No vale aquello del dicho “de este agua no beberé, ni este cura no es mi padre”. Para afirmar algo en este sentido hay que ser y estar muy seguro de sí mismo. Aplicado a nuestros políticos parece que no tiene valor. A la menor oportunidad beben el agua de cualquier pozo y reniegan de sus principios.
¿Digo "principios"? ¿Puede un político tener principios, entendidos estos como “norma o idea fundamental que rige el pensamiento o la conducta”? El principio es un juicio práctico que deriva de la inmediata aceptación de un valor. En este caso, nos estamos refiriendo al valor de la honradez para consigo mismo y para con los demás. Puede y debe, otro cantar es que los tenga. Visto lo visto, parece más bien que se venden por un plato de lentejas.
Es bastante cierto que los políticos, al menos los de nuestro entorno, reniegan de todo lo que habían dicho y/o prometido anteriormente, cuando pertenecían al difuso mundo de la oposición. ¡Qué frágil y quebradiza es la memoria humana cuando alcanza el poder! El refranero dice “si quieres saber quién es fulanillo, dale un carguillo”.
Hago referencia a políticos en general, puesto que el mal que les ataca al llegar al poder no establece diferencias entre derecha e izquierda. Sé que es sumamente difícil que seamos objetivos a la hora de enjuiciar las acciones de nuestros correligionarios, como lo demuestra la reciente guerra de #videos lanzados a la palestra para zaherir al contrario. A la situación de crisis económica estamos añadiendo una crisis de amor propio y de derrotismo generalizado.
Hoy quiero reflexionar sobre el favoritismo político-familiar existente en nuestro entorno. "Nepotismo" se le llama a la sustitución de los lazos familiares en lugar de los méritos, para ocupar un puesto. Hemos pasado de la "meritocracia" a la "familiocracia".
Lucrarse del enchufismo ha sido muy frecuente en la España moderna. Posiblemente nunca haya estado tan extendido su uso y abuso como en los últimos tiempos. La breva (RAE: “empleo o negocio lucrativos y poco trabajosos”) ha derivado en liso nepotismo.
La RAE define el nepotismo como “desmedida preferencia que algunos dan a sus parientes para las concesiones o empleos públicos”; “nepote: pariente y privado del Papa”. Esta sutil práctica viene de lejos. Será desde finales de la Edad Media hasta el siglo XVII cuando esté en plena efervescencia en la curia romana. La familia Borgia, españoles ellos, con su desmedido afán de poder, hicieron un magnánimo uso de este tipo de actividad nepótica.
Haciendo caso omiso sobre el origen del vocablo “nepotismo”, sí que hay que subrayar su reiterada querencia en nuestro país. Dicho de otra manera, hay pocos políticos que no tengan predilección por esta querencia, hasta el punto de compartir la impresión de que el Gobierno central o autonómico se ha convertido en una oficina más de colocaciones, haciéndole sombra al INEM o a las agencias de trabajo temporal existentes en el país.
No hace mucho saltaba a los escenarios informativos una retahíla de cargos íntimamente relacionados con miembros del Ejecutivo, que conseguían un buen trabajo o cambiaban de actividad por obra y gracia de ser familiares directísimos de cargos públicos.
En Extremadura, no hace tampoco mucho tiempo, sobrevenía lo mismo. En Andalucía, según cuentan en el libro La tela de araña, el asunto se ha convertido en un cáncer con metástasis total. El problema se dimensiona hasta términos francamente insostenibles.
Me atrevo a emitir un temerario juicio de valor: dado que el panorama político seguirá más o menos igual, es de suponer que tampoco se den cambios radicales en la maraña existente antes de las elecciones autonómicas andaluzas. ¿Habrá un resquicio de esperanza con la entrada de Izquierda Unida en el Gobierno de la Junta? Los idealistas puede que opinen que sí.
Permítanme, en este caso, un razonable derecho a desconfiar. Mi duda es simplemente realista porque los hechos son muy contumaces. Personalmente, soy un escéptico en lo tocante a la “res pública”. Estoy refiriéndome a la “cosa pública”, entendida como bien común. Es muy frecuente en el mundo político olvidarse de dónde venimos. ¡Disculpen que no me levante!
Puedo entender que un “equis”, familiar de un político “ene”, se “resigne” a trabajar en una ocupación pública para la que, ante todo, está demostradamente cualificado y que, además, sea pariente próximo de tal o cual ministro o presidente de Autonomía.
Pero ¿todos los colocados desde la Agencia del Dedo son debidamente competentes para desempeñar el trabajo para el cual han sido contratados? O ¿solamente su mérito estriba en ser marido o esposa, hermano o hermana, primo o prima, tío o tía del preboste que en ese momento dirige el Ministerio o la Dirección General de lo que sea?
El clientelismo se asociaba con situaciones no democráticas donde la corrupción está a la orden del día. ¡Quía! La democracia también se mancha; o mejor dicho, la manchamos. Donde hay poder hay clientelismo, favoritismo. "Te doy favores a cambio de fidelidad". El problema de bulto, en muchos de los casos, es que la persona fidelizada carece de méritos relevantes para ocupar dicho cargo. Flagrante daño al principio de igualdad.
Viene a mi memoria aquella canción de Las murgas de Emilio el Moro del siempre recordado Carlos Cano, en una de cuyas estrofas decía: “Me han dicho que has puesto en Madrid un despacho de mucho postín. Colócanos, colócanos, ay, por tu madre, colócanos. Colócanos, colócanos, ay, Piti, colócanos”.
Dice el señor Rajoy que: “La Ley de Transparencia permitirá conocer a los «enchufados» públicos. El presidente del Gobierno asegura que se harán públicos sus «nombres y apellidos» y por qué se les contrata”. ¡Magnífico! Si son "enchufados" hay ya poco más que decir. Y ¿qué más subyace en dicha ley? Dado que este parece ser el Gobierno de la “esperanza”, habrá que confiar para ver.
El problema no creo que radique en hacer pública la lista de “acoplados” sino más bien en justificar honradamente el por qué se les contrata y si los contratos son en igualdad de condiciones con otros posibles candidatos; si esas personas están preparados para desempeñar dicha función (la que sea). Posiblemente haya más “peros” que aportar.
Desde luego, si una de las razones principales es que son "parientes de…", seguiremos pensando que el nepotismo no ha desaparecido y que solo se le ha lavado la cara al hacerlo público, para más recochineo de los poderes públicos y el consabido cabreo o envidia o caridad o todo junto, del resto del personal.
En otras palabras: la Ley de Transparencia puede que aporte claridad y hasta un cierto grado de minuciosidad. En los momentos que nos toca vivir es difícil escamotear cierta información. Las redes sociales están a la que cae.
Pero ¿aportará decencia, rectitud y moralidad la susodicha Ley? Ya he dicho alguna vez que el político no solamente debe parecer honrado sino que realmente debe serlo. Es doloso como confundimos el ser con el parecer.
¿Digo "principios"? ¿Puede un político tener principios, entendidos estos como “norma o idea fundamental que rige el pensamiento o la conducta”? El principio es un juicio práctico que deriva de la inmediata aceptación de un valor. En este caso, nos estamos refiriendo al valor de la honradez para consigo mismo y para con los demás. Puede y debe, otro cantar es que los tenga. Visto lo visto, parece más bien que se venden por un plato de lentejas.
Es bastante cierto que los políticos, al menos los de nuestro entorno, reniegan de todo lo que habían dicho y/o prometido anteriormente, cuando pertenecían al difuso mundo de la oposición. ¡Qué frágil y quebradiza es la memoria humana cuando alcanza el poder! El refranero dice “si quieres saber quién es fulanillo, dale un carguillo”.
Hago referencia a políticos en general, puesto que el mal que les ataca al llegar al poder no establece diferencias entre derecha e izquierda. Sé que es sumamente difícil que seamos objetivos a la hora de enjuiciar las acciones de nuestros correligionarios, como lo demuestra la reciente guerra de #videos lanzados a la palestra para zaherir al contrario. A la situación de crisis económica estamos añadiendo una crisis de amor propio y de derrotismo generalizado.
Hoy quiero reflexionar sobre el favoritismo político-familiar existente en nuestro entorno. "Nepotismo" se le llama a la sustitución de los lazos familiares en lugar de los méritos, para ocupar un puesto. Hemos pasado de la "meritocracia" a la "familiocracia".
Lucrarse del enchufismo ha sido muy frecuente en la España moderna. Posiblemente nunca haya estado tan extendido su uso y abuso como en los últimos tiempos. La breva (RAE: “empleo o negocio lucrativos y poco trabajosos”) ha derivado en liso nepotismo.
La RAE define el nepotismo como “desmedida preferencia que algunos dan a sus parientes para las concesiones o empleos públicos”; “nepote: pariente y privado del Papa”. Esta sutil práctica viene de lejos. Será desde finales de la Edad Media hasta el siglo XVII cuando esté en plena efervescencia en la curia romana. La familia Borgia, españoles ellos, con su desmedido afán de poder, hicieron un magnánimo uso de este tipo de actividad nepótica.
Haciendo caso omiso sobre el origen del vocablo “nepotismo”, sí que hay que subrayar su reiterada querencia en nuestro país. Dicho de otra manera, hay pocos políticos que no tengan predilección por esta querencia, hasta el punto de compartir la impresión de que el Gobierno central o autonómico se ha convertido en una oficina más de colocaciones, haciéndole sombra al INEM o a las agencias de trabajo temporal existentes en el país.
No hace mucho saltaba a los escenarios informativos una retahíla de cargos íntimamente relacionados con miembros del Ejecutivo, que conseguían un buen trabajo o cambiaban de actividad por obra y gracia de ser familiares directísimos de cargos públicos.
En Extremadura, no hace tampoco mucho tiempo, sobrevenía lo mismo. En Andalucía, según cuentan en el libro La tela de araña, el asunto se ha convertido en un cáncer con metástasis total. El problema se dimensiona hasta términos francamente insostenibles.
Me atrevo a emitir un temerario juicio de valor: dado que el panorama político seguirá más o menos igual, es de suponer que tampoco se den cambios radicales en la maraña existente antes de las elecciones autonómicas andaluzas. ¿Habrá un resquicio de esperanza con la entrada de Izquierda Unida en el Gobierno de la Junta? Los idealistas puede que opinen que sí.
Permítanme, en este caso, un razonable derecho a desconfiar. Mi duda es simplemente realista porque los hechos son muy contumaces. Personalmente, soy un escéptico en lo tocante a la “res pública”. Estoy refiriéndome a la “cosa pública”, entendida como bien común. Es muy frecuente en el mundo político olvidarse de dónde venimos. ¡Disculpen que no me levante!
Puedo entender que un “equis”, familiar de un político “ene”, se “resigne” a trabajar en una ocupación pública para la que, ante todo, está demostradamente cualificado y que, además, sea pariente próximo de tal o cual ministro o presidente de Autonomía.
Pero ¿todos los colocados desde la Agencia del Dedo son debidamente competentes para desempeñar el trabajo para el cual han sido contratados? O ¿solamente su mérito estriba en ser marido o esposa, hermano o hermana, primo o prima, tío o tía del preboste que en ese momento dirige el Ministerio o la Dirección General de lo que sea?
El clientelismo se asociaba con situaciones no democráticas donde la corrupción está a la orden del día. ¡Quía! La democracia también se mancha; o mejor dicho, la manchamos. Donde hay poder hay clientelismo, favoritismo. "Te doy favores a cambio de fidelidad". El problema de bulto, en muchos de los casos, es que la persona fidelizada carece de méritos relevantes para ocupar dicho cargo. Flagrante daño al principio de igualdad.
Viene a mi memoria aquella canción de Las murgas de Emilio el Moro del siempre recordado Carlos Cano, en una de cuyas estrofas decía: “Me han dicho que has puesto en Madrid un despacho de mucho postín. Colócanos, colócanos, ay, por tu madre, colócanos. Colócanos, colócanos, ay, Piti, colócanos”.
Dice el señor Rajoy que: “La Ley de Transparencia permitirá conocer a los «enchufados» públicos. El presidente del Gobierno asegura que se harán públicos sus «nombres y apellidos» y por qué se les contrata”. ¡Magnífico! Si son "enchufados" hay ya poco más que decir. Y ¿qué más subyace en dicha ley? Dado que este parece ser el Gobierno de la “esperanza”, habrá que confiar para ver.
El problema no creo que radique en hacer pública la lista de “acoplados” sino más bien en justificar honradamente el por qué se les contrata y si los contratos son en igualdad de condiciones con otros posibles candidatos; si esas personas están preparados para desempeñar dicha función (la que sea). Posiblemente haya más “peros” que aportar.
Desde luego, si una de las razones principales es que son "parientes de…", seguiremos pensando que el nepotismo no ha desaparecido y que solo se le ha lavado la cara al hacerlo público, para más recochineo de los poderes públicos y el consabido cabreo o envidia o caridad o todo junto, del resto del personal.
En otras palabras: la Ley de Transparencia puede que aporte claridad y hasta un cierto grado de minuciosidad. En los momentos que nos toca vivir es difícil escamotear cierta información. Las redes sociales están a la que cae.
Pero ¿aportará decencia, rectitud y moralidad la susodicha Ley? Ya he dicho alguna vez que el político no solamente debe parecer honrado sino que realmente debe serlo. Es doloso como confundimos el ser con el parecer.
PEPE CANTILLO