Se veía venir. Esto tenía un día que suceder. No era posible que los españoles, todos los españoles, siguiéramos con el tren de vida que llevábamos. Esto parecía una fiesta sin fin, una juerga a la que tan acostumbrados estamos los pobladores de la piel de toro. Y tenía que llegar un presidente de Gobierno, valiente y sin pelos en la lengua, para que nos contara verdades como puños.
Ha sido desde un lugar tan cercano como Colombia en el que nos dijera que “no hay dinero para atender el pago de los servicios públicos porque hemos gastado muchísimo dinero”. Y cuando dice “hemos gastado” se sobreentiende que “todos los españoles hemos gastado”.
¡Madre mía! ¿Cómo habíamos sido tan inconscientes de no darnos cuenta que derrochábamos el dinero que tan generosamente aportaban las grandes fortunas a las arcas del Estado para levantar un país que no hacía más que estar de juerga en juerga? ¿Cómo seguíamos esa carrera tan alocada al abismo en el que ahora estamos?
Ahora no valen las excusas y las lamentaciones. Hemos tirado la casa por la ventana en estos últimos años, hemos vivido todos como marajás, y es necesario que ahora paguemos por los pecados que hemos cometido. No queda más remedio que apechugar con los dispendios que todos los españoles hemos estado llevando a cabo de manera tan insensata que asusta ver vacías las arcas de un Estado que se ha quedado raquítico.
Aunque nos resistamos a ver la verdad tal como ha sido, no nos queda más remedio que afrontar la cruda realidad. Una realidad que nos gusta poco, pero hay que mirarla de frente. Y para ello, como he hecho en otras ocasiones, acudo a la publicidad, dado que es un verdadero espejo de lo que acontece a nuestro alrededor.
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Podemos comenzar, por ejemplo, con esa imagen de dos niños que se trajeron a un elefantito de Botsuana, cuando acompañaban a su papi a realizar un safari para cazar esas especies que a los africanos les sobran. Especies como son los elefantes, los búfalos, los rinocerontes, los leopardos…, pues, como todos los españoles sabemos, en los países del África negra hay una sobreabundancia de esos bichos.
Esta imagen no es pues de extrañar, ya que hasta hace bien poco eso de ir allí de safari a cazar estaba al alcance de cualquiera, por lo que no es raro que, en este caso, el papá atendiendo a las demandas de sus retoños se trajera un elefante, para regocijo de los pequeños.
Si damos un pequeño salto, y nos situamos en la vidorra que se tiraban todos los jóvenes, no nos queda más remedio que reconsiderar ese tren de vida, del que ahora no logran desprenderse.
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Es razonable, por tanto, que se meta la tijera a fondo y los que quieran estudiar tengan que pagarse gran parte del importe de la matrícula. No es de recibo lo que hasta ahora acontecía, tal como vemos en esa fotografía en la que aparecen tres estudiantes de Erasmus metidos en una de las fuentes de Roma. Esta es la verdadera vida que llevaban todos los que salían fuera de nuestras fronteras con el pretexto de ampliar sus conocimientos en otras latitudes.
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A su lado están dos perroflautas, como tan atinadamente los llamara doña Esperanza, la lideresa. Mucho 15-M y mucho eslogan de “otro mundo es posible”, pero lo que ellos hacen es no dar un palo al agua. Esto lo vemos en su lema, en el que reivindican el placer por encima de todo. Vamos, que ellos han venido a este mundo a pasárselo lo mejor posible.
En nuestro país, el colmo del descontrol lo estaban marcando los gais. No contentos con sus múltiples fiestas: que si la del “orgullo gay”, que si la de “los palomos cojos” en Badajoz, encima quieren que se les equiparen a las personas “normales”, cuando esto no puede ser.
Ya nos lo avisó la señora Botella, hoy alcaldesa de la capital del reino, al explicarnos, en un arranque de profundidad filosófica tan característica de ella, al regalarnos ese gran pensamiento en el que nos decía que no se podían juntar “manzanas y peras”.Y tenía toda la razón del mundo: por si alguien no lo sabía, las peras vienen de los perales y las manzanas de los manzanos. ¿Y los gais de dónde vienen?
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Y para que veamos que no deben juntarse, ahí, por ejemplo, vemos a dos gais sentados en un sofá esperando a que un juez les case. ¿Y ellos que hacen? Pues tomárselo a pitorreo. Teniendo en cuenta que ellos, ni siquiera, aportan eso tan importante como es procrear y traer al mundo nueva mano de obra, encima “van a lo suyo”, sin darse cuenta, tal como apuntó monseñor Reig Pla, que su mundo es un verdadero infierno.
¿Y qué pasaba con los parados? Pues que el dinero público para ellos corría sin control, de modo que no tenían problemas para llevar una vida tan regalada como la que vemos en el anuncio que protagonizan de Tommy Hilfiger, su ropa favorita.
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Así, vemos a un grupo de ellos, chicos y chicas españoles viviendo a costa del erario, sin que tuvieran que envidiar a sus equivalentes los jóvenes del elenco más selecto de América.
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También casarse se convertía en una exhibición y en un derroche inaudito. Cualquier cosa servía para llamar la atención. Quizás no llegáramos a eso de que en nuestro país se ataban los perros con longanizas, pero sí bolsos de Carolina Herrera a los descapotables de los recién casados, en vez de las correspondientes latas, tal como se ha hecho toda la vida.
Y como ya sabemos, todos los españoles teníamos alguna finquita que nos servía de esparcimiento y relax. En ella hacíamos nuestras holgadas comidas al aire libre que tanto nos gustaban, de modo que al terminarlas aparecía la fauna tan característica de nuestra tierra al olor de las apetitosas sobras.
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Por otro lado, era el lugar en el que enseñábamos a nuestros niños, al igual que al pequeño Froilán, el manejo de las escopetas, pues al finalizar el ágape solía acudir un variopinto grupo: jabalíes, ciervos, faisanes, perdices… De este modo, nuestros retoños les podían dar caza, con lo que les preparábamos para tan real y educativo deporte.
Quisiera ir finalizando trayendo a colación ese enorme dispendio que era la Ley de Dependencia, que daba lugar a que nuestras abuelitas, tan quejitas y tan maniáticas, vivieran como auténticas reinas.
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Ahí vemos a una de ellas; nada de las imágenes tan truculentas que nos mostraban los medios de comunicación con el fin de que siguiéramos echando dinero en un pozo sin fondo, pues los mayores, como sabemos, son adictos a los medicamentos. Y esto, de una u otra forma, hay que pararlo.
Dedicatoria: Quiero cerrar este artículo con un pensamiento positivo, acordándome de todos esos grandes españoles, como los banqueros, que han aportado muchísimo a las arcas de este país para que tuviéramos una vida tan estupenda, a la cual no hemos sabido responder adecuadamente.
Por otro lado, citar también a toda la nobleza, magnates y demás, encarnada de forma ejemplar en doña Cayetana, duquesa de Alba, modelo de persona trabajadora, abnegada y cumplidora puntualmente con sus deberes cívicos, contribuyendo escrupulosamente con sus aportaciones al Fisco. Todos los españoles deberíamos mirarnos en ellos y seguir sus ejemplos.
Ha sido desde un lugar tan cercano como Colombia en el que nos dijera que “no hay dinero para atender el pago de los servicios públicos porque hemos gastado muchísimo dinero”. Y cuando dice “hemos gastado” se sobreentiende que “todos los españoles hemos gastado”.
¡Madre mía! ¿Cómo habíamos sido tan inconscientes de no darnos cuenta que derrochábamos el dinero que tan generosamente aportaban las grandes fortunas a las arcas del Estado para levantar un país que no hacía más que estar de juerga en juerga? ¿Cómo seguíamos esa carrera tan alocada al abismo en el que ahora estamos?
Ahora no valen las excusas y las lamentaciones. Hemos tirado la casa por la ventana en estos últimos años, hemos vivido todos como marajás, y es necesario que ahora paguemos por los pecados que hemos cometido. No queda más remedio que apechugar con los dispendios que todos los españoles hemos estado llevando a cabo de manera tan insensata que asusta ver vacías las arcas de un Estado que se ha quedado raquítico.
Aunque nos resistamos a ver la verdad tal como ha sido, no nos queda más remedio que afrontar la cruda realidad. Una realidad que nos gusta poco, pero hay que mirarla de frente. Y para ello, como he hecho en otras ocasiones, acudo a la publicidad, dado que es un verdadero espejo de lo que acontece a nuestro alrededor.
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Podemos comenzar, por ejemplo, con esa imagen de dos niños que se trajeron a un elefantito de Botsuana, cuando acompañaban a su papi a realizar un safari para cazar esas especies que a los africanos les sobran. Especies como son los elefantes, los búfalos, los rinocerontes, los leopardos…, pues, como todos los españoles sabemos, en los países del África negra hay una sobreabundancia de esos bichos.
Esta imagen no es pues de extrañar, ya que hasta hace bien poco eso de ir allí de safari a cazar estaba al alcance de cualquiera, por lo que no es raro que, en este caso, el papá atendiendo a las demandas de sus retoños se trajera un elefante, para regocijo de los pequeños.
Si damos un pequeño salto, y nos situamos en la vidorra que se tiraban todos los jóvenes, no nos queda más remedio que reconsiderar ese tren de vida, del que ahora no logran desprenderse.
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Es razonable, por tanto, que se meta la tijera a fondo y los que quieran estudiar tengan que pagarse gran parte del importe de la matrícula. No es de recibo lo que hasta ahora acontecía, tal como vemos en esa fotografía en la que aparecen tres estudiantes de Erasmus metidos en una de las fuentes de Roma. Esta es la verdadera vida que llevaban todos los que salían fuera de nuestras fronteras con el pretexto de ampliar sus conocimientos en otras latitudes.
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A su lado están dos perroflautas, como tan atinadamente los llamara doña Esperanza, la lideresa. Mucho 15-M y mucho eslogan de “otro mundo es posible”, pero lo que ellos hacen es no dar un palo al agua. Esto lo vemos en su lema, en el que reivindican el placer por encima de todo. Vamos, que ellos han venido a este mundo a pasárselo lo mejor posible.
En nuestro país, el colmo del descontrol lo estaban marcando los gais. No contentos con sus múltiples fiestas: que si la del “orgullo gay”, que si la de “los palomos cojos” en Badajoz, encima quieren que se les equiparen a las personas “normales”, cuando esto no puede ser.
Ya nos lo avisó la señora Botella, hoy alcaldesa de la capital del reino, al explicarnos, en un arranque de profundidad filosófica tan característica de ella, al regalarnos ese gran pensamiento en el que nos decía que no se podían juntar “manzanas y peras”.Y tenía toda la razón del mundo: por si alguien no lo sabía, las peras vienen de los perales y las manzanas de los manzanos. ¿Y los gais de dónde vienen?
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Y para que veamos que no deben juntarse, ahí, por ejemplo, vemos a dos gais sentados en un sofá esperando a que un juez les case. ¿Y ellos que hacen? Pues tomárselo a pitorreo. Teniendo en cuenta que ellos, ni siquiera, aportan eso tan importante como es procrear y traer al mundo nueva mano de obra, encima “van a lo suyo”, sin darse cuenta, tal como apuntó monseñor Reig Pla, que su mundo es un verdadero infierno.
¿Y qué pasaba con los parados? Pues que el dinero público para ellos corría sin control, de modo que no tenían problemas para llevar una vida tan regalada como la que vemos en el anuncio que protagonizan de Tommy Hilfiger, su ropa favorita.
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Así, vemos a un grupo de ellos, chicos y chicas españoles viviendo a costa del erario, sin que tuvieran que envidiar a sus equivalentes los jóvenes del elenco más selecto de América.
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También casarse se convertía en una exhibición y en un derroche inaudito. Cualquier cosa servía para llamar la atención. Quizás no llegáramos a eso de que en nuestro país se ataban los perros con longanizas, pero sí bolsos de Carolina Herrera a los descapotables de los recién casados, en vez de las correspondientes latas, tal como se ha hecho toda la vida.
Y como ya sabemos, todos los españoles teníamos alguna finquita que nos servía de esparcimiento y relax. En ella hacíamos nuestras holgadas comidas al aire libre que tanto nos gustaban, de modo que al terminarlas aparecía la fauna tan característica de nuestra tierra al olor de las apetitosas sobras.
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Por otro lado, era el lugar en el que enseñábamos a nuestros niños, al igual que al pequeño Froilán, el manejo de las escopetas, pues al finalizar el ágape solía acudir un variopinto grupo: jabalíes, ciervos, faisanes, perdices… De este modo, nuestros retoños les podían dar caza, con lo que les preparábamos para tan real y educativo deporte.
Quisiera ir finalizando trayendo a colación ese enorme dispendio que era la Ley de Dependencia, que daba lugar a que nuestras abuelitas, tan quejitas y tan maniáticas, vivieran como auténticas reinas.
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Ahí vemos a una de ellas; nada de las imágenes tan truculentas que nos mostraban los medios de comunicación con el fin de que siguiéramos echando dinero en un pozo sin fondo, pues los mayores, como sabemos, son adictos a los medicamentos. Y esto, de una u otra forma, hay que pararlo.
Dedicatoria: Quiero cerrar este artículo con un pensamiento positivo, acordándome de todos esos grandes españoles, como los banqueros, que han aportado muchísimo a las arcas de este país para que tuviéramos una vida tan estupenda, a la cual no hemos sabido responder adecuadamente.
Por otro lado, citar también a toda la nobleza, magnates y demás, encarnada de forma ejemplar en doña Cayetana, duquesa de Alba, modelo de persona trabajadora, abnegada y cumplidora puntualmente con sus deberes cívicos, contribuyendo escrupulosamente con sus aportaciones al Fisco. Todos los españoles deberíamos mirarnos en ellos y seguir sus ejemplos.
AURELIANO SÁINZ