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¿Qué tipo de unidad y a qué precio?

Ciertamente, unos de las dos personas sacrificadas en el XVII Congreso Nacional del Partido Popular (PP) ha sido Esteban González Pons. La otra, no lo duden –yo lo denominaría como el "Ricardo Rojas cordobés"-, Juan Carlos Vera Pro, al que seguro nadie de ustedes le pone cara.

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González Pons, que fue un brillantísimo senador en los años noventa para ocupar después la Portavocía del Grupo Parlamentario Popular y trasladarse posteriormente a formar parte del Gobierno de Camps en Valencia en diferentes consejerías, regresó a la política nacional en el Congreso de los Diputados y a la dirección del partido al frente del Área de Comunicación.

Ha sido, y lo sigue siendo, un magnífico comunicador que, como todo aquel que tiene como misión en política ponerse diariamente frente a los micrófonos de los periodistas, contestando a sus preguntas y soportando los ajustes de titulares que en demasiadas ocasiones se producen, ha metido la pata en ocasiones –habría que definir muy claramente aquello que va de "meter la pata" a "decir la verdad"-.

Pero han sido infinitamente muchas más las veces en las que sus comentarios han calado en la opinión pública, jugando un papel fundamental en la operación de desgaste que los socialistas han sufrido durante los últimos años, así como en la promoción de la que durante ese tiempo se ha beneficiado Rajoy.

Corrieron en su día rumores que lo relacionaban, desde una de las consejerías valencianas, con las ayudas otorgadas a la Fundación Nóos, creada por el Duque de Palma, pero que en modo alguno han sido confirmadas.

Él ha mantenido muy a gala, incluso en los peores momentos del proceso, su excelente relación con Francisco Camps, sugiriendo, una vez concluido este con la pronunciación favorable del tribunal popular, la vuelta del dirigente valenciano a papeles de mayor protagonismo dentro del partido.

Lo cierto es que González Pons es un personaje brillante, con una oratoria espectacular y una gran capacidad de trabajo, que en círculos partidarios como el que se mueve, en el que quienes ocupan cargos institucionales de especial relevancia han pugnado y conseguido mantener las más altas responsabilidades ejecutivas de la organización –léase María Dolores de Cospedal y Javier Arenas-, debe representar un peligro para estos últimos, dedicados, como debieran estarlo, a otras tareas de un mayor calado social.

Es por ello que, en un Congreso -como ya pasara en el 38º Federal del PSOE- en el que el debate de ideas ha brillado por su ausencia y las miradas se han centrado en la uniformidad del apoyo a la figura de Rajoy y los nombres que, de las presiones de los barones populares, pudieran aparecer en la lista de sus acompañantes en la dirección, Pons -que al margen de las apariencias, todas ellas ficticias, no mantiene buen feeling con Cospedal y Arenas- se haya visto relegado a un cuarto nivel de poder, al frente de Estudios y Programas, truncando así su prometedora carrera política, quien sabe si puesta nuevamente en valor cuando el presidente del Gobierno realice su primera remodelación ministerial.

Lo cierto es que se ha tratado no solo de apartarlo del Área de Comunicación y destinarlo a otra de menor calado, sino que nombrando a un gris Carlos Floriano como vicesecretario de Organización y número tres del partido –evidentemente mucho más dúctil que Pons-, se sitúa por encima de este a quien, desde el Congreso de Valencia, era su subordinado en la Secretaria del Área que venía ostentando el valenciano.

El otro nombre, Vera, ha sido desde años inmemoriales secretario de Organización del PP. Leal con cuantos presidentes, secretarios generales y coordinadores haya tenido el partido, sin que se haya contado con él para un cargo en el que tiene muchísimo más camino recorrido que Floriano. También es cierto que es un hombre de partido y, a veces, “donde hay confianza, da asco”.

En todo caso, creo que se mantiene una estructura que pretende acaparar el poder absoluto, robándole frescura al proceso democrático, al someter la organización del partido a los intereses de los gobernantes, generándose una fuerza y una voz únicas que, de seguro, servirán para mantener a muchas voces en silencio pero no para generar debate social constructivo y plural.

De ahí que no hayamos ni oído hablar de las propuestas anunciadas de reforma de la Ley Electoral para la implantación de primarias y listas abiertas o de la incompatibilidad de los parlamentarios nacionales o autonómicos con su condición de alcaldes o presidentes de Diputación.

Tampoco ha traslucido a la población qué modelo social va a defender en el futuro el Partido Popular, qué modelo educativo va a aplicarse en todas y cada una de las comunidades autónomas o cuál va a ser, finalmente, el modelo de gestión sanitaria que mantenga la universalidad, gratuidad y solidaridad del sistema público de Salud.

Se quería un Congreso que pusiese en valor, por encima de todo, la unidad y así ha sido. Habría que preguntarse, en todo caso, ¿qué tipo de unidad y a qué precio?

ENRIQUE BELLIDO
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