Aquella muchacha entró en la Oficina de Correos con una pequeña cajita en las manos. "Quiero enviar mis sueños", dijo. El hombre del mostrador pareció no entender la petición de aquella desconocida. "Quiero enviar mis sueños", repitió entonces. "Disculpe, pero nunca nos habían pedido algo así". A lo que respondió: "Bueno, siempre ha de haber una primera vez".
Serie 'El viaje de sus sueños' || © orádea 2012
El hombre del mostrador miró lentamente a la muchacha. En sus ojos brillaba una luz candente que bien hubiera podido prender la oficina entera. La chica ofreció su cajita de sueños instando al hombre a que se pusiera manos a la obra con tamaña empresa.
La cajita era muy pequeña y venía sin envolver. El hombre no las tenía todas consigo. "¿Y por qué quieres enviar tus sueños, si puede saberse?". "Porque quiero saber que pueden llegar donde se lo propongan. Quiero que mis sueños viajen".
El hombre del mostrador, aunque era un hombre sin fe, era curioso: "Y, dime, ¿podría conocerlos?". Puesto que la muchacha había venido a enviar sus sueños, estaba bien dispuesta a compartirlos también. Así, abrió la caja y mostró su interior con una mezcla de orgullo y vergüenza. Al fin y al cabo, allí estaba lo más íntimo que puede atesorar una persona.
Serie 'El viaje de sus sueños' || © orádea 2012
El hombre del mostrador se despegó de su silla para tratar de atisbar aquella extraña mercancía. No vio nada. La muchacha que enseñaba sus sueños comenzó a sacarlos uno por uno. "Mis sueños son la música que tañe el viento contra las hojas de los árboles. Mis sueños son las flores erguidas que unas con otras hacen a los arriates sentirse vivos".
"Son las plantas en los jardines y su fragancia galopando en el aire. Es el rumor que dejan los ríos al caminar la Tierra. Escucha, escucha...". El hombre del mostrador no oyó nada. "Mis sueños son las letras que escriben cuentos que hacen palpitar los corazones. Tome, ¡lea, lea…!".
El hombre, atónito, seguía sin ver nada. "Mis sueños desean alimentar y enriquecer las almas que necesiten ser alimentadas y enriquecidas. Mis sueños caminan por cualquier ciudad, pueblo o aldea de cualquier país del mundo. Mis sueños, aunque no entiendo bien por qué, palpitan y hacen latir mi corazón".
Serie 'El viaje de sus sueños' || © orádea 2012
La muchacha, con vehemencia, se puso de puntillas ofreciendo su pecho bajo la blusa: "Sienta, ¡sienta cómo late! Mis sueños me abaten, me elevan, me dan fuerza y me hacen correr. Pero mis sueños se derraman y lloran y sufren. No quiero que mis sueños sufran más. Por eso querría enviarlos. Para que puedan llegar donde quieren llegar".
Aquella sinceridad hirió al hombre del mostrador -ya no tan desconocido, huelga decir- y pensó que aunque no entendiera bien ni supiera cómo, trataría de hacer lo posible por enviar los sueños de la muchacha que vino a enviar sus sueños. "Quizá, pensó, con fingir que los envío, se sentirá feliz".
"¿En qué tipo de paquete quieres enviarlos?". "No sé... ¿qué tipos hay?". "Realmente, tenemos paquetes para todo tipo de envíos", rezó mecánicamente. "Perfecto entonces: seguro que tienes un paquete apropiado para mis sueños". Ante la aplastante lógica, el hombre del mostrador de la oficina de Correos permaneció dubitativo. "Lo que me interesa es que llegue muy rápido", argumentó ella. "¡Al mundo le urgen los sueños!".
Serie 'El viaje de sus sueños' || © orádea 2012
"Entonces, el servicio urgente es el apropiado", adujo él. "¿Y adónde quieres enviarlos?". "Mándalos sin más", respondió. El hombre del mostrador casi conocido y con algo de esperanza, sumergido en una vorágine de la cual ya no podía salir -aunque no lo supiese-, replicó: "Eso no puede ser. Hay que especificar algún destino, si no, no llegará a ninguna parte".
La muchacha se detuvo. Realmente no se había planteado aquel capital inconveniente. "¡A todos!", resolvió entonces con aplomo. "¡A todo el mundo, a cualquier rincón, sin excepción!". "Pero eso son muchos lugares", dijo él. "No", corrigió la muchacha no sin razón. "¡Son todos!".
Serie 'El viaje de sus sueños' || © orádea 2012
El hombre del mostrador, conocido ya y contagiado por los sueños de la muchacha, aún no entendía cómo un paquete tan pequeño iba a llegar a todos los lugares del mundo. Sin embargo, escribió él mismo el destino: "A todos los lugares del Mundo".
"¿Y qué remitente ponemos?". La chica dudó. "Escribe 'Soy un paquete cargado de sueños'". "¿Y qué franqueo?". "¡Poco importa: va destinado a todos los lugares! Ningún franqueo alcanzaría a tantos sitios. Además, nadie se atreverá a detener un envío tan especial, ¿no crees?".
"Tú lo dejarás en la caja y tu compañero lo cogerá y, aunque no haya franqueo, sabrá que es un paquete importante. Seguro que sigue con el proceso y lo deja en la bandeja de 'Todos los destinos'. Así llegará al repartidor. Él hará lo mismo. Alguien lo recibirá y, contagiado, iniciará el proceso de nuevo. Así sucesivamente".
Serie 'El viaje de sus sueños' || © orádea 2012
La muchacha que vino a enviar sus sueños, segura de ellos, salió de la oficina repitiendo: "Así sucesivamente, así sucesivamente...". El hombre del mostrador, contagiado por los sueños de la muchacha que vino a enviar sus sueños, los envió al fin.
Serie 'El viaje de sus sueños' || © orádea 2012
El hombre del mostrador miró lentamente a la muchacha. En sus ojos brillaba una luz candente que bien hubiera podido prender la oficina entera. La chica ofreció su cajita de sueños instando al hombre a que se pusiera manos a la obra con tamaña empresa.
La cajita era muy pequeña y venía sin envolver. El hombre no las tenía todas consigo. "¿Y por qué quieres enviar tus sueños, si puede saberse?". "Porque quiero saber que pueden llegar donde se lo propongan. Quiero que mis sueños viajen".
El hombre del mostrador, aunque era un hombre sin fe, era curioso: "Y, dime, ¿podría conocerlos?". Puesto que la muchacha había venido a enviar sus sueños, estaba bien dispuesta a compartirlos también. Así, abrió la caja y mostró su interior con una mezcla de orgullo y vergüenza. Al fin y al cabo, allí estaba lo más íntimo que puede atesorar una persona.
Serie 'El viaje de sus sueños' || © orádea 2012
El hombre del mostrador se despegó de su silla para tratar de atisbar aquella extraña mercancía. No vio nada. La muchacha que enseñaba sus sueños comenzó a sacarlos uno por uno. "Mis sueños son la música que tañe el viento contra las hojas de los árboles. Mis sueños son las flores erguidas que unas con otras hacen a los arriates sentirse vivos".
"Son las plantas en los jardines y su fragancia galopando en el aire. Es el rumor que dejan los ríos al caminar la Tierra. Escucha, escucha...". El hombre del mostrador no oyó nada. "Mis sueños son las letras que escriben cuentos que hacen palpitar los corazones. Tome, ¡lea, lea…!".
El hombre, atónito, seguía sin ver nada. "Mis sueños desean alimentar y enriquecer las almas que necesiten ser alimentadas y enriquecidas. Mis sueños caminan por cualquier ciudad, pueblo o aldea de cualquier país del mundo. Mis sueños, aunque no entiendo bien por qué, palpitan y hacen latir mi corazón".
Serie 'El viaje de sus sueños' || © orádea 2012
La muchacha, con vehemencia, se puso de puntillas ofreciendo su pecho bajo la blusa: "Sienta, ¡sienta cómo late! Mis sueños me abaten, me elevan, me dan fuerza y me hacen correr. Pero mis sueños se derraman y lloran y sufren. No quiero que mis sueños sufran más. Por eso querría enviarlos. Para que puedan llegar donde quieren llegar".
Aquella sinceridad hirió al hombre del mostrador -ya no tan desconocido, huelga decir- y pensó que aunque no entendiera bien ni supiera cómo, trataría de hacer lo posible por enviar los sueños de la muchacha que vino a enviar sus sueños. "Quizá, pensó, con fingir que los envío, se sentirá feliz".
"¿En qué tipo de paquete quieres enviarlos?". "No sé... ¿qué tipos hay?". "Realmente, tenemos paquetes para todo tipo de envíos", rezó mecánicamente. "Perfecto entonces: seguro que tienes un paquete apropiado para mis sueños". Ante la aplastante lógica, el hombre del mostrador de la oficina de Correos permaneció dubitativo. "Lo que me interesa es que llegue muy rápido", argumentó ella. "¡Al mundo le urgen los sueños!".
Serie 'El viaje de sus sueños' || © orádea 2012
"Entonces, el servicio urgente es el apropiado", adujo él. "¿Y adónde quieres enviarlos?". "Mándalos sin más", respondió. El hombre del mostrador casi conocido y con algo de esperanza, sumergido en una vorágine de la cual ya no podía salir -aunque no lo supiese-, replicó: "Eso no puede ser. Hay que especificar algún destino, si no, no llegará a ninguna parte".
La muchacha se detuvo. Realmente no se había planteado aquel capital inconveniente. "¡A todos!", resolvió entonces con aplomo. "¡A todo el mundo, a cualquier rincón, sin excepción!". "Pero eso son muchos lugares", dijo él. "No", corrigió la muchacha no sin razón. "¡Son todos!".
Serie 'El viaje de sus sueños' || © orádea 2012
El hombre del mostrador, conocido ya y contagiado por los sueños de la muchacha, aún no entendía cómo un paquete tan pequeño iba a llegar a todos los lugares del mundo. Sin embargo, escribió él mismo el destino: "A todos los lugares del Mundo".
"¿Y qué remitente ponemos?". La chica dudó. "Escribe 'Soy un paquete cargado de sueños'". "¿Y qué franqueo?". "¡Poco importa: va destinado a todos los lugares! Ningún franqueo alcanzaría a tantos sitios. Además, nadie se atreverá a detener un envío tan especial, ¿no crees?".
"Tú lo dejarás en la caja y tu compañero lo cogerá y, aunque no haya franqueo, sabrá que es un paquete importante. Seguro que sigue con el proceso y lo deja en la bandeja de 'Todos los destinos'. Así llegará al repartidor. Él hará lo mismo. Alguien lo recibirá y, contagiado, iniciará el proceso de nuevo. Así sucesivamente".
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La muchacha que vino a enviar sus sueños, segura de ellos, salió de la oficina repitiendo: "Así sucesivamente, así sucesivamente...". El hombre del mostrador, contagiado por los sueños de la muchacha que vino a enviar sus sueños, los envió al fin.
DAVID CANTILLO