Una de las frases más lapidarias de Unamuno fue aquello de "que inventen ellos", una sentencia que ha llegado a convertirse en un triste estereotipo nacional. Desde su instauración a principios del siglo XX, solo un español ha conseguido un premio Nobel relacionado con la ciencia: fue Santiago Ramón y Cajal, quien lo logró en 1906 por sus investigaciones sobre el sistema nervioso.
El premio de Severo Ochoa en 1959 no cuenta para España porque el científico asturiano vivía exiliado, realizó sus investigaciones fuera de España y, además, desde 1956 tenía pasaporte estadounidense.
El primer tercio del siglo XX fue una época magnífica para la Ciencia española, un período que se conoce como la Edad de Plata. Se puede decir que esta etapa se inicia con el premio Nobel de Ramón y Cajal, toda una inyección de ánimo y orgullo nacional y que termina con la desbandada general que provoca la Guerra Civil. A raíz de la contienda, las mentes más brillantes de nuestro país se exiliaron, dando por finalizada este período de esplendor.
Desde entonces, los sucesivos gobiernos del país no se han tomado la Ciencia todo lo en serio que habría sido aconsejable. Qué duda cabe de que ha habido mejoras notables en muchos campos, pero no son comparables al apoyo con que la ciencia cuenta en otras latitudes.
Esto se traduce en que los científicos que destacan tienen que desarrollar sus carreras fuera de nuestro país si aspiran a algo más que a un sueldo de subsistencia tras un larguísimo periodo de formación en el que tienen que apañárselas con becas misérrimas.
La inversión en ciencia es una inversión de futuro, una inversión muy buena que no rinde sus frutos a corto plazo y que, con la cortedad de visión de los políticos que no entienden más allá de una o dos legislaturas, lamentablemente no es una prioridad nacional.
El más que previsible recorte en los presupuestos para Ciencia que se nos avecina es, sin duda, todo un varapalo para las nuevas generaciones de científicos, para las vocaciones futuras y para sostener una economía basada en el conocimiento.
Los dirigentes populares no se han cansado de repetir en los últimos años que "invertir en ciencia es la mejor receta para salir de la crisis". Ojalá las convicciones se vean luego reflejadas en los Presupuestos Generales del Estado.
El premio de Severo Ochoa en 1959 no cuenta para España porque el científico asturiano vivía exiliado, realizó sus investigaciones fuera de España y, además, desde 1956 tenía pasaporte estadounidense.
El primer tercio del siglo XX fue una época magnífica para la Ciencia española, un período que se conoce como la Edad de Plata. Se puede decir que esta etapa se inicia con el premio Nobel de Ramón y Cajal, toda una inyección de ánimo y orgullo nacional y que termina con la desbandada general que provoca la Guerra Civil. A raíz de la contienda, las mentes más brillantes de nuestro país se exiliaron, dando por finalizada este período de esplendor.
Desde entonces, los sucesivos gobiernos del país no se han tomado la Ciencia todo lo en serio que habría sido aconsejable. Qué duda cabe de que ha habido mejoras notables en muchos campos, pero no son comparables al apoyo con que la ciencia cuenta en otras latitudes.
Esto se traduce en que los científicos que destacan tienen que desarrollar sus carreras fuera de nuestro país si aspiran a algo más que a un sueldo de subsistencia tras un larguísimo periodo de formación en el que tienen que apañárselas con becas misérrimas.
La inversión en ciencia es una inversión de futuro, una inversión muy buena que no rinde sus frutos a corto plazo y que, con la cortedad de visión de los políticos que no entienden más allá de una o dos legislaturas, lamentablemente no es una prioridad nacional.
El más que previsible recorte en los presupuestos para Ciencia que se nos avecina es, sin duda, todo un varapalo para las nuevas generaciones de científicos, para las vocaciones futuras y para sostener una economía basada en el conocimiento.
Los dirigentes populares no se han cansado de repetir en los últimos años que "invertir en ciencia es la mejor receta para salir de la crisis". Ojalá las convicciones se vean luego reflejadas en los Presupuestos Generales del Estado.
PACO BELLIDO