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Montilla Digital se hace eco en su Buzón del Lector de un artículo de opinión remitido por una lectora de la página sobre algunas de las vicisitudes a las que deben enfrentarse los opositores en España. Si desea participar en esta sección, puede enviar un correo electrónico exponiendo su queja, comentario, sugerencia o relato. Si quiere, puede acompañar su mensaje de alguna fotografía.

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Son las siete de la mañana de un frío día de invierno del año 2011. Avanzo deprisa por calles solitarias y oscuras, portando un bolso, una gruesa chaqueta, unos guantes y, lo más pesado de todo: mi desilusión.

Camino decidida hacia el cumplimiento de mi último contrato temporal como limpiadora ¿a media jornada? Quizás sea menos... De dos semanas: igual así conseguiré tener dos meses cotizados. Mientras meto y saco los cubos del ascensor, voy bajando fregando las escaleras y retirando los felpudos para barrer debajo.

Mi MP3 de última generación me lanza los últimos éxitos musicales, a los que apenas presto atención, puesto que mi mente vuelve una y otra vez al pasado, a aquella frase que mi madre me repetía una y otra vez cuando era pequeña e ingenua (quizás sigo siéndolo al tener esperanza en que esto cambiará) y me decía: “Estudia; estudia, que ya obtendrás tu recompensa”.

Y yo estudiaba y estudiaba... Sobra decir que en aquellos tiempos tenía razón y ella sólo buscaba lo mejor para mí. Pero vuelvo a repetir: "en aquellos tiempos". Bueno, igual con 25 años, dos carreras, diez cursos (o más), miles de euros invertidos (en el plan que estamos, más bien "gastados" y "desgastados") y dos meses cotizados en la Seguridad Social, estoy siendo un poco impaciente... Pero el caso es que mi recompensa no llega.

A no ser que por "recompensa" entendamos contratos-basura, empleos temporales o, recientemente, quedarte en tu casa esperando que salga algún curso gratis (porque, evidentemente, después de seis años estudiando y tres en paro, una no tiene tiempo para ir al banco a ingresar unos ahorritos).

En ese sentido, no sé si me pesa más el haber hecho dos carreras o el tener que esconderlas. Porque aquí llega la gran ironía de estos tiempos de crisis: mucho dinero para formación (que, desde luego, a mí no me están dando porque, claro, yo ya estoy formada; pero da igual, porque no me forman más ni me dan trabajo) pero luego te aconsejan que escondas tu curriculum.

Como lo oyen: ahora lo que se lleva son los currículum falsos, que dependen del sitio al que quieras acceder como demandante de empleo. Vamos, que lo que te aconsejan es que no digas que tienes estudios y así te irá mejor. Por ello, volviendo a aquella frase que seguro que todos y todas habéis escuchado alguna vez, ahora la recompensa te la dan si no has estudiado y, además, si eres muy mentiroso o mentirosa.

En fin, como comprenderán, mi desilusión va creciendo y creciendo, hasta que ha llegado a convertirse en una bola gigante que me persigue todos los días y de la que sólo consigo escapar dando alas a mi esperanza. ¿Llegará el día en que consiga trabajar en lo que me gusta?

Bueno, es muy difícil. Y os diré porqué: soy maestra de Educación Infantil y psicopedagoga. En cuyo caso, o me toca la lotería y pongo algo por mi cuenta o me preparo unas oposiciones a las que acceden miles de personas y que, además, no me puedo permitir porque no son gratis ni para todos los públicos.

Como ya sabéis, para presentarte a unas oposiciones hay que pagar unas tasas de examen (muy lógico). Pero, además, hay que hacer cursos de 110 horas (homologados, que te cuestan más de 100 euros y que, además, no te dejan repetir para otro año) y hay que comprar un temario (no menos de 300 euros), que cambia a capricho de políticos como si estuviéramos hablando de papel higiénico.

Además, puedes apuntarte a una academia o preparador, pagando otros 100 euros o más al mes. Vamos, que para prepararse las oposiciones no es recomendable ser un parado de larga duración. Y no me entiendan mal: no quiero decir que los que deciden esto de las oposiciones solo quieran que los maestros y maestras sean de la clase alta (que antes no existía ya, pero ahora ha vuelto), sino que ellos y ellas, ingenuos también, no pueden conocer la situación de todos los opositores y opositoras ¿no? ¿O sí?

Yo diría que sí, pero tampoco quiero criticar por criticar... En fin, que ellos igual no saben que yo quiero ser maestra, pero no tengo 300 euros para comprarme ese temario nuevo o para gastarme 700 en hacer nuevos cursos.

¡Ah! Y para rematar, hay que aprender inglés. Y no vale cualquier título, no. Necesitamos el certificado B1, lo cual me parecería genial si no fuera porque necesitas otra buena aportación económica que, lamentablemente, el señor o señora del banco no te da porque eres una estudiante eterna en paro que no va a conseguir empleo hasta que no salgamos de la crisis (quién sabe en qué momento: este año no, que Rajoy ha dicho que iba a ser muy malo…).

Así que nada, supongo que seguiré asistiendo a la "Oficina de Desempleo" (leen bien, así es como se llama ahora) puntualmente para que las cifras que salen por la tele no bajen y los presentadores y presentadoras puedan seguir poniendo carita de espanto al leer la noticia de los miles de parados y paradas que hay en España.

Quizás después de este artículo, y de los muchos otros que se han escrito y se escribirán, alguien comience a replantearse la situación y decida darnos una oportunidad de demostrar cuánto valemos y, por supuesto, abaratar la formación y el acceso al Cuerpo de Maestros y Maestras.

Sin más qué decir, se despide una maestra, psicopedagoga, limpiadora, cajera de supermercado, cuidadora de niños y niñas, maestra de clases particulares, vendimiadora y lo que surja. A su servicio.
MARÍA DEL CARMEN LÓPEZ REY
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