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La mejor ministra de Economía

Lo primero que debo hacer es presentarme, aunque no sé si debería decirlo, tal y como está la cosa. Bueno, voy a ser valiente: soy economista. Sí, "economista", esa palabra tan denostada. Pero aunque no me crean, yo estudié la carrera para “terminar con la montaña de la pobreza”, como señalaba mi admirado José Luis Sampedro en su libro de Estructura Económica. Ilusa de mí.

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Les diré que después de cinco años en la Universidad y ante mi inminente salida al mercado laboral, me di cuenta de que me habían preparado solo para un puesto: ser ministra de Economía. Y claro, solo hay un ministro de Economía en este país y el cargo siempre lo ocupa algún político. Lo tenía difícil porque yo, siguiendo el consejo de mi padre, el único carné que tengo es el de identidad.

Había estudiado qué es la inflación (y aprendido que solo lleva una “c”), el déficit presupuestario (ese por el que quieren que nos convirtamos en mártires), el paro (para eso no necesitaba yo ir a la Universidad, con vivir en Andalucía tenía bastante…) y demás variables. También aprendí cómo controlarlas, es decir, cómo controlar la inflación, el paro (si alguien lo sabe, aunque no haya estudiado ni el Bachillerato que, por favor, nos lo haga saber)...

Y ahora me doy cuenta de que yo no sé nada, de que la verdadera economista es mi madre. Sí, mi madre: una señora sencilla, ama de casa, con conocimiento de las cuatro reglas (para los jóvenes: sumar, restar, multiplicar y dividir) que, por las circunstancias históricas, no fue al colegio nada más que dos años y que se sacó el Graduado Escolar no hace mucho.

Mi madre ha hecho en estos años todo lo que un ministro de Economía debería hacer. En mi casa no ha habido nunca déficit presupuestario, es decir, los gastos nunca han superado los ingresos. Si se ganaba cien, se gastaba ochenta. Esto ha permitido ahorrar y que, ante la bajada de ingresos de mi padre (porque eso de que no iban a tocar las pensiones era un mal chiste, pues con la subida del Impuesto sobre la Renta, cobra menos), no se vean agobiados, ni tengan problemas de “déficit”.

¿Cómo han podido gastar solo ochenta? Pues miren ustedes, buscando las mejores ofertas y no derrochando. En mi casa hemos vivido bien, hemos comido bien, pero no se ha gastado en cosas innecesarias. Que le pregunten a cualquier ministro de Economía que haya pasado por el Gobierno de este país, con independencia del color político (si es que queda algún color ya que no sea el negro) si solo se ha gastado en cosas útiles; si los contratos y obras que se han concedido han ido siempre a parar a las manos más limpias y ahorrativas (lo que se llama "eficientes" en Economía); si el dinero se ha dado a quien lo necesitaba…

Además, ahora, mis progenitores, como ya no tienen hipoteca, no tienen una “prima de riesgo” alta. En palabras sencillas: no están a punto de dejar de pagar sus deudas por lo que, si necesitan dinero, cualquier banco se lo prestaría a un interés no demasiado alto. No le pasa así a nuestro país, que está pagando unos intereses desorbitados para pagar deudas.

Otra política que se ha llevado en casa de mis padres ha sido comprar en el barrio. Cuando compraba en una tienda pequeñita, mi madre me decía: “aunque es un poco más caro, pero hija, todos tienen que comer”.

En este país se consumen muchos productos extranjeros. A lo mejor, el Gobierno podía incentivar que se fabricaran algunos aquí y que consumamos más los que nosotros producimos. Un pequeño ejemplo: somos un país de sol perpetuo y eso ha hecho que prolifere la energía solar. Me parece magnífico que usemos energía limpia y respetuosa con esta casa prestada que es la Tierra, pero ¿por qué tenemos que traer las placas de Alemania? ¿Por qué no las producimos aquí? ¿Por qué no hay una titulación en Ingeniería en Andalucía que tenga que ver con las Energías Renovables? ¿O es que queremos seguir vendiendo botijos? A un alemán le íbamos a vender, usted o yo, si tuvieran nuestro sol, placas solares. Ni de broma.

Así que ya saben, a mirar el código de barras y que empiece por 8. Y bueno, creo que para ser la primera vez que me leen, es suficiente. Lo que quiero es que se entere quien sea y que, por favor, nombren a mi madre ministra de Economía. No necesita ni secretarios de Estado ni asesores de ninguna clase.

MARÍA JESÚS SÁNCHEZ A.
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