Ya hay fecha. El próximo 7 de octubre, Benedicto XVI proclamará Doctor de la Iglesia Universal a San Juan de Ávila, al inicio de la Asamblea Ordinaria del Sínodo de los Obispos que se celebrará en Roma. Durante el rezo del Regina Coeli que ha tenido lugar al mediodía de hoy, el Sumo Pontífice ha manifestado su "alegría" por el anuncio de esta proclamación que, además, recaerá en Santa Hildegarda de Bingen, una mística alemana que vivió entre 1098 y 1179 en el monasterio de Rupertsberg.
"Estos dos grandes testigos de la fe vivieron en períodos históricos y ambientes culturales muy diversos: Hildegarda fue monja benedictina en el corazón del Medioevo alemán, auténtica maestra de teología y profunda estudiosa de las ciencias naturales y de la música", ha detallado Benedicto XVI para añadir que San Juan de Ávila, "sacerdote diocesano en los años del renacimiento español, participó en el afán de la renovación cultural y religiosa de la Iglesia y de la coordinación en los albores de la modernidad".
"La santidad de la vida y la profundidad de la doctrina los hacen perennemente actuales: en efecto, la gracia del Espíritu Santo, los proyectó hacia esa experiencia de penetrante comprensión de la revelación divina y de diálogo inteligente con el mundo que constituyen el horizonte permanente de la vida y de la acción de la Iglesia", ha afirmado el Papa.
Para el Sumo Pontífice, "sobre todo a la luz del proyecto de una nueva evangelización, a la que será dedicada la mencionada Asamblea del Sínodo de los Obispos, y a la vigilia del 'Año de la Fe', estas dos figuras de santos y doctores se presentan con relevante importancia y actualidad".
El título de Doctor de la Iglesia Universal es otorgado oficialmente por el Papa a ciertos santos, con el objetivo de reconocerlos como "eminentes maestros de la fe para los fieles de todos los tiempos". De esta forma, los 33 doctores de la Iglesia que se han proclamado hasta el momento "han ejercido una influencia especial sobre el desarrollo del cristianismo, sentando las bases de la doctrina sucesiva".
La última persona que gozó del reconocimiento del doctorado de la Iglesia fue la santa francesa Teresa de Lisieux, más conocida como Santa Teresita del Niño Jesús (1873-1897), que fue proclamada por el papa Juan Pablo II en 1997.
El proceso para designar Doctor de la Iglesia a San Juan de Ávila se remonta a 1999, cuando los obispos españoles cursaron la petición a Juan Pablo II. Atrás ha quedado todo el trabajo de María Encarnación González, directora de la Oficina para la Causa de los Santos de la Conferencia Episcopal Española, que fue la encargada de elaborar la Positio, en la que se incluyó toda la información sobre el proceso que exigía el Vaticano.
El anuncio oficial de la proclamación del Maestro Ávila como Doctor de la Iglesia Universal fue realizado por Benedicto XVI el 20 de agosto del pasado año en la Jornada Mundial de la Juventud, al finalizar la Eucaristía con seminaristas de todo el mundo que el Sumo Pontífice presidió en la Catedral de Santa María la Real de la Almudena.
Una figura clave del 'Siglo de Oro'
San Juan de Ávila, nació en Almodóvar del Campo, cerca de Puertollano, el 6 de enero de 1500. De ascendencia judía, sus padres poseían unas minas de plata en Sierra Morena, lo que le permitió estudiar leyes en Salamanca. No obstante, en 1514 abandonó sus estudios empujado por su devoción y se retiró a su natal Almodóvar, donde hizo vida de dura penitencia.
Escribió un célebre comentario al salmo XLIV Audi filia, et vide para una señora convertida por él, que fue publicado en Alcalá clandestinamente en 1556 y más tarde ampliado. Esa obra puede considerarse un verdadero compendio de ascética, y el rey Felipe II la tuvo en tanta estima que pidió que no faltara nunca en El Escorial.
Su enorme ascendiente como predicador provocó envidias y algunos clérigos le denunciaron ante la Inquisición sevillana en 1531. Desde ese año hasta 1533, Juan de Ávila estuvo encarcelado y fue procesado por la Inquisición. Se le atribuye con gran fundamento el soneto anónimo "No me mueve, mi Dios, para quererte...", que es una de las joyas de la mística castellana.
El Apóstol de Andalucía, como solía ser llamado, era un convencido de la necesidad de la reforma, y para llevarla adelante creía en reformar al clero. San Juan de Ávila fue fundador de centros de Teología y Humanidades en Baeza, Granada y Córdoba, así como de varios colegios en Jerez, Priego, Montilla, Úbeda, Sevilla, Alcalá de Guadaira, Palma del Río y Écija. Sus reliquias presiden el altar de La Encarnación, una iglesia situada en la calle Corredera cuya construcción comenzó en 1726 y que, por diversos avatares históricos, no fue concluida hasta 1949.
Orientador espiritual de San Francisco de Borja, San Ignacio de Loyola, Santa Teresa de Jesús y Fray Luis de Granada, este montillano adoptivo preparó escritos y memoriales para los concilios de Trento y Toledo, contribuyendo en gran medida a la posición preeminente que ostentó la localidad durante el Siglo de Oro.
"Estos dos grandes testigos de la fe vivieron en períodos históricos y ambientes culturales muy diversos: Hildegarda fue monja benedictina en el corazón del Medioevo alemán, auténtica maestra de teología y profunda estudiosa de las ciencias naturales y de la música", ha detallado Benedicto XVI para añadir que San Juan de Ávila, "sacerdote diocesano en los años del renacimiento español, participó en el afán de la renovación cultural y religiosa de la Iglesia y de la coordinación en los albores de la modernidad".
"La santidad de la vida y la profundidad de la doctrina los hacen perennemente actuales: en efecto, la gracia del Espíritu Santo, los proyectó hacia esa experiencia de penetrante comprensión de la revelación divina y de diálogo inteligente con el mundo que constituyen el horizonte permanente de la vida y de la acción de la Iglesia", ha afirmado el Papa.
Para el Sumo Pontífice, "sobre todo a la luz del proyecto de una nueva evangelización, a la que será dedicada la mencionada Asamblea del Sínodo de los Obispos, y a la vigilia del 'Año de la Fe', estas dos figuras de santos y doctores se presentan con relevante importancia y actualidad".
El título de Doctor de la Iglesia Universal es otorgado oficialmente por el Papa a ciertos santos, con el objetivo de reconocerlos como "eminentes maestros de la fe para los fieles de todos los tiempos". De esta forma, los 33 doctores de la Iglesia que se han proclamado hasta el momento "han ejercido una influencia especial sobre el desarrollo del cristianismo, sentando las bases de la doctrina sucesiva".
La última persona que gozó del reconocimiento del doctorado de la Iglesia fue la santa francesa Teresa de Lisieux, más conocida como Santa Teresita del Niño Jesús (1873-1897), que fue proclamada por el papa Juan Pablo II en 1997.
El proceso para designar Doctor de la Iglesia a San Juan de Ávila se remonta a 1999, cuando los obispos españoles cursaron la petición a Juan Pablo II. Atrás ha quedado todo el trabajo de María Encarnación González, directora de la Oficina para la Causa de los Santos de la Conferencia Episcopal Española, que fue la encargada de elaborar la Positio, en la que se incluyó toda la información sobre el proceso que exigía el Vaticano.
El anuncio oficial de la proclamación del Maestro Ávila como Doctor de la Iglesia Universal fue realizado por Benedicto XVI el 20 de agosto del pasado año en la Jornada Mundial de la Juventud, al finalizar la Eucaristía con seminaristas de todo el mundo que el Sumo Pontífice presidió en la Catedral de Santa María la Real de la Almudena.
Una figura clave del 'Siglo de Oro'
San Juan de Ávila, nació en Almodóvar del Campo, cerca de Puertollano, el 6 de enero de 1500. De ascendencia judía, sus padres poseían unas minas de plata en Sierra Morena, lo que le permitió estudiar leyes en Salamanca. No obstante, en 1514 abandonó sus estudios empujado por su devoción y se retiró a su natal Almodóvar, donde hizo vida de dura penitencia.
Escribió un célebre comentario al salmo XLIV Audi filia, et vide para una señora convertida por él, que fue publicado en Alcalá clandestinamente en 1556 y más tarde ampliado. Esa obra puede considerarse un verdadero compendio de ascética, y el rey Felipe II la tuvo en tanta estima que pidió que no faltara nunca en El Escorial.
Su enorme ascendiente como predicador provocó envidias y algunos clérigos le denunciaron ante la Inquisición sevillana en 1531. Desde ese año hasta 1533, Juan de Ávila estuvo encarcelado y fue procesado por la Inquisición. Se le atribuye con gran fundamento el soneto anónimo "No me mueve, mi Dios, para quererte...", que es una de las joyas de la mística castellana.
El Apóstol de Andalucía, como solía ser llamado, era un convencido de la necesidad de la reforma, y para llevarla adelante creía en reformar al clero. San Juan de Ávila fue fundador de centros de Teología y Humanidades en Baeza, Granada y Córdoba, así como de varios colegios en Jerez, Priego, Montilla, Úbeda, Sevilla, Alcalá de Guadaira, Palma del Río y Écija. Sus reliquias presiden el altar de La Encarnación, una iglesia situada en la calle Corredera cuya construcción comenzó en 1726 y que, por diversos avatares históricos, no fue concluida hasta 1949.
Orientador espiritual de San Francisco de Borja, San Ignacio de Loyola, Santa Teresa de Jesús y Fray Luis de Granada, este montillano adoptivo preparó escritos y memoriales para los concilios de Trento y Toledo, contribuyendo en gran medida a la posición preeminente que ostentó la localidad durante el Siglo de Oro.
J.P. BELLIDO / REDACCIÓN