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Lecciones políticas

A pocas semanas de cumplirse dos años del famoso Real Decreto de Zapatero, es hora de mirar atrás para comprender el escenario dantesco del presente. El "giro a la derecha" que tanto criticó Llamazares desde la tribuna de los leones y la música demagógica de "la culpa fue de ZP", entonada desde los escaños de Mariano, suscitaron el efecto deseado en las urnas de noviembre.

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Después de 120 días en la Moncloa, el argumento de Rajoy se desvanece por instantes conforme salen a la palestra los fundamentos de la economía. La falta de correlación entre los hechos del presente y las promesas del ayer son los principales factores del desgaste de un sistema de poder oxidado por los recursos de la mentira.

La "merkelización" de los partidos nos sitúa en una Europa al servicio irracional de los mercados. Desde esta perspectiva, solamente las organizaciones neoliberales de occidente pueden gobernar en sintonía con sus ideologías.

Es precisamente esta falta de espacio político a los márgenes de la izquierda la que impide al partido de Alfredo enderezar su discurso y recuperar el oxígeno perdido ante la erosión del volcán desencantado.

La victoria de Hollande supondría para España un marco de referencia donde emular su discurso y recuperar el agua evaporada para regar las rosas marchitadas de hace dos primaveras.

La vía continuista del Partido Socialista está siendo el caldo de cultivo perfecto para que las manos de la derecha siembren sus campos con las semillas de la austeridad. "La herencia recibida" y la "falta de autoridad moral de Rubalcaba", en palabras de Montoro, por las críticas vertidas a unas políticas neoliberales iniciadas por su antecesor, ponen el acento en un momento político caracterizado por las mentiras del Gobierno y el descrédito civil de la oposición. Esta convulsión de paradojas en la tribuna de la discordia alimenta el motor del enfado en el asfalto de la calle.

La incoherencia de la oposición por la praxis kantiana de su discurso y el papel mojado del programa electoral de la derecha arrojan el resultado de una democracia basada en los fundamentos retrógrados del príncipe de Maquiavelo.

Es en este escenario de vergüenza internacional e incoherencia entre hechos y palabras donde la crítica intelectual debe levantar la cabeza y edificar su discurso contra los residuos tóxicos vertidos desde la industria de la cultura. Las palabras en política son las credenciales necesarias para la libertad de los pueblos. Como bien dijo Shakespeare "es mejor ser rey de tu silencio que esclavo de tus palabras".

ABEL ROS
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