutaba con el patético espectáculo y, para dejar más clara si cabía su posición de autoridad indiscutible, decidió dedicar a cada uno de los asistentes unas palabras.
–Mariano–. Acostumbrado, como estaba, al respetuoso trato con el que normalmente se dirigían a él, las palabras del misterioso fumador parecieron pasar desapercibidas para su destinatario en un primer momento.
–Mariano, ¿no me oyes?
–Sí, señor.– La característica palatalización de sus eses dejó entrever, más que de costumbre, un nerviosismo a duras penas disimulado.
–Mariano, Mariano… Todos saben ya a estas alturas que Bankia es el gran banco del Partido Popular. Durante muchos años, Caja Madrid y Bancaja han sido vuestros juguetitos particulares con los que habéis financiado proyectos en comunidades autónomas y ayuntamientos que no hará falta que recuerde, ¿no?
–No, pero…
–No he terminado, Mariano, no interrumpas. Está feo interrumpir, ¿no crees?
Mariano, conteniendo su impotencia, hizo un gesto de conformidad que invitaba a su interlocutor a proseguir con el relato.
–Hasta 2010 presidió Caja Madrid Miguel Blesa, y ¿recuerdas de quién era amiguito personal nuestro querido Blesa? ¿Recuerdas? Yo te lo refresco, de José María Aznar. Y tú, con el poder omnímodo que creíste llegar a tener, iluso de ti, nombraste a Rato su sucesor. No se muerde la mano del que te da de comer, Mariano.
En Bancaja, sin embargo, reinaba a sus anchas José Luis Olivas. ¿De qué me suena ese nombre? ¿Os suena a vosotros? Yo os lo diré: Olivas llegó a dirigir temporalmente la Generalitat Valenciana hasta que lo mandasteis a encabezar la entidad financiera.
No os conviene, querido presidente popular, autorizar la comisión de investigación y hacer desfilar a varios de sus protagonistas por los micrófonos. La imagen del sistema se vería dañada con escándalos aún no resueltos de suculentas indemnizaciones millonarias.
Además, ¿os vais a arriesgar a que Blesa cante como un tenor y revele su sublevación, de la mano de Gallardón, para evitar que Esperanza Aguirre colocara a su pupilo, Ignacio González, al frente de Caja Madrid y quién sabe de qué más cosas?
¿O a que comparezca Olivas y saque a relucir nuevos trapos sucios del PP valenciano? La colada, Mariano, mejor en casa. De momento ya tienes bastante capeando el botín que se llevará Aurelio Izquierdo de Bancaja.
Un tenso silencio, apenas roto por el estruendo de algún rayo lejano que iluminaba momentáneamente los ventanales del hangar, invadía la sala. Si eso le había hecho al presidente del Gobierno, ¿qué no les diría a todos y cada uno de los presentes en aquella reunión?
–Alfredo. ¿Qué tal, Alfredo? Gracias por venir.
De nuevo, un casi imperceptible movimiento de cabeza otorgaba al fumador el permiso para comenzar con su imprecación.
–Alfredo, apoyas la petición de comisión de investigación que ha presentado en la Asamblea de Madrid Tomás Gómez, pero bien sé que te cuidarás de hacer lo propio en el Congreso, ¿verdad? ¿Te imaginas que se creara una comisión en las Cortes y que tuviesen que comparecer Elena Salgado y hasta el propio Zapatero para explicar su torpeza en el saneamiento del sector financiero español?
Si mal no recuerdo, fueron ellos quienes, junto a Miguel Ángel Fernández Ordoñez, dieron por buena la idea, la magnífica idea, de fusionar Caja Madrid y Bancaja. Tampoco os libráis, Alfredo, de haber colocado a vuestros peones en esta partida de ajedrez que se nos ha venido abajo. ¿O acaso Antonio Tirado no es el nuevo presidente de Bancaja en funciones?
En una comisión de investigación mandaría la mayoría absoluta del PP, y no os interesa que hagan desfilar a determinados socialistas como, por ejemplo, Virgilio Zapatero. ¿O te gustaría verle dando explicaciones de por qué cobraba 200.000 euros por asistir de vez en cuando a un par de reuniones, o de su dimisión, hace unos días, de su cargo como consejero de Bankia tras haberse embolsado casi un millón de euros? Eso sin contar que fue vicepresidente de Caja Madrid en 2010. Es que estáis hasta el cuello, queridos amigos...
El fumador dirigió, esta vez, su mirada al extremo opuesto de la mesa.
–Arturo, porque me permitirás que te llame Arturo, ¿verdad?
Aquel "por supuesto" salido de la boca del dirigente catalán no sonaba creíble. La situación, sin embargo, no estaba para exigencias: que lo llamara como quisiese.
–Arturo, amigo mío, CiU casi nunca apoya comisiones de investigación en el Congreso, hacéis bien. ¿Verdad que hacen bien? No quisierais ver comparecer a un catalán de pro como Isidro Fainé quien, si la memoria no me falla, intentó no hace mucho una fusión por absorción con Bankia. Pero no convenció a Rato. Era duro este Rato, ¿eh?
–Vosotros, sin embargo, querido Íñigo... Gabon, Íñigo; parece que habéis aprendido que es mejor mirar hacia el futuro, como bien ha dicho Goirigolzarri, cuyo nombramiento, en un acto de sana cordura política, habéis apoyado.
El tipo de chaqueta se acercó de nuevo al extraño fumador, acercándole, esta vez, un vaso corto de cristal tallado con lo que, parecía, un trago largo de coñac, sin hielo.
–Cándido, Ignacio, ¿qué tal? Juntos, como siempre. No hará falta que os recuerde los créditos blandos de los que os habéis beneficiado en Caja Madrid y Bancaja, ¿no? Como os veo predispuestos por vuestros gestos y por haber venido hasta aquí en esta fría y lluviosa noche, no ahondaré en que José Ricardo Martínez, líder de UGT en Madrid, o el ex secretario de Organización de CCOO, Rodolfo Benito, han formado parte de aquellos desastrosos consejos de administración.
–Señor Rosell, bona nit. Espero que encuentre el agua mineral con gas de su agrado...
Rosell se apartó con visible desprecio el vaso de agua de la cara y lo dejó en la mesa, dando un golpe seco que hizo que parte del contenido se derramara.
–Gerardo Díaz Ferrán, ¿le suena? ¡Cuántos problemas al final! Recordará que fue consejero de Caja Madrid en los años de la burbuja inmobiliaria, ¿no? Recibió suculentos créditos de la entidad, pero claro, entonces todo se veía de otro color. Y, ¿cómo se llama el vicepresidente primero de su patronal? Déjeme pensar… Sí, Arturo Fernández, ¿no? Consejero hasta hace poco de Bankia, interesante. Beba despacio, señor Rosell, el gas puede sentarle mal.
Mientras apuraba el último sorbo de su coñac, lanzó una mirada de desprecio a los dos desconocidos enchaquetados que ocupaban los sillones más apartados y que habían venido sin compañía.
–A estos dos señores de chaqueta que no tengo el gusto de conocer me dirigiré conjuntamente, ya que sus superiores, digamos, no han podido venir y han delegado en secretarios. La Casa del Rey, junto con el parlamento regional de Madrid y otras instituciones, forma parte de los fundadores de Caja Madrid. Aunque don Juan Carlos, a quien mandará usted un afectuosos saludo, siempre ha rehusado designar representantes en su consejo de administración. Rafael Spottorno, sin embargo, jefe de la Casa Real, fue presidente de la Fundación Caja Madrid entre 2002 y 2011. Además, Bancaja y Banco de Valencia, nada menos, han sido clientes de su yernísimo, el Duque de Palma.
En cuanto a usted, coincidirá conmigo en que Deloitte, auditora de prestigio donde las haya, no ha detectado ni una sola irregularidad en los últimos cinco años de la crisis. Ni una… Llegan ustedes a cometer tal desfalco en las cuentas de alguna de mis empresas y ya podrían irse olvidando de pisar este país, aunque fuera para vender helados los domingos.
Y, sin embargo, queridos todos, el cargo de mafioso lo ostento yo. A mucha honra, he de decir...
Apenas 10 minutos después de que acabar la reunión, el último Audi A8 blindado desapareció del lugar dejando tras de sí una huella seca de neumáticos que la lluvia no tardó en hacer desaparecer debajo de un charco. Nunca más habrían de volver a ese lugar, al menos, de momento.
PABLO POÓ