Montilla Digital se hace eco en su Buzón del Lector de un manifiesto remitido por Juventudes Comunistas de Montilla con motivo de la conmemoración, hoy 14 de abril, del 81º aniversario de la Segunda República. Si desea participar en esta sección, puede enviar un correo electrónico a montilladigital@gmail.com exponiendo su queja, comentario o sugerencia. Si lo desea, puede acompañarla también de alguna fotografía.
Ochenta y un años son ya. Ochenta y un años de una República que, armada de júbilo y esperanza, venía en brazos de un pueblo ansiado de libertad, justicia e igualdad. De un pueblo que irrumpió en la historia reclamando y ejerciendo su soberanía. De un pueblo hastiado de abusos de caciques y nobles, de ser humillado y ninguneado.
Pues la República no solo supuso el período más próspero de la historia del país hasta el momento en cuanto a progreso social, cultural y científico, sino que sentaba las bases de una sociedad moderna que se igualaba a los países de Europa, hasta que este noble anhelo se vio aniquilado por la intransigencia y brutalidad franquista.
Aquellas reformas que se estaban llevando a cabo, como la Reforma agraria, el sufragio femenino, la reforma educativa y la verdadera separación de Iglesia y Estado, no gustaban a los sectores reaccionarios como la nobleza y el clero, pues ello les hacía perder su cuota de poder y de control sobre las capas populares.
Lo que, con la avaricia y el egoísmo por bandera, provocó aquel Golpe de Estado fascista, que inundó las calles de sangre de inocentes que solo querían asegurar su bienestar y porvenir en una sociedad más justa e igualitaria.
Así pues, la República no puede entenderse como un mero cambio formal en la estructura de la Jefatura del Estado. Necesitamos una renovación profunda y radicalmente democrática. Que nos asegure los derechos básicos y los derechos sociales conseguidos y que ahora se nos están arrebatando impunemente.
La historia nos demuestra que quien la olvida está condenado a repetir los mismos errores. Por tanto, es hoy más necesario que nunca recordar lo que supuso aquella República para el pueblo, y honrar a todos los luchadores y luchadoras que la defendieron.
Su esfuerzo y férrea defensa de lo que es justo no puede caer en saco roto y quedarse en el cajón del olvido. No queremos ser los hijos desmemoriados de nuestra historia, y por eso mismo estamos hoy aquí, para denunciar aquellos crímenes y persecuciones y que no queden impunes, y para tomar el relevo de la aspiración democrática que aquellos campesinos y obreros consiguieron con su esfuerzo irredento.
Pues gracias a la nostalgia de los que aquí estamos, el recuerdo de estos héroes anónimos sigue aún vivo, y nos nutre de fuerza para seguir luchando por lo que aquella miserable guerra truncó.
Exigimos la derogación de la Ley de Amnistía de 1977, redactada por los propios franquistas que tenían mucho que ocultar. Es vergonzoso que se niegue reiteradamente desde el Poder Judicial una investigación exhaustiva de los crímenes franquistas, para que aquellos asesinos rindan cuentas y no queden impunes.
También exigimos la apertura de las miles de fosas comunes repartidas por todo el país, donde 81 años después todavía yacen los cuerpos sin identificar de los defensores de la República
Efectivamente, ambas son exigencias democráticas elementales. Son una forma de honrar la Memoria Histórica de aquellos hombres y mujeres que defendieron la legalidad republicana y también un deber para con las futuras generaciones, para garantizar la construcción de una sociedad democrática, libre de ataduras con un pasado oprobioso.
Los jóvenes comunistas herederos y herederas del legado social, cultural y emancipador brutalmente truncado por el golpe fascista de 1936, llamamos a avanzar, más pronto que tarde, en la legítima aspiración de la Tercera República.
El camino de la Tercera República, compañeros y compañeras, es complicado, pero merece la pena luchar por ello, para gritar por los que quedaron mudos, y para dar un glorioso paso de gigante hacia el futuro.
Pues en tiempos de desorden sangriento, de confusión organizada, de arbitrariedad consciente, de humanidad deshumanizada, nada debe parecer imposible de cambiar. ¡Viva la República! ¡Viva el Partido Comunista!
Ochenta y un años son ya. Ochenta y un años de una República que, armada de júbilo y esperanza, venía en brazos de un pueblo ansiado de libertad, justicia e igualdad. De un pueblo que irrumpió en la historia reclamando y ejerciendo su soberanía. De un pueblo hastiado de abusos de caciques y nobles, de ser humillado y ninguneado.
Pues la República no solo supuso el período más próspero de la historia del país hasta el momento en cuanto a progreso social, cultural y científico, sino que sentaba las bases de una sociedad moderna que se igualaba a los países de Europa, hasta que este noble anhelo se vio aniquilado por la intransigencia y brutalidad franquista.
Aquellas reformas que se estaban llevando a cabo, como la Reforma agraria, el sufragio femenino, la reforma educativa y la verdadera separación de Iglesia y Estado, no gustaban a los sectores reaccionarios como la nobleza y el clero, pues ello les hacía perder su cuota de poder y de control sobre las capas populares.
Lo que, con la avaricia y el egoísmo por bandera, provocó aquel Golpe de Estado fascista, que inundó las calles de sangre de inocentes que solo querían asegurar su bienestar y porvenir en una sociedad más justa e igualitaria.
Así pues, la República no puede entenderse como un mero cambio formal en la estructura de la Jefatura del Estado. Necesitamos una renovación profunda y radicalmente democrática. Que nos asegure los derechos básicos y los derechos sociales conseguidos y que ahora se nos están arrebatando impunemente.
La historia nos demuestra que quien la olvida está condenado a repetir los mismos errores. Por tanto, es hoy más necesario que nunca recordar lo que supuso aquella República para el pueblo, y honrar a todos los luchadores y luchadoras que la defendieron.
Su esfuerzo y férrea defensa de lo que es justo no puede caer en saco roto y quedarse en el cajón del olvido. No queremos ser los hijos desmemoriados de nuestra historia, y por eso mismo estamos hoy aquí, para denunciar aquellos crímenes y persecuciones y que no queden impunes, y para tomar el relevo de la aspiración democrática que aquellos campesinos y obreros consiguieron con su esfuerzo irredento.
Pues gracias a la nostalgia de los que aquí estamos, el recuerdo de estos héroes anónimos sigue aún vivo, y nos nutre de fuerza para seguir luchando por lo que aquella miserable guerra truncó.
Exigimos la derogación de la Ley de Amnistía de 1977, redactada por los propios franquistas que tenían mucho que ocultar. Es vergonzoso que se niegue reiteradamente desde el Poder Judicial una investigación exhaustiva de los crímenes franquistas, para que aquellos asesinos rindan cuentas y no queden impunes.
También exigimos la apertura de las miles de fosas comunes repartidas por todo el país, donde 81 años después todavía yacen los cuerpos sin identificar de los defensores de la República
Efectivamente, ambas son exigencias democráticas elementales. Son una forma de honrar la Memoria Histórica de aquellos hombres y mujeres que defendieron la legalidad republicana y también un deber para con las futuras generaciones, para garantizar la construcción de una sociedad democrática, libre de ataduras con un pasado oprobioso.
Los jóvenes comunistas herederos y herederas del legado social, cultural y emancipador brutalmente truncado por el golpe fascista de 1936, llamamos a avanzar, más pronto que tarde, en la legítima aspiración de la Tercera República.
El camino de la Tercera República, compañeros y compañeras, es complicado, pero merece la pena luchar por ello, para gritar por los que quedaron mudos, y para dar un glorioso paso de gigante hacia el futuro.
Pues en tiempos de desorden sangriento, de confusión organizada, de arbitrariedad consciente, de humanidad deshumanizada, nada debe parecer imposible de cambiar. ¡Viva la República! ¡Viva el Partido Comunista!
JUVENTUDES COMUNISTAS DE MONTILLA
REPORTAJE GRÁFICO: PILAR MUÑOZ
REPORTAJE GRÁFICO: PILAR MUÑOZ