El padre de Mari Luz, la niña de cinco años asesinada en Huelva en 2008 por un pederasta, acaba de ser contratado como asesor del Grupo Municipal del Partido Popular (PP) del Ayuntamiento de Sevilla para temas de marginación y exclusión social.
Juan José Cortés despertó las simpatías y el reconocimiento de cuantos siguieron aquel trágico suceso a través de los medios de comunicación por la templanza y sensatez con que supo reaccionar, sin dejarse llevar ni por histerismos ni ánimos de venganza que todos solicitaban y aguardaban. No por ello ha confiado en la justicia ni en unas autoridades que, con la misma premura con que se solidarizan con las víctimas, se olvidan de ellas.
Juan José Cortés, que ha promovido la recogida de firmas para que se instaure la cadena perpetua en los casos de asesinatos de niños y pederastia, fue sondeado por varios partidos políticos para incluirlo en sus tickets electorales, ante la simpatía y el reconocimiento que despierta en la gente.
Ya antes del asesinato de su hija, Cortés militaba en el PSOE, más tarde mantuvo contactos con UPyD y, finalmente, se decantó por el Partido Popular cuando esta formación respaldó su lucha por la reforma del Código Penal para el endurecimiento de penas.
Hombre de maneras tranquilas y hablar sosegado, Juan José Cortés es pastor evangélico y, desde la pérdida de su hija, no ha cejado para que la ley penal recoja la cadena perpetua efectiva.
Ello explica, tal vez, sus contactos con diferentes partidos políticos hasta que el alcalde de Sevilla, Juan Ignacio Zoido, consigue atraerlo para un puesto de asesor en el que, desde la acción política, poder dedicarse a “defender a mi gente”.
Es indudable que este gitano, criado en la marginación, que se ha visto envuelto en un extraño suceso de tiroteo familiar, pero que ha sabido mantener una imagen de seriedad y templanza, puede abrigar genuinos propósitos por aprovechar las simpatías y el reconocimiento que consigue de la gente para ver cumplido su sueño de endurecer las penas por delitos como los cometidos contra su hija. Es justo y legítimo.
Es posible que el sufrimiento padecido y los esfuerzos para que la justicia ofrezca una faz menos indulgente, sean méritos para asesorar a jueces y políticos, como el alcalde de Sevilla, sobre las iniciativas que se deben implementar en asuntos de marginación social.
Economistas, sociólogos, trabajadores sociales, urbanistas y demás técnicos vienen debatiendo durante años sobre un problema cuya solución es compleja y requiere ingentes inversiones en educación, integración y promoción laboral.
Sin embargo, tal vez falte la sensibilidad que Juan José Cortés podría añadir a esta tarea. Pero mucho me temo -aunque nada me gustaría más que equivocarme- que ello no es lo que persigue el PP, sino atraer a sus siglas las simpatías y el reconocimiento que despierta este hombre entre la gente.
Es, sin duda, la lucha más peligrosa y difícil en la que se ve envuelto tras el asesinato de su hija: mantener su imagen de hombre sereno e íntegro, evitando que no lo manipulen con fines espurios. Ojalá tenga suerte y no vuelva a verse “decepcionado” con la política.
Juan José Cortés despertó las simpatías y el reconocimiento de cuantos siguieron aquel trágico suceso a través de los medios de comunicación por la templanza y sensatez con que supo reaccionar, sin dejarse llevar ni por histerismos ni ánimos de venganza que todos solicitaban y aguardaban. No por ello ha confiado en la justicia ni en unas autoridades que, con la misma premura con que se solidarizan con las víctimas, se olvidan de ellas.
Juan José Cortés, que ha promovido la recogida de firmas para que se instaure la cadena perpetua en los casos de asesinatos de niños y pederastia, fue sondeado por varios partidos políticos para incluirlo en sus tickets electorales, ante la simpatía y el reconocimiento que despierta en la gente.
Ya antes del asesinato de su hija, Cortés militaba en el PSOE, más tarde mantuvo contactos con UPyD y, finalmente, se decantó por el Partido Popular cuando esta formación respaldó su lucha por la reforma del Código Penal para el endurecimiento de penas.
Hombre de maneras tranquilas y hablar sosegado, Juan José Cortés es pastor evangélico y, desde la pérdida de su hija, no ha cejado para que la ley penal recoja la cadena perpetua efectiva.
Ello explica, tal vez, sus contactos con diferentes partidos políticos hasta que el alcalde de Sevilla, Juan Ignacio Zoido, consigue atraerlo para un puesto de asesor en el que, desde la acción política, poder dedicarse a “defender a mi gente”.
Es indudable que este gitano, criado en la marginación, que se ha visto envuelto en un extraño suceso de tiroteo familiar, pero que ha sabido mantener una imagen de seriedad y templanza, puede abrigar genuinos propósitos por aprovechar las simpatías y el reconocimiento que consigue de la gente para ver cumplido su sueño de endurecer las penas por delitos como los cometidos contra su hija. Es justo y legítimo.
Es posible que el sufrimiento padecido y los esfuerzos para que la justicia ofrezca una faz menos indulgente, sean méritos para asesorar a jueces y políticos, como el alcalde de Sevilla, sobre las iniciativas que se deben implementar en asuntos de marginación social.
Economistas, sociólogos, trabajadores sociales, urbanistas y demás técnicos vienen debatiendo durante años sobre un problema cuya solución es compleja y requiere ingentes inversiones en educación, integración y promoción laboral.
Sin embargo, tal vez falte la sensibilidad que Juan José Cortés podría añadir a esta tarea. Pero mucho me temo -aunque nada me gustaría más que equivocarme- que ello no es lo que persigue el PP, sino atraer a sus siglas las simpatías y el reconocimiento que despierta este hombre entre la gente.
Es, sin duda, la lucha más peligrosa y difícil en la que se ve envuelto tras el asesinato de su hija: mantener su imagen de hombre sereno e íntegro, evitando que no lo manipulen con fines espurios. Ojalá tenga suerte y no vuelva a verse “decepcionado” con la política.
DANIEL GUERRERO