Si fuéramos solidarios con sinceridad, tendríamos cinco millones largos de razones para estar disconformes y molestos con la situación que nadie, ni antes ni ahora, acaba de hacer frente de manera decidida y eficaz. Si fuéramos generosos con sinceridad, tendríamos cinco millones largos de corazones a los que consolar con nuestro apoyo y entrega, echándoles una mano para rescatarlos del pozo de miseria al que están abocados.
Si fuéramos justos con sinceridad, habría cinco millones largos de objetivos prioritarios a los que destinar, antes que a los bancos, los recursos a disposición del Gobierno para que sientan alivio en la angustia en que se encuentran.
Si fuéramos equitativos con sinceridad, dispondríamos de cinco millones largos de “recursos humanos” a los que ofertar puestos de trabajo, garantizando sus condiciones laborales, en vez de abaratar el despido a los que tienen suerte de trabajar.
Si fuéramos cristianos con sinceridad, nos moverían cinco millones largos de almas que no pueden clamar contra la injusticia ni esperar el apoyo de una Iglesia que opta por combatir a los homosexuales y solicitar limosna para conformar a los desfavorecidos.
Si fuéramos sensibles con sinceridad, habría cinco millones largos de estímulos para cambiar un modelo de sociedad que ampara la riqueza y condena a la pobreza a los que no disponen de oportunidades para la emancipación.
Si fuéramos honestos con sinceridad, contaríamos con cinco millones largos de asuntos que abordar sin dilación y que reclaman nuestra atención desde cualquier posición que ocupemos en la escala social.
Si fuéramos patriotas con sinceridad, centraríamos en esos cinco millones largos de problemas todas las políticas e iniciativas que pudiéramos emprender, antes que atender las demandas del mercado o las directrices de los organismos foráneos.
Si fuéramos leales con sinceridad, asumiríamos los cinco millones largos de desempleados como un fracaso propio que nos instaría a combatir hasta vencerlo. Si fuéramos libres con sinceridad y de verdad, nos movilizarían cinco millones largos de razones para el grito y la ira. Si fuéramos humanos…
Si fuéramos justos con sinceridad, habría cinco millones largos de objetivos prioritarios a los que destinar, antes que a los bancos, los recursos a disposición del Gobierno para que sientan alivio en la angustia en que se encuentran.
Si fuéramos equitativos con sinceridad, dispondríamos de cinco millones largos de “recursos humanos” a los que ofertar puestos de trabajo, garantizando sus condiciones laborales, en vez de abaratar el despido a los que tienen suerte de trabajar.
Si fuéramos cristianos con sinceridad, nos moverían cinco millones largos de almas que no pueden clamar contra la injusticia ni esperar el apoyo de una Iglesia que opta por combatir a los homosexuales y solicitar limosna para conformar a los desfavorecidos.
Si fuéramos sensibles con sinceridad, habría cinco millones largos de estímulos para cambiar un modelo de sociedad que ampara la riqueza y condena a la pobreza a los que no disponen de oportunidades para la emancipación.
Si fuéramos honestos con sinceridad, contaríamos con cinco millones largos de asuntos que abordar sin dilación y que reclaman nuestra atención desde cualquier posición que ocupemos en la escala social.
Si fuéramos patriotas con sinceridad, centraríamos en esos cinco millones largos de problemas todas las políticas e iniciativas que pudiéramos emprender, antes que atender las demandas del mercado o las directrices de los organismos foráneos.
Si fuéramos leales con sinceridad, asumiríamos los cinco millones largos de desempleados como un fracaso propio que nos instaría a combatir hasta vencerlo. Si fuéramos libres con sinceridad y de verdad, nos movilizarían cinco millones largos de razones para el grito y la ira. Si fuéramos humanos…
DANIEL GUERRERO