Conozco a Amador Pérez de Algaba casi desde que tengo memoria, empezando por nuestra tierna etapa de parvulitos con Valle Lara en su aula de las Casas Nuevas. Ya en los primeros años de escuela, aprovechábamos cualquier recreo para trincar el tocadiscos de maleta de su hermano Juan y escuchar a Jethro Tull, Yes, el Sargent Pepper's de los Beatles, el grasiento Sticky fingers (madre mía qué portada, y gracias a la censura, je,je), de los Stones -que en España son los "rólins"- y mis necesarios Génesis.
No es que entendiésemos mucho, pero aquellos sonidos de guitarras, baterías y los primeros sintetizadores nos tenían alucinados. Todavía me acuerdo de aquellos ratos deseando tener todos los discos del Discoplay (si eres un joven lector, indicarte que hablamos del Pleistoceno de la industria musical, tal y como se conoce ahora), o embobados ante el mueblecillo de elepés de Masol.
Aunque lo que más huella te deja son los muchos charcos en los que juntos o por separado nos fuimos metiendo: el grupo Stuka, los clubs, una accidentada caseta, el fanzine Pop la cara, el concierto de Colectivo Paralelo y muchísimas aventuras más, todas ellas con el mismo denominador común: la música en cualquiera de sus muchas vertientes.
Lo bueno de Amador es que prácticamente todo lo ha hecho por amor al arte, poniendo mucho de lo más preciado que tenemos: el tiempo. Da igual si es para un discoforum, una asociación o un concierto... Ahí está el tío, impermeable al desaliento, aunque no ajeno a algún mal rato fruto de la incomprensión, la envidia cochina o vete a saber por qué.
Eso es lo malo de tener iniciativa, que a veces te ves solo, nadando contra la corriente y con muy poca ayuda. Es lo que me saca de quicio, que incluso se atrevan a la crítica quienes en su puñetera vida han tenido una chispa creativa y se limitan a dejarse llevar, que todo se lo den bien mascadito. ¿Se nota mucho que estoy hasta las pelotas del "que inventen otros"?
Prueba de que Amador Pérez de Algaba de la Torre (a él siempre le ha gustado su nombre completo) aguanta el tipo y sigue pariendo cosas, es la creación de una fantástica web personal dedicada a la música, que he disfrutado como un chiquillo viendo llegar el circo a la ciudad.
Os la recomiendo porque tiene mucho esfuerzo y mucha pasión puestos en cada uno de sus rincones digitales. No contento con esto, sigue colaborando con Carmina Leiva en Onda Cero Montilla, realizando una interesante sección sobre la historia de la música popular y sus muchos estilos, además de preparar conferencias y un apetitoso proyecto, del que mejor no escribo para evitar que algún tonto a las tres vaya y lo joda.
Me decía hace mucho uno de mis mentores, el periodista Fernando Jaúregui, que "el mundo se divide entre los que hacen cosas y los que no". Pues queda claro en qué grupo vive Amador. Mi amigo siempre anda dispuesto a compartir hasta casi la extenuación su pasión por la música rock, pop, jazz, electrónica o la que mejor venga. Tanto, que solo he conocido a otro como él en Montilla… y parte del extranjero: José Alfonso Bellido. Pero esa será otra buena historia que contar en esta fritada literaria.
No es que entendiésemos mucho, pero aquellos sonidos de guitarras, baterías y los primeros sintetizadores nos tenían alucinados. Todavía me acuerdo de aquellos ratos deseando tener todos los discos del Discoplay (si eres un joven lector, indicarte que hablamos del Pleistoceno de la industria musical, tal y como se conoce ahora), o embobados ante el mueblecillo de elepés de Masol.
Aunque lo que más huella te deja son los muchos charcos en los que juntos o por separado nos fuimos metiendo: el grupo Stuka, los clubs, una accidentada caseta, el fanzine Pop la cara, el concierto de Colectivo Paralelo y muchísimas aventuras más, todas ellas con el mismo denominador común: la música en cualquiera de sus muchas vertientes.
Lo bueno de Amador es que prácticamente todo lo ha hecho por amor al arte, poniendo mucho de lo más preciado que tenemos: el tiempo. Da igual si es para un discoforum, una asociación o un concierto... Ahí está el tío, impermeable al desaliento, aunque no ajeno a algún mal rato fruto de la incomprensión, la envidia cochina o vete a saber por qué.
Eso es lo malo de tener iniciativa, que a veces te ves solo, nadando contra la corriente y con muy poca ayuda. Es lo que me saca de quicio, que incluso se atrevan a la crítica quienes en su puñetera vida han tenido una chispa creativa y se limitan a dejarse llevar, que todo se lo den bien mascadito. ¿Se nota mucho que estoy hasta las pelotas del "que inventen otros"?
Prueba de que Amador Pérez de Algaba de la Torre (a él siempre le ha gustado su nombre completo) aguanta el tipo y sigue pariendo cosas, es la creación de una fantástica web personal dedicada a la música, que he disfrutado como un chiquillo viendo llegar el circo a la ciudad.
Os la recomiendo porque tiene mucho esfuerzo y mucha pasión puestos en cada uno de sus rincones digitales. No contento con esto, sigue colaborando con Carmina Leiva en Onda Cero Montilla, realizando una interesante sección sobre la historia de la música popular y sus muchos estilos, además de preparar conferencias y un apetitoso proyecto, del que mejor no escribo para evitar que algún tonto a las tres vaya y lo joda.
Me decía hace mucho uno de mis mentores, el periodista Fernando Jaúregui, que "el mundo se divide entre los que hacen cosas y los que no". Pues queda claro en qué grupo vive Amador. Mi amigo siempre anda dispuesto a compartir hasta casi la extenuación su pasión por la música rock, pop, jazz, electrónica o la que mejor venga. Tanto, que solo he conocido a otro como él en Montilla… y parte del extranjero: José Alfonso Bellido. Pero esa será otra buena historia que contar en esta fritada literaria.
JOSÉ LUIS SALAS