Ayer fui al baño a orinar con mucha más frecuencia que de costumbre. Dada mi natural inclinación a padecer todas las enfermedades del Vademecum o, al menos, gran cantidad de ellas, en seguida pensé en un cólico nefrítico alojado furtivamente en mi riñón derecho (o en el izquierdo, depende). O, peor aún, en una diabetes incipiente para la que soy poco propenso genéticamente. Pero ya se sabe, todas las enfermedades de transmisión genética comenzaron por un primer enfermo.
Ya por la noche, en la cama, caí en la cuenta de que quizás los casi cuatro litros de agua que había bebido ese día hubieran tenido algo que ver en el exceso miccionario, y cambié la obsesión diabético-nefrítica por la Polidipsia, pero el nombre era tan raro y yo un tipo tan normal que me terminé durmiendo buscando posibles diagnósticos alternativos.
Después de varios años ya conviviendo conmigo mismo, me he dado cuenta de que padezco cronicidad espuria: a lo largo del día paso del asma a la cardiopatía con una facilidad pasmosa.
Hace unos días me encontraba leyendo mi periódico de cabecera, Diario Médico (cuál si no), y me topé con las declaraciones de Patricia Flores, viceconsejera de Asistencia Sanitaria de la Comunidad de Madrid.
Esta señora se preguntaba si tenía sentido que un crónico viviera "gratis" del sistema. Mi cronicidad espuria se sintió ofendida de inmediato porque, por más que había revisado de arriba abajo la Declaración de la Renta, no había encontrado la casilla de exención fiscal para los crónicos de mi calibre, así que, hasta el momento, seguía pagando impuestos.
Conforme fue pasando el día, caí en la cuenta del tipo de crónicos al que se refería la señora Flores. Leo en la prensa que nuestro flamante expresidente de todos los españoles, incluso de los que no le votaron, José Luis Rodríguez Zapatero, se ha garantizado dos sueldos vitalicios que suman 145.000 euros al año, con cargo a las arcas públicas, por supuesto: 71.000 euros al año de pensión como expresidente y una paga como "consejero nato y vitalicio" del Consejo de Estado de 74.264 al año. Obsérvese nato: "con predisposición natural para algo y vitalicio". Es decir, para toda la vida. Vamos, que nació predestinado.
Y eso sin contar la oficina dotada con secretaria y dos funcionarios (uno de ellos, con rango de director general), más coche y escoltas de los que dispondrá José Luis Rodríguez Zapatero. Es de agradecer, por otra parte, que dé trabajo a tanta gente.
Una pequeña úlcera gastroduodenal comenzó a desarrollarse en mi estómago; fue la única explicación plausible para justificar el ardor que sentía al leer estos emolumentos. Pero como los crónicos tenemos algo de masoquistas, seguí leyendo:
El exexpresidente José María Aznar cobra del Estado, también vitaliciamente, unos 70.000 euros anuales, sueldo que complementa presidiendo consejos de administración, escribiendo interesantísimos libros, con su labor como conferenciante y con una secretaria personal, escoltas y asistente personal por cuenta de todos los españoles, no vaya a ser que olvide una reunión o no sepa cómo combinar una corbata de rayas con un traje gris marengo.
Los picores nerviosos a la altura de la nuca sustituyeron la úlcera gastroduodenal. Aunque el cambio de una enfermedad por otra no sea algo que celebrar, siempre es más accesible la cura para una afección tópica que para una digestiva. A fin de cuentas, las gastroscopias me dan fatiga y a la nuca llego con mis uñas.
Por ver la evolución de la espontánea dermatitis decidí leer un poco más: el más ex de todos los expresidentes, Felipe González, compatibiliza los más de 70.000 euros que cobra del Estado con charlas a 30.000 la conferencia, el asesoramiento del magnate mexicano Carlos Slim y el cargo como consejero independiente de Gas Natural.
Cuando abrí el cajón para coger la calculadora, la dermatitis de la nuca se había metastatizado por todo el cuerpo: no había un solo centímetro cuadrado que no me picase. No obstante, tuve fuerzas para hacer la suma: 285.000 euros al año gastados únicamente en estas tres personas.
Releí el titular de la noticia complacido por la valentía de Patricia Flores de denunciar públicamente esta situación al decir que no tenía sentido que los crónicos vivan gratis del sistema, pero entonces me asaltó una duda: ¿no se referiría a los enfermos crónicos, no?
Ya por la noche, en la cama, caí en la cuenta de que quizás los casi cuatro litros de agua que había bebido ese día hubieran tenido algo que ver en el exceso miccionario, y cambié la obsesión diabético-nefrítica por la Polidipsia, pero el nombre era tan raro y yo un tipo tan normal que me terminé durmiendo buscando posibles diagnósticos alternativos.
Después de varios años ya conviviendo conmigo mismo, me he dado cuenta de que padezco cronicidad espuria: a lo largo del día paso del asma a la cardiopatía con una facilidad pasmosa.
Hace unos días me encontraba leyendo mi periódico de cabecera, Diario Médico (cuál si no), y me topé con las declaraciones de Patricia Flores, viceconsejera de Asistencia Sanitaria de la Comunidad de Madrid.
Esta señora se preguntaba si tenía sentido que un crónico viviera "gratis" del sistema. Mi cronicidad espuria se sintió ofendida de inmediato porque, por más que había revisado de arriba abajo la Declaración de la Renta, no había encontrado la casilla de exención fiscal para los crónicos de mi calibre, así que, hasta el momento, seguía pagando impuestos.
Conforme fue pasando el día, caí en la cuenta del tipo de crónicos al que se refería la señora Flores. Leo en la prensa que nuestro flamante expresidente de todos los españoles, incluso de los que no le votaron, José Luis Rodríguez Zapatero, se ha garantizado dos sueldos vitalicios que suman 145.000 euros al año, con cargo a las arcas públicas, por supuesto: 71.000 euros al año de pensión como expresidente y una paga como "consejero nato y vitalicio" del Consejo de Estado de 74.264 al año. Obsérvese nato: "con predisposición natural para algo y vitalicio". Es decir, para toda la vida. Vamos, que nació predestinado.
Y eso sin contar la oficina dotada con secretaria y dos funcionarios (uno de ellos, con rango de director general), más coche y escoltas de los que dispondrá José Luis Rodríguez Zapatero. Es de agradecer, por otra parte, que dé trabajo a tanta gente.
Una pequeña úlcera gastroduodenal comenzó a desarrollarse en mi estómago; fue la única explicación plausible para justificar el ardor que sentía al leer estos emolumentos. Pero como los crónicos tenemos algo de masoquistas, seguí leyendo:
El exexpresidente José María Aznar cobra del Estado, también vitaliciamente, unos 70.000 euros anuales, sueldo que complementa presidiendo consejos de administración, escribiendo interesantísimos libros, con su labor como conferenciante y con una secretaria personal, escoltas y asistente personal por cuenta de todos los españoles, no vaya a ser que olvide una reunión o no sepa cómo combinar una corbata de rayas con un traje gris marengo.
Los picores nerviosos a la altura de la nuca sustituyeron la úlcera gastroduodenal. Aunque el cambio de una enfermedad por otra no sea algo que celebrar, siempre es más accesible la cura para una afección tópica que para una digestiva. A fin de cuentas, las gastroscopias me dan fatiga y a la nuca llego con mis uñas.
Por ver la evolución de la espontánea dermatitis decidí leer un poco más: el más ex de todos los expresidentes, Felipe González, compatibiliza los más de 70.000 euros que cobra del Estado con charlas a 30.000 la conferencia, el asesoramiento del magnate mexicano Carlos Slim y el cargo como consejero independiente de Gas Natural.
Cuando abrí el cajón para coger la calculadora, la dermatitis de la nuca se había metastatizado por todo el cuerpo: no había un solo centímetro cuadrado que no me picase. No obstante, tuve fuerzas para hacer la suma: 285.000 euros al año gastados únicamente en estas tres personas.
Releí el titular de la noticia complacido por la valentía de Patricia Flores de denunciar públicamente esta situación al decir que no tenía sentido que los crónicos vivan gratis del sistema, pero entonces me asaltó una duda: ¿no se referiría a los enfermos crónicos, no?
PABLO POÓ