La problemática que la posible bancarrota griega conlleva hace que los líderes europeos planifiquen estrategias, en una u otra línea, para que las consecuencias negativas que supondría esa quiebra sean las menores posibles. Desde que en 2010 Grecia fuera rescatada no ha habido un momento de tranquilidad para Europa: Irlanda, Portugal, España, Italia…
Bélgica se vio obligada a apresurar la formación de su Gobierno y hasta la misma Francia está sufriendo las consecuencias de la crisis del euro. El dato de que el país heleno cierra 2011 con un déficit del 7 por ciento no ha hecho más que confirmar que es casi imposible salvarlo de la bancarrota.
Para salvar el euro, y de paso a sí mismos, Alemania y Francia buscan tiempo para fortalecer las economías más débiles. España e Italia ya están abordando reformas estructurales. Irlanda está teniendo un crecimiento sorprendente, pero Portugal podría necesitar un rescate en breve. ¿Cómo abordar el problema griego para que no haya un efecto contagio en caso de quiebra?
Una opción es hacer que quebrara dentro del euro. Si se sabe lanzar el mensaje de que Grecia será el único país en quebrar puede haber esperanza. De hecho, una quiebra controlada dentro del euro abarataría la moneda, favoreciendo a países exportadores como Alemania.
Sin embargo, los efectos negativos de esta opción son evidentes: el efecto contagio. Como ya se vio en agosto, los mercados atacarían en primer lugar a la débil Portugal. La cuestión es: ¿lo soportarían España e Italia? Un reforzamiento del sistema financiero, que es por donde van sus principales reformas, podría ayudar a aguantar el golpe. Con que el Banco Central Europeo (BCE) blindase a Portugal habría bastante. Pero para eso se necesitaría tiempo y confianza.
La otra opción es expulsar a los griegos de la Eurozona. Para los griegos sería mejor, porque podrían abaratar el dracma y hacer proyectos de forma unilateral. Serían malos años para Grecia, pero el país heleno no tiene mejores opciones.
En cuanto a la Eurozona, los problemas serían parecidos a la opción anterior: debe aguantar el golpe y lanzar un mensaje político firme. Pero para conseguir aguantar es necesario, de nuevo, tiempo.
Y es que el tiempo es lo esencial, como puede comprobarse. Los rescates no son más que eso: ganar tiempo. Poner parches poco efectivos hasta que se pueda dar un golpe decisivo. Pero mientras hay que sobrevivir, y la política fiscal común, consensuada a finales de 2011 y que empezará a ponerse en marcha en breve, no parece ser suficiente.
A su favor, Europa tiene que los mercados han empezado a ignorar o, si se prefiere, a prestar menos atención a las agencias de calificación. En el corto plazo habrá que tener en cuenta principalmente tres cosas.
En primer lugar, si Portugal puede aguantar hasta finales de año sin más rescates. En segundo lugar, si los mercados reaccionan bien a los presupuestos españoles y a sus reformas. En tercer lugar, si Bélgica, Holanda y los demás países que se encuentran detrás de Italia pueden aguantar sin meterse en problemas económicos más graves. Para todo esto, tiempo.
Bélgica se vio obligada a apresurar la formación de su Gobierno y hasta la misma Francia está sufriendo las consecuencias de la crisis del euro. El dato de que el país heleno cierra 2011 con un déficit del 7 por ciento no ha hecho más que confirmar que es casi imposible salvarlo de la bancarrota.
Para salvar el euro, y de paso a sí mismos, Alemania y Francia buscan tiempo para fortalecer las economías más débiles. España e Italia ya están abordando reformas estructurales. Irlanda está teniendo un crecimiento sorprendente, pero Portugal podría necesitar un rescate en breve. ¿Cómo abordar el problema griego para que no haya un efecto contagio en caso de quiebra?
Una opción es hacer que quebrara dentro del euro. Si se sabe lanzar el mensaje de que Grecia será el único país en quebrar puede haber esperanza. De hecho, una quiebra controlada dentro del euro abarataría la moneda, favoreciendo a países exportadores como Alemania.
Sin embargo, los efectos negativos de esta opción son evidentes: el efecto contagio. Como ya se vio en agosto, los mercados atacarían en primer lugar a la débil Portugal. La cuestión es: ¿lo soportarían España e Italia? Un reforzamiento del sistema financiero, que es por donde van sus principales reformas, podría ayudar a aguantar el golpe. Con que el Banco Central Europeo (BCE) blindase a Portugal habría bastante. Pero para eso se necesitaría tiempo y confianza.
La otra opción es expulsar a los griegos de la Eurozona. Para los griegos sería mejor, porque podrían abaratar el dracma y hacer proyectos de forma unilateral. Serían malos años para Grecia, pero el país heleno no tiene mejores opciones.
En cuanto a la Eurozona, los problemas serían parecidos a la opción anterior: debe aguantar el golpe y lanzar un mensaje político firme. Pero para conseguir aguantar es necesario, de nuevo, tiempo.
Y es que el tiempo es lo esencial, como puede comprobarse. Los rescates no son más que eso: ganar tiempo. Poner parches poco efectivos hasta que se pueda dar un golpe decisivo. Pero mientras hay que sobrevivir, y la política fiscal común, consensuada a finales de 2011 y que empezará a ponerse en marcha en breve, no parece ser suficiente.
A su favor, Europa tiene que los mercados han empezado a ignorar o, si se prefiere, a prestar menos atención a las agencias de calificación. En el corto plazo habrá que tener en cuenta principalmente tres cosas.
En primer lugar, si Portugal puede aguantar hasta finales de año sin más rescates. En segundo lugar, si los mercados reaccionan bien a los presupuestos españoles y a sus reformas. En tercer lugar, si Bélgica, Holanda y los demás países que se encuentran detrás de Italia pueden aguantar sin meterse en problemas económicos más graves. Para todo esto, tiempo.
RAFAEL SOTO