Es curioso hasta dónde ha llegado hoy día la mano del hombre en lo que respecta a la Naturaleza. Es curioso, si cabe, el humor y el optimismo con que nos podemos tomar algunas secuencias de la vida salvaje que ocurren en plena Naturaleza.
Hoy día, y a pesar de todo, incluso en el centro de una gran urbe podemos encontrar un trocito de esa Naturaleza que ya hemos empezado a perder hace mucho tiempo. El río Guadalquivir a su paso por Córdoba representa uno de esos ejemplos donde hasta la fauna más agreste y esquiva puede convertirse en urbana.
Existen determinadas especies animales que no están adaptadas a la vida en entornos con unos mínimos de contaminación. Son especies cuya presencia en determinadas zonas delata (al menos teóricamente) la falta o escasez de contaminación en un lugar determinado.
A este tipo de animales se les suele añadir en numerosas ocasiones el apelativo de “indicadores biológicos”. A estas alturas es muy difícil encontrarse con uno de estos indicadores biológicos en pleno centro de una gran capital.
Una de las especies animales de las que hablamos es la que está representada por nuestra incansablemente juguetona nutria paleártica (Lutra lutra). Si existe algún animal salvaje en el mundo que tenga la capacidad de desentenderse de sus problemas y, a la vez, sea capaz de desembocar su conducta en la más lúdica y despreocupada de las actividades de juego, ese animal es nuestra inquieta nutria.
Tanto es así, que este indicador biológico no dudaría en usar una parte del regalo que le hemos hecho al río en forma de contaminación como objeto de juego. Es, no obstante, una paradoja que nunca debería de producirse. A mí, si queréis que os sea sincero, no me hace ni pizca de gracia ver a una nutria jugando con una lata de refresco.
Hoy día, y a pesar de todo, incluso en el centro de una gran urbe podemos encontrar un trocito de esa Naturaleza que ya hemos empezado a perder hace mucho tiempo. El río Guadalquivir a su paso por Córdoba representa uno de esos ejemplos donde hasta la fauna más agreste y esquiva puede convertirse en urbana.
Existen determinadas especies animales que no están adaptadas a la vida en entornos con unos mínimos de contaminación. Son especies cuya presencia en determinadas zonas delata (al menos teóricamente) la falta o escasez de contaminación en un lugar determinado.
A este tipo de animales se les suele añadir en numerosas ocasiones el apelativo de “indicadores biológicos”. A estas alturas es muy difícil encontrarse con uno de estos indicadores biológicos en pleno centro de una gran capital.
Una de las especies animales de las que hablamos es la que está representada por nuestra incansablemente juguetona nutria paleártica (Lutra lutra). Si existe algún animal salvaje en el mundo que tenga la capacidad de desentenderse de sus problemas y, a la vez, sea capaz de desembocar su conducta en la más lúdica y despreocupada de las actividades de juego, ese animal es nuestra inquieta nutria.
Tanto es así, que este indicador biológico no dudaría en usar una parte del regalo que le hemos hecho al río en forma de contaminación como objeto de juego. Es, no obstante, una paradoja que nunca debería de producirse. A mí, si queréis que os sea sincero, no me hace ni pizca de gracia ver a una nutria jugando con una lata de refresco.
MANUEL CRUZ