Hoy se celebra el Día Mundial de la Libertad de Prensa, establecido desde 1993 por las Naciones Unidas cada 3 de mayo, para promover y alcanzar un derecho que todavía se viola en todos los países del globo de distintas maneras, incluyendo el asesinato de periodistas, pero con un solo objetivo: impedir el derecho de los ciudadanos a acceder a una información veraz y fiable frente a la manipulación, la propaganda o la ocultación.
Según el Instituto de Prensa Internacional (IPI, por sus siglas en inglés) -organización creada hace 60 años y que asesora a la ONU-, en lo que llevamos de año ya son 29 los periodistas asesinados.
Antes de llegar a ese extremo, el periodista debe sufrir la censura, la mordaza, la presión del poder, la persecución, las condenas judiciales, la infamia y el desprestigio que buscan dificultar su labor e impedir que su voz sea pública y clara.
Antes de llegar a ese extremo, el periodista también es sometido a la precariedad laboral, la escasa remuneración, la humillación profesional y la inmersión en la línea ideológica y editorial de la empresa para convertirlo en “mano de obra” barata y de fácil sustitución, moldeable a las directrices de las corporaciones mediáticas.
Antes de la decapitación, los tiros, el atropello, el envenenamiento, los golpes y las palizas, el misil militar o la bomba, el periodista ha de luchar contra el terror de quien ejerce su poder sin limitación, la manipulación política, la injusticia social, el adoctrinamiento religioso o los intereses económicos y financieros que obstaculizan su función de “Cuarto poder”, de vigilancia y denuncia que las democracias precisan para su desarrollo y plena realización, de ser instrumento fidedigno para la conformación de la opinión pública en sociedades complejas y diversas.
Aun hoy, incluso en el llamado “mundo libre”, el derecho a la información es en demasiadas ocasiones vilipendiado y esquivado con los silencios del político y del gobernante; con ruedas de prensa sin preguntas; con las imágenes (fotos o vídeos) ya editadas por los partidos; por organizaciones políticas democráticas que, a estas alturas, vetan a medios (en Montilla Digital sabemos algo de esto, desgraciadamente); por gabinetes de comunicación que “pastorean” a los medios; por la publicidad, las suscripciones institucionales o las subvenciones públicas que condicionan la viabilidad empresarial; y por los temas “tabú” que no son permitidos abordar aunque no sean secretos oficiales.
Todavía hace falta celebrar un Día Mundial por la Libertad de Prensa porque ese derecho no es reconocido con plenitud por casi ningún país del mundo ni es apreciado completamente por los ciudadanos que lo disfrutan.
Todavía hoy se cierran medios y se despiden periodistas sin que importe a nadie, o se decide el control gubernamental de la televisión pública ante la indiferencia de la población.
Existen muchos espacios aún para la mordaza y para la manipulación que violan el derecho a la información y la libertad de expresión. Y, fundamentalmente, porque todavía se siguen asesinando a periodistas por querer conocer la verdad y hacerla pública. Hoy, lamentablemente, debemos celebrar un Día Mundial porque no gozamos de plena libertad de prensa. Tampoco en España.
Según el Instituto de Prensa Internacional (IPI, por sus siglas en inglés) -organización creada hace 60 años y que asesora a la ONU-, en lo que llevamos de año ya son 29 los periodistas asesinados.
Antes de llegar a ese extremo, el periodista debe sufrir la censura, la mordaza, la presión del poder, la persecución, las condenas judiciales, la infamia y el desprestigio que buscan dificultar su labor e impedir que su voz sea pública y clara.
Antes de llegar a ese extremo, el periodista también es sometido a la precariedad laboral, la escasa remuneración, la humillación profesional y la inmersión en la línea ideológica y editorial de la empresa para convertirlo en “mano de obra” barata y de fácil sustitución, moldeable a las directrices de las corporaciones mediáticas.
Antes de la decapitación, los tiros, el atropello, el envenenamiento, los golpes y las palizas, el misil militar o la bomba, el periodista ha de luchar contra el terror de quien ejerce su poder sin limitación, la manipulación política, la injusticia social, el adoctrinamiento religioso o los intereses económicos y financieros que obstaculizan su función de “Cuarto poder”, de vigilancia y denuncia que las democracias precisan para su desarrollo y plena realización, de ser instrumento fidedigno para la conformación de la opinión pública en sociedades complejas y diversas.
Aun hoy, incluso en el llamado “mundo libre”, el derecho a la información es en demasiadas ocasiones vilipendiado y esquivado con los silencios del político y del gobernante; con ruedas de prensa sin preguntas; con las imágenes (fotos o vídeos) ya editadas por los partidos; por organizaciones políticas democráticas que, a estas alturas, vetan a medios (en Montilla Digital sabemos algo de esto, desgraciadamente); por gabinetes de comunicación que “pastorean” a los medios; por la publicidad, las suscripciones institucionales o las subvenciones públicas que condicionan la viabilidad empresarial; y por los temas “tabú” que no son permitidos abordar aunque no sean secretos oficiales.
Todavía hace falta celebrar un Día Mundial por la Libertad de Prensa porque ese derecho no es reconocido con plenitud por casi ningún país del mundo ni es apreciado completamente por los ciudadanos que lo disfrutan.
Todavía hoy se cierran medios y se despiden periodistas sin que importe a nadie, o se decide el control gubernamental de la televisión pública ante la indiferencia de la población.
Existen muchos espacios aún para la mordaza y para la manipulación que violan el derecho a la información y la libertad de expresión. Y, fundamentalmente, porque todavía se siguen asesinando a periodistas por querer conocer la verdad y hacerla pública. Hoy, lamentablemente, debemos celebrar un Día Mundial porque no gozamos de plena libertad de prensa. Tampoco en España.
DANIEL GUERRERO