Permítanme la licencia coloquial que da entrada a este artículo, pretende, solo, apremiar de forma más vehemente a nuestro querido presidente del Gobierno a fin de que, de una vez –seguro que deberán ser varias veces a lo largo de esta Legislatura-, nos aporte unas palabras de confianza que generen en los españoles algo de serenidad en medio de este desasosiego económico y social en el que estamos inmersos.
A principios de enero pedía a Rajoy, también en esta misma sección, que hablase, que explicase las medidas que se estaban adoptando y aquellas que en el futuro se fuesen a adoptar.
Pero no solo se trataba de una petición en el sentido de relatar secuencialmente qué tipo de decisiones iba a adoptar el Gobierno, sino de explicar el porqué de cada una de ellas y de razonar los beneficios que de las mismas se pensaba –no digo "se aseguraba"- obtener.
Creo que es un derecho que nos asiste a todos y cada uno de los españoles el de recibir información precisa y veraz sobre todo aquello que nos afecte y las medidas que al respecto puedan tomarse.
Es cierto, no lo dudo, que al Gobierno del Partido Popular le ha correspondido pelear con la más dura y hacer frente a una serie de decisiones que, sin lugar a dudas, son impopulares. Pero esto ya se sabía de antemano.
A partir de ahora no puede pensarse en evitar el desgaste, como he podido leer en algún editorial de otros medios, eludiendo dar públicamente la cara y poniendo en boca de distintos ministros retazos de aquello que se piensa hacer o se está haciendo. La situación actual requiere un gesto de Estado y debe ser el presidente del Gobierno quien lo protagonice en primera persona y, además, lo haga con solvencia.
Nos enfrentamos o bien a la intervención europea en nuestro país –que en todo caso sería dura-, o bien a asumir desde todas las instancias e instituciones del país –también a nivel familiar y personal- un complejo paquete de medidas que no pueden sernos expuestas de manera velada y por interlocutores que aún en su cualidad de ministros o secretarios de Estado no son los que el pueblo demanda en esta situación.
Hoy, más que en otras ocasiones, la ciudadanía está necesitada de un liderazgo social que no encuentra y ese no puede ser otro que el que ejerza Rajoy so pena de que afloren otro tipo de líderes de los que en la historia ha quedado trágica constancia.
No sé si estamos en una etapa de destrucción social como otras vividas a lo largo de los siglos de la historia del hombre –existen indicadores que así podrían apuntarlo- pero, en todo caso, tenemos derecho a que quienes han asumido libremente esa responsabilidad –y además cobran por ello-, desde el Gobierno a la oposición, trasladen siquiera al menos tranquilidad a la población, renuncien a crisparla con sus propios enfrentamientos e intereses partidistas y nos den algún mensaje de esperanza que no se limite a la eliminación del oponente.
O Mariano Rajoy y su equipo de asesores está dispuesto a asumir ese papel de líder que afronte con valentía un posible –que no seguro- desgaste o estoy convencido de que el futuro no solo será negro para él sino para toda España.
A principios de enero pedía a Rajoy, también en esta misma sección, que hablase, que explicase las medidas que se estaban adoptando y aquellas que en el futuro se fuesen a adoptar.
Pero no solo se trataba de una petición en el sentido de relatar secuencialmente qué tipo de decisiones iba a adoptar el Gobierno, sino de explicar el porqué de cada una de ellas y de razonar los beneficios que de las mismas se pensaba –no digo "se aseguraba"- obtener.
Creo que es un derecho que nos asiste a todos y cada uno de los españoles el de recibir información precisa y veraz sobre todo aquello que nos afecte y las medidas que al respecto puedan tomarse.
Es cierto, no lo dudo, que al Gobierno del Partido Popular le ha correspondido pelear con la más dura y hacer frente a una serie de decisiones que, sin lugar a dudas, son impopulares. Pero esto ya se sabía de antemano.
A partir de ahora no puede pensarse en evitar el desgaste, como he podido leer en algún editorial de otros medios, eludiendo dar públicamente la cara y poniendo en boca de distintos ministros retazos de aquello que se piensa hacer o se está haciendo. La situación actual requiere un gesto de Estado y debe ser el presidente del Gobierno quien lo protagonice en primera persona y, además, lo haga con solvencia.
Nos enfrentamos o bien a la intervención europea en nuestro país –que en todo caso sería dura-, o bien a asumir desde todas las instancias e instituciones del país –también a nivel familiar y personal- un complejo paquete de medidas que no pueden sernos expuestas de manera velada y por interlocutores que aún en su cualidad de ministros o secretarios de Estado no son los que el pueblo demanda en esta situación.
Hoy, más que en otras ocasiones, la ciudadanía está necesitada de un liderazgo social que no encuentra y ese no puede ser otro que el que ejerza Rajoy so pena de que afloren otro tipo de líderes de los que en la historia ha quedado trágica constancia.
No sé si estamos en una etapa de destrucción social como otras vividas a lo largo de los siglos de la historia del hombre –existen indicadores que así podrían apuntarlo- pero, en todo caso, tenemos derecho a que quienes han asumido libremente esa responsabilidad –y además cobran por ello-, desde el Gobierno a la oposición, trasladen siquiera al menos tranquilidad a la población, renuncien a crisparla con sus propios enfrentamientos e intereses partidistas y nos den algún mensaje de esperanza que no se limite a la eliminación del oponente.
O Mariano Rajoy y su equipo de asesores está dispuesto a asumir ese papel de líder que afronte con valentía un posible –que no seguro- desgaste o estoy convencido de que el futuro no solo será negro para él sino para toda España.
ENRIQUE BELLIDO